1.
Hechos con las manos del enterrador
y el pecho de una madre en las alcantarillas,
nos dobla el escombro y la desolación,
ángeles mundanos o fósiles encogidos en los zapatos,
hemos sido los muertos que hacen el amor
multiplicándose
cuerpo a cuerpo en la primicia del vacío.
Hinchamos morgues enteras y formularios.
Aturde el bienvenido rumor del cielo de los muertos,
cielo en demasía,
desfile blanco, escayolado y húmedo.
Ayer había venganza de la torre desfigurada,
pero está un mausoleo abierto
contra la lengua bárbara,
la voz políglota de los clarividentes batiéndose
en los disparos de Babel embrutecida,
el corazón en cataclismo.
La humanidad corre
antes de ser barrida en edificios de trapo:
¡Traigan la tropa de regreso,
pongan fin a esta guerra!
Discuto con el hombre que avasalla la paciencia,
convoco al prisionero con sus plumas yertas.
Lleva días que no está bien.
No tiene edad.
No pasa.
No pide volver.
No pide esperar.
No pide.
2.
Que en ti mire el Gólgota no es asombro,
aún nos queda el hambre con púas,
un gatillo cargado de sacrificios
en la noche insomne.
Una hoz persigue las horas
y empeñas el alma al hundimiento
en un planeta recio, absorto
en su inútil propensión de fiera.
Trescientos sesenta y cinco días
son trescientos sesenta y cinco días:
la edad con edades de muerte.
El día de morirse es uno, extendiéndose
detonado desde el principio.
Así es tu gesto de especulo abierto
una mañana frente al televisor.
Parto frío abrir los ojos,
desnudarse como siempre.
3.
Reseca suerte, toda llena de artefactos de sangre y furor,
falsos profetas los del fuego, apenas gobiernan
ya embisten con frases de odio, su canción de cuna
en vela sobre viudas y huérfanos fugitivos
con reciente dolor, recogidos en las derrotas
tan flacos, con el cuerpo vacío y a medio romper.
Se cubre el polvo sobre el polvo
en ciudades que duermen con sirenas
y no despiertan jamás.
4.
Han enviado a los ejércitos a prometer victorias
y pasan meses, años, siglos de fuego
con denominaciones espléndidas
y es polvo la esencia de la muerte.
La tierra es máscara que abriga,
en el descampado la tumba es la misma.
Ves que acelera el curso profético,
Caifás con un juicio al inocente, valga decir
al presente de cruces sin paradero.
Postergan su cordura los caminantes,
en el cuarto de hora prisioneros,
y los muertos no resucitan.