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Digamos no a la abstención, ¡vamos todos a votar!

(Debemos elegir inteligentemente) “entre lo malo y lo bueno, entre lo bueno y lo mejor”. (Benedicto XVI) A una muchacha que se casó ligeramente, sin un previo noviazgo, su mamá le preguntó; “¿De qué te enamoraste de tu esposo?”. Y le respondió: “De las náchionals”. (Bueno, ella lo dijo en español y yo lo estoy […]

(Debemos elegir inteligentemente) “entre lo malo y lo bueno, entre lo bueno y lo mejor”.

(Benedicto XVI)

A una muchacha que se casó ligeramente, sin un previo noviazgo, su mamá le preguntó; “¿De qué te enamoraste de tu esposo?”. Y le respondió: “De las náchionals”. (Bueno, ella lo dijo en español y yo lo estoy traduciendo a mi inglés mal hablado).

Establecer una relación matrimonial sobre la débil base de la atracción por las posaderas de alguien, resulta quizás más insensato y peligroso que edificar una casa sobre arena. En muchos aspectos y en un gran porcentaje, nuestras fallas, equivocaciones, errores y pecados, se deben a la falta de suficiente reflexión antes de actuar u omitir hacer algo en determinadas circunstancias. Si tomáramos el presente consejo de Benedicto XVI como lema o principio de nuestra vida, seguramente nos libraríamos de muchas lamentaciones inútiles y sobre todo disfrutaríamos, día a día, de hondas y abundantes satisfacciones.

Pero, adoptar como norma un pensamiento, conlleva su aplicación práctica. Precisamente, las elecciones municipales nos ofrecen hoy la magnífica oportunidad de empezar a ejercitar nuestra inteligencia y voluntad al poder escoger de entre lo malo, si es el caso, lo bueno; y, más todavía, entre lo bueno, lo mejor, a los futuros gobernantes municipales. Hay que tomar en cuenta la actual situación nacional y buscar siempre el bien común; por encima del beneficio particular o partidario, juzguemos en conciencia y elijamos lo que creamos más conveniente para Nicaragua.

Las transformaciones políticas y sociales a que aspiramos ocurrirán si hacemos algo positivo para que se produzcan. Por eso no es prudente abstenerse, pues se vota en busca y espera de resultados. El peor esfuerzo es el que no se hace.

Al ciudadano que vote le acompañará el sano orgullo de haber contribuido a que todo redunde en bien de sus compatriotas y de su país… Si sus deseos cívicos son favorecidos por los resultados, después tendrá derecho a exclamar con orgullo: “Yo ayudé a que las cosas fueran así”. Y si no, por lo menos, podrá decirse a sí mismo: “Me queda la satisfacción de haber procurado que la situación fuera distinta”. Pero si no vota… ¡tendrá que llorar una derrota en una batalla en la que, por falta de patriotismo, no tuvo el suficiente coraje de participar!

Religión y Fe

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