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Recuerdos dentro de una caja de papel

Dedicado a los abuelos que no vieron el futuro Avanzaba raudo río arriba contra corriente, todo era sopa. En la caleta el remo golpeaba con fuerza y el agua se partía con dolor en sus entrañas. Así avanzaba el mulato en busca de su mujer en el caño que lleva a Laguna de Perlas. La […]

  • Dedicado a los abuelos que no vieron el futuro

Avanzaba raudo río arriba contra corriente, todo era sopa. En la caleta el remo golpeaba con fuerza y el agua se partía con dolor en sus entrañas. Así avanzaba el mulato en busca de su mujer en el caño que lleva a Laguna de Perlas. La noche se venía encima, las nubes de zancudos llegarían pronto para chupar su sangre. Tenía tres años de haber salido hacia Managua y regresaba con las manos llenas de recuerdos y el corazón lleno de ansiedades para estar con los suyos. Ahora apacible, lejos de aquellos que lo veían como un primate, menospreciado. El mulato, el negro Big Boy, con elegante sombrero, agradable aspecto, popular, gordo, recio, había llegado a la capital a conocer, a descubrir la civilización y su esperanza se diluyó con la acogida que no estaba en sus aspiraciones. ¡Vida de negro recibió! El color, bendito color lo marginó de los del Pacífico. En el mercado central las miradas, los brazos señalando al negro como espécimen raro, sacado de Jurassic Park. Qué alivio encontrarse lejos de los civilizados, de ofertas mercantiles y bolsa de valores. Los prejuicios y complejos en contraposición de los valores morales y el respeto.

A pocos kilómetros de la capital, un poblado sacado de una novela de Horacio Quiroga o Rómulo Gallegos, realiza en enero las festividades de “Guachán”. Desde ahora autorizan cerrar la calle central abusando de la privacidad. Insólito, los vecinos aprueban semejante samotana, copia deslucida de la Calle Ocho de Nueva Orleáns.

Los detestamos, pero nos copiamos. ¡Cuánta contradicción! Parece novela barroca escrita en un recóndito paraje de las montañas de la sierra Continental de Bucaramanga, allá llegando a la frontera del paisito del petróleo. Cuatro cuadras cerradas desde las seis de la tarde y el sonido hace levantar los huesos de las urnas funerarias. Acción violatoria de las autoridades, que disfrutan servicio de primera.

Nuestros héroes como Darío llegaban en tren, nunca más llegará, está muerta la estación, cercada por muro perimetral resistiéndose a desaparecer. La comunidad impasible viendo expectante cómo se tramó el desahucio, cómo se realiza el entierro de ese Patrimonio local.

Nadie, ninguna autoridad asumió responsabilidad. Todos cantan con Shakira ciego-sordo-mudos. El deterioro llegó rápidamente al pueblito y contribuyó a la muerte del ferrocarril, también fue determinante el aparecimiento de la roya, enfermedad que atacaba al cafeto. Así como el mildiú que afectó un día los viñedos del Peloponeso y tuvieron que fumigarlos en tres periodos para eliminarlos. Así, los aplicaron dice Costa-Gravas a los políticos y a las políticas. Allá a los de izquierda, aquí a la roya. El negro de Laguna de Perlas no se adaptó al corte de café, tampoco a los ciclos de producción y tuvo que regresar, continuar sobreviviendo en Bluefields con su oficio de carretonero, brindando sonrisas y ofreciendo servicios con su noble y agradable trabajo que realizaba. ¡Viva el Caribe!

Las lluvias persistieron, se rebalsó el cauce del antiguo IPD y la gente del Hoyo de pronto se sintió con el agua al cuello. Nadando, con sus trastes en la corriente buscando la “Quebrada del perro”, ciento cincuenta viviendas inundadas y el llanto confundido con agua lodosa que bajaba desde la antigua “Palmera”. El cauce natural invadido de casitas y el agua buscando su cauce natural, naturaleza forzando y reclamando su espacio, como los ciudadanos reclamando su participación. Nacido como una pequeña depresión, se fue perdiendo como se pierden los valores y tradiciones, como se perdió la Nicaraguanidad en la globalización. Como se pierde el coraje de defender los derechos que otros usurpan o dejan como vendaje, el ipegüe para marionetas en el aire. El agua corrió abajo, buscó desagües y se encontró un manjol reducido para el exceso y volumen de agua de la inundación. Comenzó en la calle, de la farmacia las medicinas nadaban en la corriente y el museo del pueblo donde conservan los especímenes en peligro de extinción, se despertaron aullando por el peligro de morir nuevamente, ahora ahogados.

