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“Combatir la pobreza, construir la paz”

“Es necesario reflexionar sobre las raíces profundas de la pobreza material y por tanto también sobre la miseria espiritual que suscita la indiferencia del ser humano hacia los sufrimientos de sus semejantes”. (Oficina de Prensa de la Santa Sede) Un próspero empresario nicaragüense, en la década de los ochenta, le preguntaba a su madre: “Mamá, […]

“Es necesario reflexionar sobre las raíces profundas de la pobreza material y por tanto también sobre la miseria espiritual que suscita la indiferencia del ser humano hacia los sufrimientos de sus semejantes”.

(Oficina de Prensa de la Santa Sede)

Un próspero empresario nicaragüense, en la década de los ochenta, le preguntaba a su madre: “Mamá, ¿no tendremos nosotros los ricos, hasta cierto punto, culpa de la desgracia que ahora sufre nuestro pueblo?”.

Sin duda alguna la injusticia social representa uno de los factores que origina la pobreza material de un pueblo, por lo que la Iglesia se opone con suma energía y claridad, conforme su Doctrina Social, a la explotación del hombre por el hombre, del hombre por el Estado, al capitalismo salvaje, a la revolución salvaje, a todo sistema salvaje y a todo salvajismo que atenta contra el hombre.

Sin embargo, no se puede achacar únicamente a los ricos la causa de la miseria, como piensan algunos marxistas y resentidos sociales.

Una amiga me contaba que su hermano, dueño de una fábrica industrial, aplicando la doctrina social de la Iglesia, pagaba elevados salarios. Pero, ¿qué pasó? Que los obreros se dedicaron a malgastar el dinero en borracheras y otros vicios. Desde luego, los hogares de estos hombres no constituían un oasis de paz. Como explicaba un conductor de taxi, padre de cinco profesionales: “Este trabajo da para vivir, pero si uno no es un mujeriego, parrandero y jugador”. En el hogar de este hombre responsable sí se respira mucha paz.

La pobreza puede también ser producto de un estado mental. En tal caso se es pobre por decisión propia, por falta de aspiración o conformismo… Y, por lo visto, obedece también a un problema moral. Muchas familias mejoran en forma notable económicamente al convertirse a Dios el jefe del hogar o la pareja matrimonial. Lógico. La verdadera conversión implica una juiciosa administración de los bienes a favor, en primer lugar, de la familia.

“Desde que me entregué a Dios reina la paz en mi casa”. Al llamarnos a la conversión la Iglesia nos conduce de la responsabilidad hacia la paz. La conversión vence la pobreza.

En Nicaragua falta una cultura de responsabilidad para combatir la pobreza y alcanzar la paz. Cuando ésta logre imponerse, descubriremos el punto nuestro en ese “hasta cierto punto” que nos envuelve a todos.

Religión y Fe

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