La poesía me ve de reojo
en mi día tropezando ignorada.
(Yo no quiero ver ni sentir nada.)
Comiéndome las uñas mordisqueo la ansiedad por el costado
metida en el clóset más solidario
de la culpa. A oscuras, muda,
musitando los pros y los contras
más una lista larga de razones
para seguir en las oscuras,
solitaria. ¡A salvo de la culpa,
siendo yo tan propensa a los errores!
Este palpitar que no cesa es lluvia de culpa que cae cansada,
cansada de silencio y de vergüenza. Irrevocablemente,
la culpa llega algún día a inundar la citadela de los espantos
evitados por tan largo tiempo ¡Y yo que me pensaba a salvo
bajo ese impermeable de silencio! Ahora, arrepentida,
me aborrezco por haber callado y más aún por, al fin, haber hablado.
Mi culpa el silencio, mi culpa el grito.
Es mi culpa; todo. Yo me culpo por ser lo que soy y de lo que fui,
y de lo que no he podido ser, más de lo que seré, me culpo.
Porque todo es mi culpa y siempre lo ha sido; me culpo…
En resumidas, ser culpohólica es perder, no importa cómo juegues…
Diana Dimitrova Katzeva.Nació en Bulgaria en 1972, vivió muchos años en Nicaragua, en Uponic obtuvo su título de licenciada en Derecho. Desde 1999 vive en los EE.UU. He terminado una maestría en Pedagogía. Enseñanza de Inglés como segundo idioma.