Frank Chipasula
Los han tenido congelados, pero podridos, desde 1983
cuando podían haber dañado a una cabeza calva.
Pero los cuidaron para una buena lluvia
una lluvia perfecta de tomates podridos y el magnífico
granizo de huevos duros, o simplemente huevos viejos
almacenados para ese torrente desencadenado
desde las oscuras nubes de su ira reprimida.
Sabían que tenían que responder a las mentiras con esa lluvia podrida,
han sido pacientes y esperaron treinta y tres años,
la edad de Jesús, brindando mejillas y nalgas a bofetadas y bastones,
para librar el aguacero torrencial
sobre las petrificadas y perennes mentiras que él
conjuró
Además los querían bien podridos, añejados
para que lograran la salpicadura más hedionda
¡al aterrizar en el amplio aeropuerto de esa nariz!
¿Cómo vamos a reprocharles por querer empaparlo
en el hedor de bien añejados, fermentados, sabios huevos?
¿Acaso no les enseñó él tanta violencia con sus palabras asesinas?
Una canción en primavera
Para Masauko
Mi canción danza en el círculo
de su propia luz:
Mira sus pies florecer
mientras danza una canción distante.
Mi hijo danza, camina sobre el sol:
¡Ha atrapado el sol en la palma de su mano!
Frota el sol con sus dedos
sus dedos florecen, sus dedos son
el sol que capturó, son la flor
que él hace ondular cuando danza en el círculo
de su propia luz
de su propio sol.
La borrasca
Para James
La lluvia lavó el abrigo del viento,
desempolvó la nariz de la montaña,
le lamió la sangre de su pico,
y enjuagó los aceites de pescado por el camino.
Aquí el camino que nos dejara atrás
se detuvo y aguardó por nosotros, nos preguntó
dónde habíamos estado
mientras desollaban la tierra.
Entonces el camino, desafiando la lluvia,
se escurrió entre montañas,
dejándonos asombrados imaginando
hacia dónde el delgado camino nos conducía.
Y nos preguntamos dónde había estado la lluvia,
esta lluvia que dejó gotas de sueño
en nuestras palmas para seminar la tierra de nuestros corazones.
Bajo los aleros del cielo posamos
nuestras mentes abiertas y las llenamos
con la pureza que caía del cielo.
Lluvia de tomates podridos
Los han tenido congelados, pero podridos, desde 1983
cuando podían haber dañado a una cabeza calva.
Pero los cuidaron para una buena lluvia
una lluvia perfecta de tomates podridos y el magnífico
granizo de huevos duros, o simplemente huevos viejos
almacenados para ese torrente desencadenado
desde las oscuras nubes de su ira reprimida.
Sabían que tenían que responder a las mentiras con esa lluvia podrida,
han sido pacientes y esperaron treinta y tres años,
la edad de Jesús, brindando mejillas y nalgas a bofetadas y bastones,
para librar el aguacero torrencial
sobre las petrificadas y perennes mentiras que él
conjuró
Además los querían bien podridos, añejados
para que lograran la salpicadura más hedionda
¡al aterrizar en el amplio aeropuerto de esa nariz!
¿Cómo vamos a reprocharles por querer empaparlo
en el hedor de bien añejados, fermentados, sabios huevos?
¿Acaso no les enseñó él tanta violencia con sus palabras asesinas?
Las tres primeras noches
La primera noche robó el sueño de mis ojos;
la segunda noche robó los sueños de mi sueño;
la tercera noche me amarró a una estrella.
*Referencia a mi regreso a Malawi tras 20 años y medio en el exilio.
Traducción de Omar Pérez