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Do Quijote inmortal. José Vela Zanetti, 1980. LA PRENSA/ARCHIVO.

Don Quijote el héroe de la Mancha

Don Quijote de la Mancha el amante se consideraba un prisionero de la amada. Él sufría con el martirio y se gozaba en su dolor. En esta batalla el amante rinde su libertad, renunciaba a su libre albedrío y al dominio de sí mismo En El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la inmortal […]

  • Don Quijote de la Mancha el amante se consideraba un prisionero de la amada. Él sufría con el martirio y se gozaba en su dolor. En esta batalla el amante rinde su libertad, renunciaba a su libre albedrío y al dominio de sí mismo

En El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la inmortal novela de don Miguel de Cervantes, se entrecruza una vasta cantidad de textos, no sólo los libros de caballerías, sino la novela sentimental, la morisca, la picaresca, los refranes, los romances, la poesía española, las diversas corrientes renacentistas, los sucesos del pasado histórico de su Patria y los de la época que le tocó vivir.

Abordaré dos discursos que considero muy importantes: el discurso del amor cortés y el tópico del viaje del héroe. El amor cortés característico de los trovadores, lanzado por estos arqueros medievales, va a traspasar todo el siglo XVI y gran parte del XVII. Esta lírica que arranca de la Edad Media abarca la poesía de Garcilaso de la Vega y se prolonga hasta la época del Siglo de Oro con Santa Teresa, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y de Miguel de Cervantes, quien saboreó este delicioso licor.

En la segunda parte me referiré al tema del viaje del héroe, pues desde mi perspectiva ciertas características están presentes en el itinerario de Don Quijote. El marco de referencia de este trabajo tiene como fuente principal los estudios de Otis Green España y la tradición occidental y Allegory of Love de C. S. Lewis y el segundo en la excelente obra An Hero with Thousand Faces de Joseph Campbell y Morfología del cuento maravilloso del ruso Vladimir Proff.

Es necesario mencionar que en los siglos XV, XVI y XVII diversas corrientes poéticas confluyen ya que, tanto en España como en Italia, el ambiente renacentista estaba imbuido del espíritu neoplatónico tan decisivo en la lírica de Francesco Petrarca y Garcilaso de la Vega. Asimismo, en la poesía cancioneril, cuyo origen se remonta al siglo XV, se encuentran fórmulas trovadorescas de los siglos XI y XII, que conservan ecos de la lírica musulmana. El llamado “amor cortés”, propio de los trovadores, ha ocasionado varias definiciones y explicaciones y no es mi propósito discutir este asunto. Lo esencial es que tanto el “amor cortés” como el neoplatonismo formaron un sistema ontológico que dio paso a lo que se denominó el “eros” y el “logos”, es decir, el amor destructivo y el amor benéfico. De ello resultaba la dualidad platónica del bien y el mal. Cabe agregar que el corpus de la poesía de los cancioneros españoles del siglo XV se basa en un canon que va a ser utilizado tal y como fueron codificadas por los poetas conocidos o anónimos de siglos pretéritos. De acuerdo con este canon, la naturaleza del amor entre hombre y mujer, desarrollada por los trovadores provenzales, se fundamentó en ciertas convenciones que podemos reducirlas a cinco: el primero se refiere a la fuerza ennoblecedora del amor, el cual está divorciado de la posición física, pero con el deseo de alcanzarla. Dice Otis Green: “El amor cortés es practicado por gente de categoría y considerado como fuente de toda virtud y bien. Ante todo y sobre todo es un amor basado en una filosofía de la belleza física, cuyo propósito es la contemplación de la belleza de la amada” (97). Se trata de un amor imposible y puro de mentes y corazones y que resiste la tentación de convertirse en un amor mixto: cuerpos y corazones. El amor cortés resulta una abstracción, pues no se contempla la idea de matrimonio y tampoco exige recompensa. De acuerdo con la filosofía de Marcelo Ficcino, se podía sentir celos y dolor (contrario a la filosofía de Platón) y hasta permitía el contacto físico de besarse y tocarse las manos. Por su parte, en el amor platónico, no sensual, el amante al contemplar la belleza de la criatura amada, alza sus ojos a Dios. La belleza de la dama enciende la llama amorosa. De acuerdo con esta convención literaria, el amor entre hombre y mujer forma parte de la armonía platónica universal. Las esferas celestes afectan a la humanidad con la belleza de sus cantos y revoluciones determinando las influencias que presiden el nacimiento de cada persona. La belleza se consideraba como fuente de virtud. Había tres formas de contemplar las bellezas de este mundo: con los ojos del cuerpo, con los ojos del filósofo y con los ojos del hombre espiritual, que descubre en todo analogía y sentidos místicos.

Segundo, en esta lírica amatoria el amor está en perpetua lucha con la razón. Esta clase de amor significaba una sublimación del sentimiento, ante la pasión, la razón retrocedía. El amante se consideraba un prisionero de la amada. Él sufría con el martirio y se gozaba en su dolor. En esta batalla el amante rinde su libertad, renunciaba a su libre albedrío y al dominio de sí mismo. En tercer lugar, la amada se elevaba a un plano de preeminencia. Al no ser correspondido, el amante se consideraba un siervo que estaba al servicio de su señora. El amor por ella era un deseo insaciable y siempre creciente. Por su parte, la amada es fría e indiferente, de corazón empedernido. Recordemos aquellos versos de Garcilaso en la Egloga Primera: “Oh, más dura que el mármol a mis quejas / y al encendido fuego en que me quemo / más helada que nieve, Galatea”. Una cuarta característica consiste en que el sentimiento amoroso se consideraba como una religión. El amor a la dama se igualaba con el amor a Dios, el amante se encomendaba a ella, como lo hace Don Quijote antes de emprender una aventura: “¡Por Dulcinea!”, es su grito de batalla. Se caía en una irreverencia e incluso se llegaba a la blasfemia. Y la quinta característica era la petición de un galardón, que implicaba la unión emocional o intelectual, excepto la posesión sexual.

Con el “dulce estilo novo”, de la poesía italiana, la señora se diviniza. Ella era física y espiritualmente perfecta. Sólo en sueños se podía alcanzar. La alabanza de la dama alcanzó su punto máximo en la poesía petrarquista. Ella era tan perfecta y su esplendor tal que hacía al día más brillante y avergonzaba al astro rey, asimismo, sus ojos eran soles que iluminaban la noche; también se exaltaba la belleza de sus cabellos, sus mejillas, sus labios, su cuello, sus pechos y sus manos. Esta dama insensible causaba en el amante una dulce amargura, se convertía en una dulce enemiga y en consecuencia el amor se consideraba una gran batalla. Como resultado de esta pasión, los sentidos están confusos, se vive de una ilusión, el amor es locura. El amante está flaco, no puede dormir, adquiere una palidez de muerte, sus rodillas tiemblan y su cuerpo suda a mares, no sabe si va o viene. Un ejemplo notable tenemos es la aventura de Don Quijote y Sancho cuando se encuentran con Cardenio, el amante de Lucinda, al que llaman “El Roto”, y que está en penitencia por el rechazo de su amada. El tema del amante, que se esconde en el monte para llorar sus males de enamorado, se expresa en Don Quijote de esta manera: “Vio que por encima de una montañuela que delante de los ojos se le ofrecía iba saltando un hombre de risco en risco y de mata en mata con extraña ligereza. Figuróse que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rebultados, los pies descalzos y las piernas sin cosa alguna”. (121). Cardenio representa al típico amante desdeñado, enfermo de amor que descuida su apariencia y desea la muerte como liberadora. Otro episodio típico del amante repudiado es el de Grisóstomo, quien a pesar de ser un hombre rico y culto se disfraza de pastor para alcanzar el amor de la pastora Marcela. Ante su desdén, se suicida ahorcándose con una soga. Cervantes no lo dice explícitamente, pero lo encubre con una convención literaria, la cual expresa en “La canción desesperada (que será tan excelentemente aprovechada siglos más tarde por Pablo Neruda), último poema de Grisóstomo antes de quitar la vida y que lee su amigo Vivaldo: “¡Oh! en el reino de amor fieros tiranos/ Celos, ponedme un hierro en estas manos / dadme desdén una torcida soga / más ¡Ay de mí! que con cruel vitoria, / vuestra memoria el sentimiento ahoga./ Yo muero en fin y porque nunca esperé / buen suceso en la muerte y en la vida/ pertinaz estaré en mi fantasía” (68). La presencia de Garcilaso resulta evidente no sólo por el título Canción, sino por el contenido. Si bien es cierto que Garcilaso de la Vega no pensaba en la muerte como la agridulce culminación del amor, ni era un mistagogo neoplatónico, sin embargo, escribió los más bellos versos sobre el tema: “Yo no nací, sino para quereros, por vos nací, por vos pierdo la vida y por vos muero” (Soneto V). Garcilaso y Cervantes continúan la convención literaria de la muerte por el amor no correspondido. Para expresar estas emociones y sensaciones se empleaba una serie de metáforas, oxímoron, paradojas, hipérboles, antítesis, etc. por ejemplo: vida-muerte, esperanza-desesperanza, dulzura-amargura, día-noche, libertad-servidumbre. Y sobre todo el poliptoton, recurso estilístico que se emplea en la estrofa anterior de Garcilaso, con la repetición de “por vos”, “por vos”, “por vos”, y que en Don Quijote aparece en las primeras líneas del capítulo I, cuando el sublime iluminado exclama: “La razón de la sinrazón, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de vuestra hermosura”. Cervantes no sólo cita textualmente a Garcilaso, sino que parodia sus versos cuando al llegar al Toboso, menciona las tinajas en la humilde casa de Dulcinea. Veamos estos ejemplos: El poeta toledano, cuando tiene ante sí las prendas de vestir de la amada muerta, lanza su queja: “Oh dulces prendas por mí mal halladas”, en cambio Don Quijote dice: “¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura” (391).

Adicionalmente, en esta mezcla de poesía cancioneril, elementos italianizantes, amor cortés y neoplatonismo, se empleaban mitos como el de la Medusa, que para algunos humanistas representaba una ambigüedad en torno a la relación amor-muerte. La cabellera suelta de la dama era una forma grotesca de expresar su semejanza con las serpientes de la cabeza de este monstruo, pues los cabellos de la dama asfixiaban al amante. También se empleaba el mito de Icaro, que simbolizaba la osadía de querer alcanzar lo inalcanzable, esa belleza de la amada que lo enloquecía: Don Quijote enaltece las cualidades de su Dulcinea de esta manera: “Yo no puedo afirmar si la dulce enemiga mía gusta o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo, sólo sé decir que su nombre es Dulcinea; su patria el Toboso, un lugar de la Mancha, su calidad por lo menos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas; que sus cabellos son oros, su frente, campos elíseos, sus orejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve y las partes que a la vista humana encubrió, la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerles y no compararlas” (65).

Don Quijote ha enaltecido los atributos de Dulcinea, puro objeto estético, imagen que responde al paradigma de la belleza de acuerdo con la convención literaria del amor cortés, del petrarquismo, y de las corrientes italianizantes que Cervantes asimila de manera magistral como dice Harold Bloom: “Todo buen poeta, todo poeta fuerte, requiere una voluntad poética que se imponga sus predecesores, pero además de demarcar la propia identidad del poeta, la diferencia resultante marca su particularidad histórica, salvándolo de un anacronismo paralizante”.

EL DISCURSO HEROICO Y EL MOTIVO DEL VIAJE

Este trabajo tiene como marco de referencia el estudio de Joseph Campbell: The Hero with Thousand Faces. Según este escritor inglés, el héroe pertenece a todas las culturas con diferentes versiones. Se reeditan los mismos ciclos todos los días como los héroes de la antigüedad. Éstos pasan las mismas pruebas y buscan su recompensa. El héroe es siempre un predestinado, y por lo general ejerce el oficio de las armas. Cuando llega a la vejez se puede convertir en un santo o en un místico. El héroe retorna de su viaje, después de atravesar múltiples pruebas y peripecias. En algunas culturas el héroe muere como los héroes mitológicos o vuelve cubierto de gloria. En la célebre novela cervantina, Don Quijote tiene una muerte sin heroicidad. El Caballero de la Blanca Luna lo derrota, pero nuestro caballero prefiere la muerte y no renunciar a Dulcinea. Según Campbell los patrones para su concepción del héroe son las siguientes: su formación, la idea del viaje, las aventuras que se le presentan, las personas que le auxilian en sus tareas que pueden ser un amigo, un mago, un gigante, o un amuleto prodigioso, además, posee un clímax, una batalla final y el regreso a su casa. El Caballero de la Triste Figura responde a los patrones universales que caracteriza a los héroes.

Adicionalmente, el escritor ruso Vladimir Proff, concibe un esquema aplicable a los héroes: el abandono del hogar, el villano que lo engaña, el héroe es dotado de un objeto mágico, el personaje vence a su enemigo y tiene como recompensa el matrimonio con una princesa y se convierte en rey. Algunas de estas características vemos en Don Quijote, que no tiene un enemigo, sino varios y al contrario de lo que afirma Proff, no se casa con la dueña de su corazón y de su pensamiento, al contrario, es derrotado, no posee ningún reino y vuelve a su casa sólo para morir.

Pero volviendo a Campbell, en el patrón que establece, la formación del héroe se da en un mundo cotidiano que después se transforma en un mundo nuevo desconocido por el héroe. Don Quijote busca un mundo donde reine la justicia y el bien común tal y como lo ha leído en los libros de caballería. Deja de ser Alonso Quijano para convertirse en Don Quijote de la Mancha. Pretende ser como Hércules, el héroe mitológico o como el Sansón bíblico. Rubén Darío, en un glosa de Don Mariano De Val, publicado en el diario La Nación, escribe: “Hércules, libertador de los oprimidos, amparo de los débiles, castigo de los tiranos, y espanto de los monstruos. Tiene tantas analogías con el noble caballero, que parece sentar el principio de que también, al hijo adulterino de Júpiter le sorbieron el seso, los libros más o menos de caballería”. (JEA, en Don Quijote no puede ni debe morir).

Otro rasgo digno de tomar en cuenta es el papel del ayudante, el cual está representado por Sancho, quien lo auxilia haciéndolo entrar en razón para que no confunda los molinos en gigantes, ni las ovejas en ejércitos, ni la bacía de barbero en yelmo de Mambrino. En cuanto a los contrincantes de Don Quijote son muchos: los galeotes, los yangüeses, los de la Santa Hermandad, el Caballero de la Blanca Luna, el más encarnizado, el sabio Merlín y el más cruel de todos, la pareja del Duque y la Duquesa que se burlan achacándole la falsa muerte de amor de Altisidora, debido al desdén de Don Quijote, la burla del caballo de madera Clavileño, que no vuela como Pegaso, sino que con un fuelle la hacen creer que en su ascensión a los cielos ha llegado junto al sol.

El otro paso en el modelo de Campbell se refiere a las pruebas. El cruce o punto de entrada en las aventuras demuestra la grandeza del héroe. Dice el autor: “El héroe entra al mundo nuevo por primera vez, es aquí donde la novela arranca y con ello la aventura del héroe y así la aventura marcha”. Este cruce a un mundo distinto es representado en la aventura de los molinos de viento, manipulado por los encantadores según Don Quijote. Es en este momento que entra el personaje en el mundo imaginario de su fantasía heroica. Otra característica del viaje del héroe es el empleo de la bebida mágica que en el caso de Don Quijote corresponde al bálsamo de Fierabrás, que no es más que un purgante preparado en la venta que causa paroxismos y desmayos al hidalgo, su escudero y los demás personajes. Este elixir se convierte en el objeto adquirido durante las aventuras que se utilizan en el mundo ordinario, además, “este licor, al tener poderes curativos también sirve para definir el rol de héroe en la sociedad” (49). Continuando el modelo de Campbell, la recompensa prometida al héroe está representada en el amor de Dulcinea. Cuando en la primera parte, Don Quijote se enfrenta a los arrieros, llama a su amada en su socorro: “Don Quijote alzó los ojos al cielo y presto el pensamiento y dijo: Acorredme Señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro vasallo pecho se le ofrece. No me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo”.

Las tres últimas características corresponden al clímax, la batalla final y el regreso a casa. He aquí el momento crucial, pues tiene que enfrentarse con un gigante, un mago, un monstruo o un guerrero. En la novela, este momento clave corresponde al bachiller Sansón Carrasco, quien disfrazado de caballero, vestido a la usanza del medioevo, entra en lucha con el hidalgo, para obligarlo a dejar las armas y ya rendido siga la ruta del regreso. “El caballero de la Blanca Luna llegó a Don Quijote y allí le encontró con tan poderosa fuerza sin tocarle con la lanza (que la levantó al parecer de propósito) que dio con Rocinante y con Don Quijote, por el suelo en una peligrosa caída. Fue luego sobre él y poniéndole la lanza sobre la visera, él dijo: —Vencido sois caballero y aún muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío”.

Pero a Don Quijote no sólo se le vence en batalla, sino que se le derrota moralmente, al ser objeto de escarnio. La siguiente escena sucede en casa de Don Antonio Moreno, quien lo despoja de sus armas y lo sitúa en un balcón que “salía hacia la calle donde vivían los principales de la ciudad y todo maltrecho, lo exhibe a vista de las gentes y de los muchachos que como a una mona lo miraban”. (II parte, capítulo LXII). El espectáculo, demasiado cruel, no provoca soltar la carcajada en aquéllos que lo contemplan. En el balcón está un viejo, de esperpéntica figura, al cual miran con extrañeza y desconcertada fascinación.

En resumen, en este formidable amasijo de textos que permea la inmortal novela, se entrecruzan los diferentes tipos de novela, la poesía heredada de los clásicos, la cancioneril, el amor cortés, la petrarquista y las formas renacentistas. El viaje del héroe lo inmortalizará para siempre, con sus caídas y sus fracasos, pero cargado de buenas intenciones en aras de un alto ideal: D.Q. un hombre bueno con un inmenso amor a la humanidad, que intentó cambiar el mundo y aunque fracasó en su intento, ha servido de modelo en los tiempos pasados y venideros.

La Prensa Literaria

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