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Litografía en Museo de arte de Springfield, 2005. LA PRENSA/AP

Diálogos de genio y loco

Algunas visiones que el pintor tenía sobre la vida, el arte y los personajes de su época Ver Galería de fotos La política Soy uno de los raros artistas contemporáneos que siempre han rehusado pertenecer a un partido o a una agrupación política cualquiera. La historia constituye mi pasión porque es “la categoría” por excelencia, […]

  • Algunas visiones que el pintor tenía sobre la vida, el arte y los personajes de su época

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La política

Soy uno de los raros artistas contemporáneos que siempre han rehusado pertenecer a un partido o a una agrupación política cualquiera. La historia constituye mi pasión porque es “la categoría” por excelencia, mientras la política sólo es la anécdota efímera de la Historia.

El pintor. Considero que como pintor soy un artista mediocre. Mi mujer, Gala, me encuentra mucho más talento del que yo mismo me encuentro. Cuando me comparo con los grandes pintores del pasado, Vermeer, Velázquez, y hasta Gérard Dou, a quien acabo de descubrir en el Petit Palais, en la exposición del Siglo de Rembrandt, me considero una verdadera catástrofe artística. Pero sí, a la inversa, me comparo con mis contemporáneos, entonces, evidentemente, soy el mejor. No es que sea bueno. Pero los otros son tan malos que la comparación se revela imposible.

Inteligencia

Soy un monstruo de inteligencia. En una sociedad como la nuestra, sería peligroso que hubiera muchos Picasso y Dalí. Felizmente, no es el caso.

Lo lamento por mi pintura. Pintores mucho menos geniales que yo, por ejemplo Gérard Dou, pudieron ir mucho más lejos, a causa de su misma mediocridad. Eso me impresionó al ver, en el Petit Palais, el cuadro que representa La mujer hidrópica. La revelación de Dou es realmente el camino a Damasco de Dalí.

Definición de pintura

Fui el único, en pleno período surrealista que lo dijo: “La pintura es la fotografía en color al pincel”. Nada hay más surreal que la realidad. La existencia de la realidad es la cosa más misteriosa, más sublime y más surrealista que se dé. Pinté, dos veces en mi vida, cestas de pan. Creía que eran los cuadros menos surrealistas de toda mi obra, ya que sólo había cestas con pan adentro. Pero acabo de descubrir, leyendo a Michel Foucault, el sentido esotérico de la cesta. Ambas naturalezas muertas que, a mis ojos, en el momento en que las pintaba, no tenían ninguna trascendencia, quizás sean lo más surrealista que hice.

Los coleccionistas

Son personas que tienen un enorme sentido práctico. Aunque sólo se hable de arte abstracto, pretender que la fotografía reemplazó a la pintura… ¡Usted vio lo que pasó en Londres con la venta del Velázquez! Entre una fotografía, así sea la mejor, y un cuadro ultrafigurativo y verdaderamente pedestre como El esclavo de Velázquez, hay sin embargo una diferencia de 31 millones de francos.

Sus libros

En días o meses, puede que diga exactamente lo contrario de lo que acabo de decir. Así, durante cinco años, hablé mucho de hibernación.

Un día viene a verme el doctor Laborit y me dice: “Querido maestro, hablemos de la hibernación”. Le respondí: “Lo lamento, pero ya no me interesa”. Soy un poco como ese filósofo que preparaba su propia tumba, en Figueras. Quería un panteón extraordinario. Cada vez que veía a su contratista, le hablaba horas del asunto. Un día el contratista le dijo: “Señor, encontré el lugar ideal. Ante un paisaje maravilloso, sin tramontana ni humedad y, lo que es mejor, barato”. El filósofo responde: “Ya no me interesa”. Golpe teatral. “¿Por qué, pues?”, inquiere el contratista. “Acabo de reflexionar, —explica el filósofo—. ¿A qué todo esto, si no muero?”

Le Corbusier

Me pasó algo sorprendente a propósito de Le Corbusier. Un día que estaba en la estación de Perpiñán, me cruzó una idea por el espíritu: “Le Corbusier, la inteligencia más pesada del mundo, está ahogándose”. Lo comuniqué al señor Pagés, inventor de la antigravitación, con quien acababa de encontrarme. Justo en ese momento llega un periodista que me hace saber la muerte de Le Corbusier. Ahogado. Entonces, de inmediato, encargué un manojo de flores.

