14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Los siete juegos del garrote

La Juana Tiliche habitaba en las faldas del volcán Telica, había sido todo en la vida menos madre. Era experta en el amor carnal, había sido jugadora de dados y naipes, borracha empedernida, carterista, matona, se inició en la marihuana mucho antes que se pusiera de moda y su mayor deleite era calumniar. En el […]

La Juana Tiliche habitaba en las faldas del volcán Telica, había sido todo en la vida menos madre. Era experta en el amor carnal, había sido jugadora de dados y naipes, borracha empedernida, carterista, matona, se inició en la marihuana mucho antes que se pusiera de moda y su mayor deleite era calumniar. En el caserío los vecinos le “alzaban pelo”, temida la vieja, ni en sus últimas horas dejó de ser bruja. Por eso al expirar, murió sola.

Un viento frío y diferente corrió por Telica y Quezalguaque. Era verano en Nicaragua cuando “sin agua va” comenzó a llover a cántaros. El cielo azul se volvió negro, mientras los pájaros asustados volaban en busca de refugio.

—Algo malo está pasando —dijo la María Rosales. Tencho Capistrán, su marido, asintió con la cabeza y exclamó preocupado: “A lo mejor se murió la Tiliche”. Tencho y la María Rosales se dedicaban a sembrar verduras y los sábados no fallaban al culto. Tenían varios años de ser pareja, pero nuca habían procreado chigüines. Sus raíces religiosas eran tan fuertes como el amor a la tierra; y recordaron la necesidad de “socorrer al desvalido, visitar a los enfermos y enterrar a los muertos…”

“No hay más dijo la María. Vamos a la casa de la bruja a ver qué pasa y sin más ni más hizo viaje. Tencho le dijo: “Esperame Mariá, no quiero que vayas sola…” y los dos apuraron el paso hacia la casa de la Juana Tiliche. El aguacero seguía en lo fino, se protegieron con unos sacos de bramante y el viejo capote ahulado de Capistrán.

Entraron a la vivienda de la Tiliche. La vieja estaba tiesa sobre una sucia tijera de mecate. El piso era de tierra, la casa de tablas y el techo forrado con tejas de barro que dejaban colar parte del aguacero. La casucha tenía por muebles una mesa y dos silletas, un cofre de madera y un biombo extraño, forrado con figuras diabólicas y escritos como la Oración del Puro. La Oración del Gato Negro, El Canto al Dolor y La Evocación a Lucifer, que daban testimonio del quehacer de la Tiliche… Sus mascotas.

Un gato negro y flaco a la orilla de un garrobo, echados en el suelo velaban a la bruja.

—Siento repelos ¿y vos…? —preguntó Tencho. La María se hizo la que no oyó. Se aproximó a la tijera, tocó a la Tiliche que ya estaba fría… —Está engarrotada, no hay nada que hacer… démosle cristiana sepultura —dijo casi de manera solemne.

En una esquina de la humilde vivienda… tres tenamastes formaban la cocina de la Tiliche. Dos rajas de leña mal acomodadas alimentaban un fuego que chisporroteaba de manera muy extraña… las chispas siseaban como queriendo decir algo… a veces parecía un gemido… otras como una plática.

De pronto una llama alta y larga, como lengua brillante en forma de puñal se alzó hasta el techo y en toda la habitación se escucharon blasfemias y anatemas. —Oí María, ni muerta va a dejar de calumniar… está asesinando con su lengua a todo el vecindario…

El silencio regresó al lugar. De pronto la llama se acható y se hizo azul, parecía una vieja gorda y cansada sentada sobre las piedras. Ventruda, con rostro de alcoholismo roncando y produciendo unos lamentos que crispaban los nervios… —Son los diablos azules Tenchó los que se están manifestando —dijo la María. —Es que además de bruja era borracha —ripostó Capistrán.

