Hice lo que me mandaste.
Seguí al pie tus instrucciones.
Primero pasé de lejos.
La casa es otra,
otra la calle.
Altos muros cierran la vista al patio.
Los árboles fueron decapitados.
La gente mudó de vecindario.
La acera estrecha frente a la puerta
donde nos encandilábamos
fue amortajada por la guillotina.
Ya nada queda
excepto tu juventud imperturbable,
tu pelo suelto desafiando el viento,
tus largas manos experimentadas
burlando la mirada de tus padres,
tensando mi cuerpo,
conduciéndome de nuevo al paraíso.
En un silencio de vida
el acto quedaba consumado.
Eso el tiempo no ha podido borrarlo.
Continúa intacto. Acuso recibo.
¡Lo viví de nuevo como la primera vez!