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Hoy es el día

Sacerdote católico Jesús nos ha traído vida en abundancia Cuando no vivimos esa promesa nos cargamos de angustia y dolor. Una vida en abundancia no es únicamente la sobrevivencia biológica sino la vida que comunica Dios Quien tiene al Dios de la vida ha descubierto el sentido profundo de la existencia. Por eso vemos cómo […]

Sacerdote católico

Jesús nos ha traído vida en abundancia

Cuando no vivimos esa promesa nos cargamos de angustia y dolor. Una vida en abundancia no es únicamente la sobrevivencia biológica sino la vida que comunica Dios

Quien tiene al Dios de la vida ha descubierto el sentido profundo de la existencia. Por eso vemos cómo muchas personas, motivadas por el ejemplo de Cristo, en medio de las limitaciones, se comprometen día a día para salir adelante, superar las deficiencias y convertirse en testigos del Resucitado.

La resurrección comienza en este mundo. San Pablo expresa que nosotros morimos con Cristo en una muerte similar a la de Él y resucitamos con Él. Esto es el cambio de vida que experimentamos cuando Jesús llega y lo aceptamos por la fe. El pecado se aleja, las ataduras se rompen y las fuerzas del mal huyen despavoridas.

Pero vivimos en una cultura preocupada de forma excesiva en los bienes temporales y la felicidad terrena, que concluye de manera trágica y absurda con nuestra muerte y terminamos viviendo el famoso eslogan romano: comamos y bebamos, que mañana moriremos. Asimismo podemos caer en una actitud pasiva e igualmente equívoca al pensar que la felicidad iniciará el día de nuestra muerte. La vida eterna, dice San Juan, consiste en conocer a Dios y al que Él ha enviado.

Dios es un Dios de vivos, no de “vivianes”. El refrán: “El vivo vive del bobo y el bobo de su trabajo”, manifiesta la actitud típica del insensato mentiroso, que aún llamándose seguidor de Cristo realmente es un carente de fe, abusivo y al final un completo tonto, porque desaprovechando la oportunidad de amar y servir se dedica a adorar a dioses muertos, como el dinero o el poder.

Nuestra sociedad se ha transformado en un enorme desierto, sediento de una lluvia de voces que se alcen para ser escuchadas, de corazones que se conmuevan por la injusticia y de manos que trabajen por la construcción de una sociedad más humana.

Jesús ya hizo una pregunta cuya respuesta fue abrumadora: ¿De qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde el alma? No le sirve de nada. Y no se refiere únicamente que desperdiciamos el lapso que se nos concede para vivirlo en fraternidad sino que al asumir la vida con el objetivo de alimentar la codicia provocando miseria, manipulando el hambre o el miedo, nuestra existencia habrá sido una canallada.

Respetar la dignidad humana no supone un camino de tristeza sino de plenitud. No es con canciones, consignas o discursos ambiguos que se muestra una persona de bien. Es con honestidad, transparencia y respeto al prójimo que se revela quién es discípulo de Cristo.

Hoy es el día para escoger entre vida o muerte, egoísmo o solidaridad, miedo o valentía para luchar contra el monstruoso pecado que nos pretende inocular el veneno de la indiferencia.

Desintegra, amado Jesús, las piedras de nuestros sepulcros, desata las cadenas de esclavitud, que caiga la venda de nuestros ojos para distinguir la comedia sarcástica de quienes pretenden vivir al margen de tu amor y reconocer que hoy es el día de la libertad.

Religión y Fe

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