La leña crujió de nuevo, la llama azul se hizo verde… un verde cafesusco, el ambiente apestaba a tabaco apagado, a yerba quemada, a cigarro sudado bajo el sobaco de un drogadicto… —Ésa es la marihuana de la Juana Tiliche —rezongó Tencho.

El viento fuerte se coló en el cuartucho. La llama sucia y apestosa se hinchó de oxígeno y se hizo roja… roja y dorada, como los muebles de las casas de citas. Mil formas caprichosas y ardientes danzaron voluptuosas… retorciéndose en ansias hechas lumbre… apasionadas llamas, libidinosos fuegos que se posesionaron de Tencho y la María… La pareja rodó por el suelo entre brincos y besos, hasta consumar de manera salvaje el sexo y la pasión. La María jadeante balbuceó frases incoherentes y Tencho, sacando fuerzas de flaqueza, gritó desesperado: “Ay mi alma, si esta vieja también era puta…”

Sudorosa la María se sacudió las naguas. Coqueta se hizo un moño en el pelo y disimuladamente le dio a Tencho el tiempo justo para atarse el calzón. Capistrán se limpió el sudor con la cotona y se ajustó el pantalón de azulón. En el piso había quedado el pañuelo colorado donde Tencho guardaba sus reales… el pañuelo empezó a volar de manera misteriosa en dirección al fuego… Capistrán y la María saltaron en busca del dinero… el fuego que hasta entonces reposaba quietamente, de pronto sacó mil brazos ladrones y devoró con fuerzas los ahorros de Tencho Capistrán y la María Rosales… “Bruja ratera… bruja maldita… bruja ladrona”, exclamaron los campesinos.

La María quedó viendo el cofre, se acercó a él y con temor levantó la tapa, a lo mejor pensó, aquí nos reponemos del dinero quemado. Un leve chirrido soltó el mueble. Barajas, dados y una bola de cristal eran su contenido. “Ya ves —dijo el marido— todo esto nos confirma que la Tiliche era una pinche jugadora y adivina… si te fijás las cartas están marcadas y los dados cargados… sólo el Toro Rabón le falta… mejor recemos y vámonos, después veremos cómo la enterramos… al fin y al cabo es un ser humano. —Va pues —respondió la mujer.

Hincados frente al fuego y el cadáver cancanearon sus oraciones. “Señor Jesús, ruega por ella, Espíritu Santo, apiadate de su alma, Rey de los Cielos dale tu misericordia. El fuego tomó nueva vida y con cada petición iba creciendo. Las llamas empezaron a quemar las paredes de la casa, asustados los Capistrán dijeron en coro: “Mejor callémonos, está bruja mal agradecida va a terminar con nosotros”. El fuego lo abrasaba todo… “Salgamos Tencho, corre mi amor que se nos viene el techo encima…” La María logró salir de aquel infierno, afuera la lluvia caía copiosamente. Tencho llegó muy cerca de la puerta, chamuscado, estaba herido de muerte… él sabía que iba de viaje. Resolló… alargó su brazo derecho, tembloroso, logró alzar la voz y decirle a la María: “No dejés que me lleve la Juana Tiliche… no permitás que me mate esta asesina…”

Tencho medio se incorporó entre el fango y la lluvia. Las llamas se extinguían mientras sus ojos se cerraban poco a poco… “Adiós María Rosales… adiós Tencho Capistrán”, se alcanzaron a decir.

Una risa burlona se escuchó tras la última llama. La Tiliche se iba para siempre. El gato y el garrobo, sus naguales, asustados se subieron a un árbol. Los Siete Juegos del Garrote habían sido consumados. El fuego se había encargado de purificarlo todo.

El sol salió de nuevo, aún Tencho no había sido enterrado, cuando la María entre lágrimas y tristeza sintió en su cuerpo un signo de esperanza. Un rayo de luz iluminó sus ojos y supo entonces que en su vientre llevaba al hijo de Tencho Capistrán.

La Prensa Literaria

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí