- Reflexiones de un artista que concibe el oficio de pintor como un constante aprendizaje, un reto de todos los días ante el lienzo blanco y que experimenta una permanente búsqueda entre el color y el estilo, entre la estética y el contenido a través del tiempo
Me inicié dentro de la plástica en los años ochenta, en el taller Náhuatl, bajo la tutela de los paisajistas Frank León y Napoleón Martínez: siendo condiscípulo con algunos noveles pintores de la época como Mauricio Rizo, Marcos Rivers, Norman Palacios.
Donde aprendimos a interpretar de manera rigorosa el paisaje y las tradiciones nicaragüenses, en algunas ocasiones solíamos pintar al aire libre donde teníamos oportunidades de interpretar un trozo de nuestra geografía en un lienzo.
El paisaje nos ayudó mucho a nuestro proceso de aprendizaje y considero uno de los géneros plásticos más complejos y pocos se aventuran en él, por su complejidad que exige, esto nos ayudó que desarrolláramos un irrestricto sentido de la observación que es un imperativo categórico en cualquier disciplina artística.
Aprendimos a diario en la práctica cotidiana rectificando nuestros errores en la marcha, el cual nos aportó una sólida formación, además tuvimos oportunidad de exponer nuestras obras en diferentes escenarios para mencionar unos pocos, la Embajada Americana, la Alianza Francesa, la Marsellesa y otros.
En los años noventa tomamos cada quien un rumbo y nos involucramos en un propio derrotero plástico, me dediqué a realizar torso femenino con tonos metálicos, el cual me llenó de mucha satisfacción y además a resolver necesidades materiales y espirituales, continué pintando frutas tropicales, como siempre tuvo mucha aceptación, siempre en la búsqueda de la dimensión plástica de mi obra y me di cuenta que lo fundamental en mi trabajo no era la estructura de la forma lo que cobra un significado sustancial, lo determinante es el color en todo su contenido cromático, cuando en determinado momento la forma está sujeta al imperio de color. Considero que he tenido una gran influencia en mi trabajo del maestro Julio César Vallejo, que sin lugar a duda lo podemos catalogar como sumo sacerdote del color.
No estoy de acuerdo en expresar mi experiencia visual de una manera simple y lacónica, sino de imprimir mi propio sello cromático a través de mi visión particular, no trabajo de una manera espontánea, siempre realizo un boceto previo y planeo distribuir los pigmentos de una manera ordenada y equilibrada, dándome una porción de expresión sublime de la conciencia humana, pero ordenada racionalmente con estricto dominio de la técnica.
Considero que la mejor forma de encontrar inspiración es trabajando a diario, no me califico como genio, aún me cuesta esfuerzo lo que hago y siempre seguiré aprendiendo.
En la actualidad estoy elaborando el paisaje aportando en su contenido el vital líquido, donde el agua se convierte en un espejo diáfano, que me da la oportunidad de dar nuevo rostro a mi pintura, además considero que Nicaragua es un país de lagos y volcanes y los artista no podemos obviarla más en estos tiempos, que nos hemos convertido en depredadores de nuestro medio ambiente y puede que en el futuro nuestra naturaleza sólo se podrá observar mediante un lienzo.
Considero que es mi obligación seguir desarrollando mis conocimientos y destreza artística.