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Alicia Rivas

“Alicia Rivas y su pintura de corazón abierto”

Alicia Rivas imprime en sus cuadros el uso de colores en grandes planos caracterizados por la impresión de fuertes trazos. Sus temas favoritos están motivados por temas sociales que denuncian desde la inestable y frágil humanidad, perdida en la violencia e indigencia, hasta el registro de un enigmático mundo de sueños y pesadillas. Su temática […]

Alicia Rivas imprime en sus cuadros el uso de colores en grandes planos caracterizados por la impresión de fuertes trazos. Sus temas favoritos están motivados por temas sociales que denuncian desde la inestable y frágil humanidad, perdida en la violencia e indigencia, hasta el registro de un enigmático mundo de sueños y pesadillas. Su temática social y el de su onírico pintado parece ser el mismo.

Alicia Rivas toma de pretexto la figura y la supuesta referencia a la anatomía humana, para dar rienda suelta a la danza en el espacio de una serie de áreas casi informes, donde el color es protagonista, como en Autorretrato, óleo sobre tela (84 x 66 cms). Formas, que por su luminosidad y gradación traen y llevan, ante nuestros ojos, un mundo subrayado por su espacialidad. Conjugación de elementos plásticos para principalmente describir la entelequia de lo oculto, a la vez que conecta su fondo, en un todo armónico.

Un recorrido por la obra de Alicia Rivas nos lleva una relación de personajes, entre la fantasía y la realista actuación tamizada de mitologías personales. Sus pinturas denominadas pesadillas, las que al igual que sus otras pinturas parten de una pintura de corazón abierto o ingenuismo, término conocido en Nicaragua como primitivismo, enseñan especies de centauros y centauras, partes de seres humanos y animales evidenciando sus órganos sexuales, de distorsionada anatomía. Pesadilla I óleo sobre tela, (141 x 62 cms) año 2008,.

A la descripción técnica de su obra se le suma la armonía por contraste de colores brillantes, en relaciones reversibilidad de figura y fondo, que logra de forma instintiva. Fondos y figuras en su obra alternan en los primeros planos. Esto contrasta llegando a impactar al espectador porque sus apariencias muestran escenas realistas sombrías, temas progresivamente extraños. Todo en una especie de carnaval probablemente influido por “Los Ahuizotes” o “El Toro Venado”, nicaragüense, con sus descarnados relatos llenos de sarcasmo. Sin apartar la pesadumbre de un Rubén Darío, ensimismado en lo fatal, que retoma como asunto pictórico.

Lo grotesco en la obra de Alicia Rivas se torna de vez en cuando en bellas sutilezas surgidas del subconsciente, sin mayor explicación. Como en su Diálogo, óleo sobre tela, (100 x 130 cms), año 2008. Aquí tres aves que anidan en la cumbre de un imposible, parecen emprender una larga conversación. Aves inventadas en su especie y género, pero muy bien definidas en la ubicación de su ambiente: los sueños. Lo grotesco en la obra de Rivas es claro, nos lleva al enigma, pero no nos empuja al terror. La vista se deleita más bien en los colores del entorno, que también parece estar vivos.

Las obras de Alicia emparentan por su temática, con las escandalosas pinturas del pintor belga del siglo XIX: James Ensor (1860-1949), y han de gustar a pesar de su no complacencia y probable falta de interés por la aceptación y el aplauso. Sin embargo, la propuesta de Alicia Rivas como pintora ya ha sido reconocida en Nicaragua, en el año 2006, su obra Oarystis, acrílico mixto sobre tela, fue la obra ganadora del primer lugar del Certamen de Pintura Armando Morales 2006, que realiza el Banco Central.

El estilo de Alicia Rivas es más bien ecléctico. Predomina un neoexpresionismo, mezclado con toques neosurrealistas, que contrasta con lo académico. Se puede decir que no tiene escuela. Mas sus obras “de corazón abierto” constituyen su encanto. En el retrato de su mundo personal, la fotografía de inquietudes, de alucinaciones, de acuciantes temas sociales, se refleja un proceso donde la pintura aparece en el mismo momento en que se elabora. Un tema que le motiva, le lleva en el proceso a otro asunto. Obteniendo al final en una especie de artilugio, la obra.

En la realización de una pintura, va de una serie de aproximaciones sucesivas a su consecución final. Por ejemplo del interés por reproducir la vida de indigentes en la calle o la violencia sexual citadina, a escenas íntimas que enjaula en nocturnas escenas de oscura afición, como en La vecindad, óleo sobre tela, (84 x 128 cms), año 2008 o Managua de noche, óleo sobre tela, (130 x 100 cms), año 2008. En este último su pintura se puebla de enanos, gigantonas y otras figuras patrimoniales más allá de los cuentos de camino, que bailan a los parroquianos y bohemios de bares del trasnochador capitalino del siglo XXI.

En sus pinturas hay gatos que persiguen perros, caballos en el aire, grandes pájaros en la copa de los árboles, formas de diferente significado, lunas en el suelo, cabezas de caballos con cigarros encendidos, todos unidos por sus relaciones plásticas, hemos de sumarle su alusión al mundo del espectáculo, trapecistas, saltimbanquis, sombreros de mago, conejos y cajas. Sin excluir la misma autora como un personaje por sacar debajo de su piel ese mundo personalísimo, como para construir nuevos mitos.

El misterio muchas veces se liga por el tema y el color a sus formas en metamorfosis, en una atmósfera inquietante marcada por cierto erotismo. Su obra El grito, óleo sobre tela, (84 x 128 cms), año 2008; está muy marcada por su colorismo, pero tiene claras connotaciones sexuales. Una boca roja, un color de pitahaya en el ambiente, la sensualidad mezclada con una expresión que desgarra y se ahoga como un alarido pintado en una almohada, mientras unas figuras de verde dispersas en sus partes se aman o desenfrenan en desesperada lucha.

En su obra La naturaleza y sus elementos, óleo sobre tela, (63 x 80 cms), año 2007; agua, tierra, aire y fuego danzan alrededor de una especie de brújula que señala en el mundo los cuatro puntos cardinales. Aquí están las contradicciones de los contenidos de la materia puestas en tregua por la energía del pincel en el ámbito del lienzo. Otros temas como el mar y otras formas del paisaje como en Ritmos, óleo sobre tela, (65 x 85 cms), año 2008; trabajo que en principio ya vale por su brillo y sentido de composición, arrojan indicios de sus retratos de una naturaleza viva como un organismo.

Ésta es la primera exposición personal de Alicia Rivas. Sus obras nos pueden decir más de lo que vemos. Sus pinturas son algo más que para ser contempladas. Ellas, sus pinturas, son especies de interlocutores que abren un diálogo con el espectador, cuando éste deja entrar su mirada en las superficies de sus colores. Cuando la mirada se mete en esas superficies de pinceladas, muchas veces llenas de cortas y fragmentadas pinceladas que nos llevan al lugar donde pueblan las alegorías. Éste es un importante paso para Alicia Rivas. ¡Enhorabuena!

La Prensa Literaria

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