Los muebles flotando como los pipantes en el río Escondido, aunque parecían el Bluefields Express. Adentro, una alharaca, todos los trabajadores anegados y lodosos, como salidos de las vitrinas de exposiciones. Una culebra queriendo entrar, pero expulsada a patadas, desconsolada se conformó seguir con vida en la corriente rumbo al Hoyo. El proyecto de Tenochtitlán continúa firme, los experimentos se realizan con mucho éxito. Van las autoridades del Monéxico circulando desde sus barcazas de cuatro ruedas observando y evaluando su ineficacia.

Cerca de la iglesita del pueblo colocaron un toldo, celebraban un aniversario de otra “iglesia” ubicada en lejano barrio, quería lucirse en el centro del pueblo. Calles cerradas, sonido estridente, la enseñanza a través de altoparlantes no permitió escuchar lo que acontecía dentro de la iglesita, no terminó el rito. La samotana fue más fuerte que la Palabra. Algunos todavía pretenden alcanzar el sueño de los sueños, ser como dioses. Ni piedra sobre piedra. Como dice Rubén: Sueños, sueños son. Se autoriza con abuso de autoridad. Iglesia, Alcaldía, escuela, párroco y comunidad sufren por los desmanes, arbitrariedades de permisos emitidos por los incompetentes. No está Chespirito ¿Y ahora, quién podrá defendernos? El pueblo convertido en un gran centro de barullo, donde se disputan los altoparlantes más grandes, los sonidos más ruidosos. Se anuncia sistemáticamente servicio de oftalmología, repetición constante sin mover el vehículo, recordaba pasajes de George Orwell en 1984. Tortura subliminal, directa sobre un producto, la conciencia. El plan de arbitrios relegado al pasado reciente, el Código de Policía que regulaba, ahora recuerdo documental desfasado para los legisladores. Es urgente un código y su aplicación. La ley del ruido favorece a los pandilleros. La autoridad policial está apacible, permisible, observable y consecuente con aquéllos y en contra de éstos.

Un alcalde con cara de pescado y cuerpo de anguila, el más pintoresco, como sacado de una novela de Juan Rulfo, celebró en el pueblo el aniversario de haber matado al último cacique en la plaza. El ilustrísimo quería que las invitaciones de ese magno acontecimiento se distribuyeran en la capital en buses, llevando sobres de lino de 1/8” a embajadores y a los dignísimos padres de la patria. Ocurrente y colosal producción, sabia idea en lustrosísima mollera. Digna de Ripley en la edad de Oro. Disoluto y timorato. Audaz, como su casa era pequeña sin patio, tomó prestado para jardín, antiguo proyecto de calle, extensión para otra importante vía. Nadie se interesó. Desidia de los funcionarios. Jesse James a la moderna.

El Güegüense se queja del Alguacil, por cobrarle nuevamente una coima. Cuándo podremos admirar, contemplar nuestros monumentos remozados, no en olvido ignominioso, tampoco en el bolsillo de quienes hacen negocios amparados en la oscuridad. Un reloj que se avergüenza por la soledad de su presencia. Impasible monumento que se deteriora por la inoperancia de quienes deben cuidarlo, conservarlo y protegerlo. Luce mugre. Mugre sentimiento de adefesios, rémora de servidores públicos. ¡Vergüenza y olvido, lo poco que merecen! La historia no los juzgará, el olvido su paga.

Pero avanzamos y nos desarrollamos. ¿Has visto los cangrejos?

Coda: “Camina recubriendo cabeza, buscando futuro en una caverna llena de crisoles de nácar y sonidos de mar. El sol nace en Oriente, al otro extremo explota la bomba atómica. Todo es silencio, nace una flor sobre la roca humedecida por el llanto de un niño.”. J.S.M.

La Prensa Literaria

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