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Bodegón. Rosario Ortiz.

Poesía invitada

Nació en un pueblo del estado Karnataka, en el sur de la India. A pesar de su origen humilde, logró una educación que culminó en dos maestrías universitarias, una en economía y la otra en la literatura de su idioma, el kannada. Se desempeña como ejecutivo de la corporación de tránsito vial del estado, y […]

Nació en un pueblo del estado Karnataka, en el sur de la India. A pesar de su origen humilde, logró una educación que culminó en dos maestrías universitarias, una en economía y la otra en la literatura de su idioma, el kannada.

Se desempeña como ejecutivo de la corporación de tránsito vial del estado, y ha adquirido fama como poeta en su idioma. Ha publicado trece libros, cinco de los cuales son antologías poéticas.

El poeta escribe: “Es común en la India que un hombre de casta baja sufra humillaciones e insultos. Como persona sensible, me afectaban íntimamente. El dolor y la penuria hicieron de mí un poeta”. Participó en el Tercer Festival Internacional de Poesía de Granada.

Si hubiese sido árbol

Mudnakudu Chinnaswamy

Si hubiese sido un árbol

no le habría preguntado al pájaro

antes que hiciera el nido

cuál era su casta.

Cuando me abrazaba el sol

mi sombra no se habría sentido profanada.

Mi amistad con la fresca brisa y las hojas

habría sido dulce.

Las gotas de lluvia no se habrían devuelto

tomándome por comeperros.

Cuando me extendía ramificándome desde las raíces

Madre Tierra no habría huido

pidiendo a gritos un baño.

La vaca sagrada habría rozado mi corteza con su cuerpo

rascándose donde le picaba

y los trescientos mil dioses abrigados dentro de ella

me habrían tocado.

Quién sabe al final

tajado y hecho leño seco,

ardiendo en el fuego sagrado

he podido purificarme,

o convertido en féretro para un cuerpo sin pecado

ser llevado en hombros por cuatro hombres rectos.

Antes que vuelva a llover

La casa era del abuelo tiempo,

los jirones del techo de paja

alrededor del palo central

son el paraguas del viejo.

No bastan latas y platos

para las goteras en los bordes,

se formas hoyos en el piso de bosta

como para las piezas de un juego de niños.

Fuera, las ranas croan en el basurero,

dentro, papá está sentado en silencio

con tan sólo un costal por chamarra.

Los niños en su rincón

tienen cobijas de harapos

que no bastan para protegerlos

de la lluvia que se cuela.

Contra el frío que aprieta los dientes

los abrigos andrajosos no bastan,

el sueño llega a medias

a la mente empapada hasta dentro.

En el sueño del verano por venir

se cambian las tejas rajadas por nuevas,

se renueva el techo de paja

con tal que no caiga fuego

en el pajar.

Cuando llegan las lluvias a todos

los pobres de mi pueblo,

alimentan con las astillas de sus sueños

una por una el fogón de sus pechos,

calientan sus mentes,

sentados y arrimados piensan

cómo pueden contar con las lluvias

de esta temporada.

Antes del amanecer

entra un riachuelo por el umbral;

una taza rota no basta

para achicarla.

Ellos trabajan por días y por monedas,

toda esta lluvia torrencial

les atormenta —¿por qué no para?

Hierven dentro.

El soplete de la boca de papá

saca a la fuerza sus palabras:

reacomoda las tejas, hijo,

antes que vuelva a llover,

o si no llévate mi cadáver.

La Prensa Literaria

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