Después, todos los años las hice llevar a su tumba. Estoy seguro de que es el único ramo de flores espléndidas que él recibe. Soy muy gentleman. Ni bien muere uno de mis enemigos, lo tapo de flores. Para que, si realmente está en alguna parte, trabaje para mí.

Raymond Roussel

Según mi parecer, el mayor genio es Raymond Roussel, es decir, exactamente lo contrario de Julio Verne. Considero a Julio Verne uno de los cretinos más fundamentales de nuestra época. Embarcó a la humanidad en las chiquilinadas… Empezando por la conquista del espacio, donde no hay absolutamente nada que encontrar, ya que todo el Universo converge hacia la Tierra, y la Tierra es el único planeta donde se manifiesta ese fenómeno inaudito que se llama vida. ¿Para qué conquistar la Luna si, inclusive en nuestro planeta, hay muchos terrenos que no valen nada? La única sección importante de la Tierra es, en definitiva, la región comprendida entre Figueras y Tolosa. Pero inclusive allí hay realmente muy pocas cosas que valgan la pena. Todo lo importante está concentrado en los alrededores de la estación de Perpiñán.

Las fiestas

Creo que la vida debe ser una fiesta continua. Estoy contra Descartes porque era un señor que pensaba. Yo jamás pienso, juego. El hombre a quien más detesto en el mundo, se lo voy a decir, es Auguste Rodin. Porque es el autor de una escultura abominable que representa a un pensador, la cabeza apoyada en una mano. En esa posición nunca se puede crear. Ni defecar. Sólo se puede crear a condición de jugar. Los mayores cornudos de todos los tiempos son personas como Rodin, Descartes y, sobre todo, como Karl Marx. Ahí tiene un tipo que pasó no sé cuántos años escribiendo El Capital. Todo lo que dijo es el revés de la realidad. Entre otras cosas, predijo la lucha de clases: ya no las hay porque las clases desaparecen. Por el contrario, él no había previsto la verdadera lucha de nuestra época, es decir la lucha de las razas. Sobre China, Japón, Israel, el mundo árabe, etcétera: nada, ni una palabra. Eso no tiene nada de sorprendente. Karl Marx, como Descartes, era un individuo de tipo respiratorio. Los digestivos son de tipo mucho más interesante. Para mí, la fiesta es el fuego de artificio constante. Es encontrar a gente a quien se ve muy poco, decirle cosas que la influyan, hacerla cambiar de opinión, trastornarla, cretinizarla, volverla más inteligente. Embellecer a los feos y afear a los bellos. Es manipular a la gente de mi época divirtiéndola.

El único surrealista

Soy el único surrealista verdaderamente salido del romanticismo. Los otros, con su romanticismo, provocaron todas las catástrofes. La invasión de Hitler es el producto del surrealismo, la revolución de mayo de 1968 también. Yo soy el único surrealista clásico que vive cerca del Mediterráneo, en regiones claras, mientras que todos los demás están enmarañados por el romanticismo alemán.

Hitler

En pleno surrealismo, yo decía a los surrealistas: “Si son surrealistas, si aman el romanticismo, y sobre todo el romanticismo alemán e irracional, entonces amen a Hitler, que es un loco, un ser delirante total”. En esa época, yo mismo soñaba con Hitler, estaba apasionado por la espalda de Hitler. De igual manera, en otro momento, estuve apasionado por Lenin. Hitler me parecía tener una espalda muy comestible. De haber podido, hubiera extraído de la espalda de Hitler una porción, como una porción de queso. La vaca se ríe. Seguro, esa era una reacción puramente irracional y surrealista. Yo había previsto el fin de Hitler con dos años de adelanto. Lo anuncié en una novela. Era verdaderamente ineluctable. Porque él era un puro masoquista. Sólo había emprendido toda esa acción wagneriana con la meta inconsciente de perder o morir.

Libertad sexual

Es muy mala, de todo punto de vista. La mayor cretinización —y empleo una vez más la palabra en un sentido no peyorativo— es caer enamorado. Porque entonces, uno babea como un cretino. Ahora, con la promiscuidad, no hay posibilidad de enamorarse. Creo, por lo demás, que se va a volver a cierta forma de amor cortés. Se pasará de la licencia total a un período de castidad. Una última palabra, Salvador Dalí. ¿Es un hombre feliz?

Usted vio perfectamente que durante esta charla no me aburrí un segundo… Sobre todo, no olvidé añadir un poco de confusión en el texto si las cosas aparecen demasiado claras…

Publicado en L’Express, el 6 de abril de 1971.

La Prensa Literaria

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