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El protagonista de la Isla de la fantasía. LA PRENSA/AP

Ricardo Montalbán: una vida en dos mundos

La carrera de Ricardo Montalbán (nacido en Ciudad México en 1920; muerto el 14 de enero recién pasado en Los Ángeles, California), refleja las tendencias del cine estadounidense en una época de grandes cambios. Después de alguna experiencia en el teatro de Broadway, inició su carrera cinematográfica en su país natal, en películas como Santa […]

La carrera de Ricardo Montalbán (nacido en Ciudad México en 1920; muerto el 14 de enero recién pasado en Los Ángeles, California), refleja las tendencias del cine estadounidense en una época de grandes cambios. Después de alguna experiencia en el teatro de Broadway, inició su carrera cinematográfica en su país natal, en películas como Santa (1943), con Esther Fernández, y Los cadetes de la naval, con Abel Salazar.

Durante la Segunda Guerra Mundial Hollywood perdió el acceso a los mercados europeos, por lo que reorientó su estrategia internacional hacia Latinoamérica con películas de temas iberoamericanos y contratando actores de ese continente, como la brasileña Carmen Miranda (nacida en Portugal), que representó el arquetipo de la latina fogosa y extrovertida.

Este auge de los “hispanos” en Hollywood se prolongó hasta comienzos de la década de 1950. Luminarias del cine mexicano como Arturo de Córdoba (Nueva Orleáns, El pirata y la dama), Pedro Armendáriz (Fort Apache, Diana de Poitiers) y Dolores del Río (cuya carrera se inició en Hollywood, en la época del cine mudo), hicieron cine en Estados Unidos.

La primera película de Montalbán en Hollywood fue Fiesta (1947), de ambiente taurino, en la que hace el papel de hermano gemelo de Esther Williams, con la que coprotagonizó, dos años después, La hija de Neptuno. En su etapa inicial, Montalbán (que medía 6 pies de estatura y además de actuar, bailaba y cantaba) fue promocionado como amante latino y en varias películas formó pareja de baile con la escultural Cyd Charisse (En una isla contigo; Me besó un bandido). Ambos intervinieron en Sombrero (53), producción estadounidense, filmada en México, en la que Montalbán canta Cartas a Eufemia, que Pedro Infante había popularizado en El enamorado y Un rincón cerca del cielo.

Además de sus películas musicales, Montalbán logró interpretar roles protagónicos de corte dramático en películas de mediano presupuesto, siendo la más importante Mercado humano (Border Incident; 1949), sobre la explotación de trabajadores ilegales. Fue un inmigrante boxeador en Cruce de derecha (1950) y un imponente cacique indígena en Más allá del ancho río (1951), con Clark Gable y María Elena Marqués, en la que hizo gala de su excepcional contextura física.

Montalbán, como casi todos los actores y técnicos del Viejo Hollywood, trabajaba bajo contrato de exclusividad para uno de los grandes estudios, en su caso personal, la Metro Goldwyn Mayer (MGM). Cuando el auge de la televisión generó el desplome del sistema paternalista de los grandes estudios, dando paso a un entorno de producción mucho más descentralizado y competitivo, se cancelaron paulatinamente todos los contratos y muchos actores se vieron de pronto lanzados al vacío. Cuando los escenarios del lote trasero de la MGM (cuya marca es un león que ruge) fueron derribados para construir un lote de aparcamiento, Montalbán se lamentó: “Yo pensaba que ese león iba a rugir para siempre”.

Como casi todos los grandes actores de su época (Loretta Young, Shirley Temple, Dick Powell, Doris Day, Charles Boyer, Robert Taylor…), Montalbán se pasó al “enemigo”, dedicándose de lleno a la televisión, pero sin abandonar por completo el cine. Intervino en casi todas las series famosas de la televisión (La ley del revólver, Bonanza, Ben Casey, Columbo, Los Colbys…) y en muchos teledramas de una hora de duración (en Nicaragua, a mitad de la década de 1950, varios de sus teledramas se pasaban por televisión bajo el título de Foro 7).

El mejor teledrama que protagonizó fue Operación Cicerón (1956), versión televisiva de la película Cinco dedos (1952), sobre el valet del embajador del Reino Unido en Turquía, que espía para los nazis. Debido a que el valet es un inmigrante que se siente despreciado por la sociedad británica, Montalbán hace más verosímil el personaje que James Mason en la versión cinematográfica, con aspecto de inglés de clase alta. En Operación Cicerón, la condesa que ayuda al valet es María Riva, hija de Marlene Dietrich.

Promotor de causas sociales, el actor se mantuvo activo hasta poco antes de su muerte (a pesar de una lesión en la espina dorsal) en la TV, el teatro y el cine. Interpretó papeles secundarios en películas como el clásico filme de guerra de William Wellman, Sangre en la nieve (1949), La rebelión de los gladiadores (1958; de Vittorio Cottafavi), Sayonara (1960; como actor japonés del teatro kabuki), Que nadie escriba mi epitafio (1960), Aventuras de un hombre joven (1962; según cuentos de Hemingway), El ocaso de los Cheyennes (1964, de John Ford, con Gilbert Roland, Dolores del Río y Sal Mineo) y La conquista del planeta de los simios (1972).

A diferencia de Arturo de Córdoba, Armendáriz y del Río, que regresaron a México donde hicieron sus mejores películas, Montalbán, casado durante 63 años con Georgina Young (hermana de Loretta), permaneció en Estados Unidos. Su acento mexicano y una cierta afectación teatral en su estilo de actuar (que también caracterizaba su forma de hablar en la vida real) limitaron su carrera. Aunque su carácter étnico lo hizo indispensable a lo largo de los años para cierto tipo de papeles.

Hoy se le recuerda sobre todo por la serie de TV, La isla de la fantasía (1978-1984), junto a Hervé Villechaize (“¡El avión, el avión!”); y por su rol de villano intergaláctico en la película cinematográfica, La furia de Khan (1982), segunda parte del episodio Semilla espacial (1967) de la serie Viaje a las estrellas. En ambas ocasiones, Montalbán fue Kahn Noonien Singh, un supermán genético, enemigo a muerte del Capitán Kirk (William Shatner).

Hombre de gran sensibilidad humana, se mostró sumamente agradecido cuando recibió un Emmy por su trabajo de jefe sioux en la serie de televisión La conquista del Oeste. Pero nunca se le vio más genuinamente emocionado que cuando, en una presentación en vivo, recibió de forma imprevista el reconocimiento de un grupo de niños lustrabotas del D.F. que lo consideraban su actor favorito.

La Prensa Literaria

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