14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Santiago Montobbio. LA PRENSA/Cortesía.

El anarquista de las bengalas

Yo soy el anarquista de las bengalas, el anarquista único, el que permanece y pasa: he tenido nombres en los que dormían las frutas de los corazones raros. A todas horas trabajo, y en especial cuando la gente afirma que no hago nada. Sé lavarme el alma sobre papel y nada, colocar bombas de relojería […]

Yo soy el anarquista de las bengalas,

el anarquista único, el que permanece y pasa:

he tenido nombres en los que dormían las frutas

de los corazones raros. A todas horas trabajo,

y en especial cuando la gente afirma

que no hago nada. Sé lavarme el alma

sobre papel y nada, colocar bombas de relojería

en las ciudades que siento en las espaldas,

buscarle y con olvido las cosquillas a un amor

que prefiguro con distancia y a través de todo eso

seguir estando en todas partes habiéndome

marchado.

Por que yo soy

el anarquista de las bengalas. Cada vez

que enciendo una tu corazón

y mi corazón se apagan.

A contraluz

Como una derrotada pareja de envejecidos actores

a quienes nada más les queda que contarse

una y otra vez la historia que fue suya

y hoy nadie respira, la historia aquella

de jóvenes rostros y luz antigua

sobre películas que ni los ciegos miran

y en las que sin compás sus nombres

no sospechan del tiempo la venganza,

como actores, como torpes actores retirados

el papel y la mentira se insultan y consuelan

y después se abrazan para tomar

un baratísimo whisky que les ahogará la voz

en la gris tarde de los despedidos.

Toda historia

Toda historia es simple y se me olvida.

Quizá me fui a tomar café, quizá la amaba

y me perdí entre jardines de piernas esmaltadas

que fueron juncos trenzados de palabras

y después retama que mi lengua de trapo

había hecho trizas. Quizá fue el amor,

quizá el café, tal vez la noche. El recinto

sin madrugadas, con sangre y lunas rotas,

el recinto, el barranco de dientes oxidados

o el valle de hojas de afeitar dulcísimas

no hería o no existía. Quizá fue el café

o fueron sus piernas, o quizás la amaba.

Toda historia es simple y se me olvida

en las axilas de mi ciudad tristísima.

Sabedlo ya: mis ojos no se acuerdan de qué miran.

Poemas decapitados

Casi

No. No se molesten, no, que nadie

vaya a interrumpir su siesta

para rellenar instancias con plegarias,

si no vale la pena, si aquí – ya lo ven- sólo estamos

casi tan muertos como el alba.

Del tiempo nuevo

Saca el agua o el pequeño cielo

que aún conservas en los dedos.

Pues me han dicho que volverá a haber tiempo

para morder la niebla.

Principio o final

el amor es un desierto cuya calma

sólo alguna vez se ve violada

por odiadas sangres silenciosas.

El amor es un papel o un espejo,

mientras por afónicos versos

yo me extiendo y sé

que somos nada.

Lo mejor del día

La mañana tiembla en una esquina

cuando te vuelves más niña.

La Prensa Literaria

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí