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Fantasía,Ritmo y Color

Acerca de la pintura de Laura Báez que se expone el próximo miércoles 20 de mayo a la 7:30 p.m. en Galería Códice Durante la década de 1980, desde sus primeras clases de pintura en Costa Rica, con Alberto Ycaza como maestro, Laura Báez comenzó a pintar paisajes sumamente estilizados con una cierta connotación surrealista […]

  • Acerca de la pintura de Laura Báez que se expone el próximo miércoles 20 de mayo a la 7:30 p.m. en Galería Códice

Durante la década de 1980, desde sus primeras clases de pintura en Costa Rica, con Alberto Ycaza como maestro, Laura Báez comenzó a pintar paisajes sumamente estilizados con una cierta connotación surrealista y un colorido austero. Eran imágenes enigmáticas, más introspectivas que realistas: árboles secos sin ramas, ejecutados de forma racional y ordenada, convertidos en objetos simbólicos, producto de sus emociones internas para representar, de manera inconsciente, la nostalgia y la añoranza.

Sin embargo, cuando regresa a Nicaragua en la década de 1990, se opera un cambio notable en su temática y contenido. De la estilización formal pasa a un realismo casi fotográfico y elige como sujeto de representación las naturalezas muertas con frutas resplandecientes. Las manzanas rojas de brillante colorido, ejecutadas con mano experta y llenas de una luz intensa, se destacan sobre los fondos oscuros, y las frutas, realizadas en gran escala, evidencian un maravilloso control de las diferentes texturas y un claro sentido de solidez, al margen de las connotaciones simbólicas que frecuentemente se le han atribuido al tema de las naturalezas muertas. Por esa misma época, alrededor de 1998 comenzó a pintar objetos insólitos y poéticos como flores y plantas exóticas, agrupadas en una extraña yuxtaposición saliendo de las gavetas de un mueble. Estas representaciones no están apegadas a las leyes de la naturaleza ni de la razón, y la asociación de dos entidades dispares permite que la experiencia del espectador se extienda más allá de la percepción convencional para involucrarse en una narrativa fantástica y evocadora, a pesar de su estilo figurativo.

Las naturalezas muertas y las obras de corte surrealista, pese a ser muy “vendibles”, no satisfacen plenamente a nuestra artista, quien manifiesta no sentirse muy a gusto repitiendo los mismos temas. Decide, entonces, concentrarse en los elementos de la forma —composición, color, luces y sombras— que tienen su propio significado sin depender de un contenido específico y que le permiten pintar sin ninguna idea preconcebida. Opta, entonces, por una suerte de automatismo psíquico que le permite expresarse con mayor libertad, obedeciendo a los dictados del subconsciente. Las telas como sustitutos de la presencia humana son el pretexto para desarrollar su fantasía creadora y presentar formas sugerentes que permiten múltiples interpretaciones. Los títulos, descriptivos y poéticos, Mis entrañas, Sinfonía de colores, Alma, Mujer… están relacionados con los sentimientos y emociones de la artista y traducen su propia realidad interna, al reflejar sus experiencias personales, su individualidad y su imaginación.

Los elementos de la forma como son la línea, el color y la organización espacial pudieran considerarse los elementos protagónicos de sus actuales pinturas y conllevan toda una experiencia visual. Se trata de una caligrafía especial en la que se repiten ritmos cromáticos y lineales que retienen un movimiento espontáneo y ondulante. Obras como Remolinos, Fuego, Paz y Desintegración muestran formas gestuales donde predominan los colores cálidos que se destacan sobre un fondo oscuro, como la luz que surge entre las sombras o como una inmensa llama de rojos y amarillos. En Sinfonía de ocres se repite el mismo ritmo caligráfico de Fuego y Paz, al punto que se puede hablar de composiciones pictóricas en serie, donde el color y la secuencia formal marcan la diferencia entre las distintas obras, alcanzando su expresión más depurada en Vuelo de colores. En casi todas estas pinturas hay una constante alusión a la naturaleza a través de formas flamígeras y ondulantes que, mediante su colorido, aluden a las profundidades marinas, a una selva, o bien a un paraíso tropical. Asimismo, dentro de su poética formal, una sinfonía de verdes define la esperanza y una acertada gradación de rojos describe los pétalos de una rosa.

La representación de la velocidad a través de formas en movimiento, liberadas de su posición estática, le imprime a la mayoría de sus trabajos un sesgo futurista al multiplicar los ángulos de visión, de manera que permite múltiples interpretaciones por parte del espectador. Dentro de su esquema compositivo, los cuadros de nuestra artista pueden ser colocados horizontal o verticalmente, prolongando el juego infinito de la forma. En suma, Laura Báez nos ofrece una obra abierta e indagatoria que permite una lectura múltiple y despliega un amplio abanico de significantes y significados como su mejor medio para expresarse y comunicar sus experiencias para nuestro disfrute y nuestra reflexión.

La Prensa Literaria

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