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Sentimiento de verano

Es fuerte, fuerte es el viento y el calor que corre en este verano. El resol de la tarde me deja un aroma seco y penetrante. Un híbrido rescoldo o un gusto chamuscado o dejado por ahí. Y es que al final del día siento precisamente eso, tengo la tentación a quemado o incinerado en […]

Es fuerte, fuerte es el viento y el calor que corre en este verano. El resol de la tarde me deja un aroma seco y penetrante. Un híbrido rescoldo o un gusto chamuscado o dejado por ahí. Y es que al final del día siento precisamente eso, tengo la tentación a quemado o incinerado en alguna parte, y me digo, que la mañana se acaba de encender. El mediodía es una llamarada, y la tarde una torre que se termina de incendiar dentro de la laguna-azur de la conciencia.

Siempre es caliente el estío para mí. Lleno de ángeles, musas e imaginación, porque los impetuosos polvazales, y los alegres remolinos de hojarasca me hacen sentir parte de ella. Todo se vuelve una salvaje borrasca, que se me pega como el polvo al sudor, el pensamiento a la palabra, o el falo a la flor.

Hace calor aquí en mi corazón. Y las mañanas se me hacen frágiles, tontas, cortas y angostas y llenas de pasión, y se me terminan consumiendo con el tiesto y tibio anhelo del mediodía, o en las febriles tardes que se alejan y ven caer las hojas surrealistas de la soledad, la sed onírica del indigente, y las fantasías de los niños y los pájaros flecheros que pululan en los revueltos parques de la capital, en donde los novios son espejos del espejismo. Pétreas hiedras o esculturas de sierpe, y que te dan la impresión de que se repiten entre sí. “Porque soñamos hoy con esta sublime manzana veraniega que nos gasta cada día que nos amamos…”

Las noches son más largas, negras y ardientes en este viril deseo que siento cuando tú no estás junto a mí. Extraño tus entrañas y también tus cónicas, pero sobre todo ese olor sensual y níveo de tu apacible templo que me recuerda al TAJ Mahal.

En los aguaceros-metafísicos de mi sopor, un día te miré llegar volando en forma de alondra, y que por orden del arcángel Gabriel, o casi como Dios, te convirtió en una Nube de Luz, para poder habitar en mi pecho, y así poderte alcanzar. Y a veces me pregunto por qué será que sueño tanto con tu bello rostro como si fuera un poético cuento o una delicada y gloriosa canción. Y la única respuesta que encuentro es la imagen paradójica de tu desnudo y bronceado cuerpo tendido en la arena crepuscular.

Caen soles, se gotean lunas tropicales en la playa-seducción y al fin se suda el coito aletargado y deshojado por el cálido y pasado tiempo.

Se nos moja el pensamiento mirando caer el telón de esta oblonga temporada, en donde el borrascoso sentimiento lo hice para emanciparme de tu amor, porque es fuerte el amor. Como el viento y el calor de esta soleada estación.

Si miro caer una estrella en el mar le voy a poner tu nombre.

Natividad Sánate.

La Prensa Literaria

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