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Mis poemas son unas miserables bestezuelas

Para Orlando Sobalvarro Mis poemas son unas miserables bestezuelas que han arruinado mi vida con una cadena perpetua. Me rompen y no puedo recoger mis pedazos. Hacen que mi corazón sea un pozo cavado con martillo, me ponen el viento a mi espalda, me obsequian su ojo sangre y el clavel de sus labios y […]

Para Orlando Sobalvarro

Mis poemas son unas miserables bestezuelas

que han arruinado mi vida con una cadena perpetua.

Me rompen y no puedo recoger mis pedazos.

Hacen que mi corazón sea un pozo cavado con martillo,

me ponen el viento a mi espalda,

me obsequian su ojo sangre y el clavel de sus labios

y riman lo que me dan y lo que me quitan.

Mis poemas han hecho que mi corazón no sea confiable ni culpable

y que mi ambición sea más débil que mi esperanza,

que mi razón sea una película velada

que está de acuerdo con no estar de acuerdo;

que demonios imperfectos derramen sobre mí su sangre falsa

y que busque respuestas y sólo encuentre preguntas.

Sin embargo, también por esas miserables bestezuelas

no he amado a nadie que no mereciera ser amada

y han empujado mi mano para lanzarles rosas, agua de lluvia,

letras de molde y corcheas estrujadas.

Pero creo que me quitan más de lo que me dan,

porque cuando mi cabeza está bien mi corazón está mal

y cuando mi corazón está bien me convierto en un viejo actor loco

que defiende Camelot con una espada de cartón

y me sale la Virgen en bicicleta

y no duermo ni de día ni de noche haciendo flores de humo

como un adicto a la agonía.

Entonces las miserables bestezuelas

vienen como manchas de tinta de un espíritu agotado

para meterme poemas ásperos en los bolsillos

y encuentro que es fácil mentirme a mí mismo

y se me borran las casitas de las estrellas en el cielo.

La Prensa Literaria

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