A Carolina, mi hermana
Cómo decir desde mí lo que tu sabes desde ti.
Antidio Cabal
I
La prisa no hace más que distorsionar el paso,
dijo desde la butaca que le regaló su abuela.
En esa butaca ella crece a lo largo y a lo ancho
sin que nadie lo note.
Su abuela tragó mucho espacio,
el tiempo no le preocupó nunca y murió.
Ella heredó la butaca.
Desde entonces observa.
Traga igual que hizo su abuela,
con una poca diferencia.
Ella,
aunque nadie lo note,
hace la diferencia.
II
Hace días repite frases cortas,
balbucea,
como hormigas,
disparándose en fila,
despacio.
III
¿El agua de la tinaja se tragó a la abuela
o la abuela se tragó el agua de la tinaja?
Nadie pudo evitar que en su lecho de muerte
la tinaja se llenara hasta rebalsar
y se la llevara.
Unos dicen que al mar.
IV
A ella le gustaba viajar en barco,
el agua de la tinaja y ella
eran del mismo río.
Unos girasoles ocupan
el cóncavo espacio de arcilla
donde vivió la abuela.
V
Deambula por los anchos
y largos corredores,
tratando asuntos que parecen
propios de brujas.
Pero ella no cree en pócimas ni cree en hechizos,
penetra con la claridad
que se ganó al nacer.
Saca la oscuridad de los rincones
que juegan al escondido
escabullendo la herida. Ella,
la del rostro iluminado,
sabe curar sin artificios.
VI
Los que se han visto
a través de sus pupilas
comentan que, cuando sonríe,
se asoma un duende.
Hermética
Te parece sencillo, transmutar
gota a gota
la lluvia, en rojo silencio,
revolcar verde
la sangre
que del cielo vierte.
Y, esperar,
recatada,
la espiga
que aún crece.