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La poesía

A Gloria Gabuardi Cuando me hablas y desatas flores de tu boca. Cuando respiras y exhalas jazmines como un ave del paraíso. Cuando ocultas la realidad en la magia de tus manos. Cuando eres un pájaro que canta la misma canción en el espacio. Cuando la luna en el fondo de una botella abre la […]

A Gloria Gabuardi

Cuando me hablas y desatas flores de tu boca.

Cuando respiras y exhalas jazmines como un ave del paraíso.

Cuando ocultas la realidad en la magia de tus manos.

Cuando eres un pájaro que canta la misma canción en el espacio.

Cuando la luna en el fondo de una botella abre la oscuridad.

Cuando la noche es un desierto azul minado de estrellas.

Cuando huyo de ti y corro tras de ti.

Cuando leo tu piel y es inútil la tristeza.

Cuando eres mi amante en un nido de colibrí.

Cuando descubro la seducción de tu diadema de diamantes.

Cuando la confesión sana mi alma.

Cuando mi amor llena la ciudad de señas y secretos.

Cuando el éxtasis me venda las heridas y me roba la muerte.

Cuando tus ojos desamparan la luz del día.

Cuando beso tus pétalos y mi piedad se estremece.

Cuando quiero dejar letras de lo que soy

para que la gente diga mi nombre junto al tuyo.

Cuando tu sombra sitia el desastre de las virtudes.

Cuando la riqueza de mi amor pasa un camello por la aguja.

Cuando puedo meter el mar en un hueco de arena.

Cuando la lluvia asciende y moja las osas del cielo.

Cuando me arrebatas la esperanza.

Y lloro, así como llora un enamorado cuando traiciona

¿De dónde viene esta basura que la marea trae a mi playa?

Hay que meterla debajo de mis poemas.

Yo correteaba ranas y luciérnagas en el jardín

para encaramarlas en el cielo de la noche

y ahora tengo que gritar para que se despierten mis sueños.

Mis sueños permanecen dormidos

desde que cambiaron la música y la letra de mis canciones

y el descaro y la mentira desentonan mi melodía.

Ahora no sé si el amor es un pretexto de mi poesía

para dejar que se esfume el mundo que soñé.

A mi edad es inútil repetir : sueña tanto/tanto sueña.

Ahora toco la guitarra para bailar mis tristezas,

para leerme el tarot con cuerdas reventadas.

Ahora solo el amor de las mujeres es mi alimento

y mi profesión es buscar y no encontrar.

Ahora solo me queda llorar

porque el mundo se deshace en mi pañuelo.

Y lloro, así como llora un enamorado cuando traiciona,

y oigo el gemido y las últimas palabras de mi amante

que se duerme para siempre, con una dormilona de seda azul,

y ya no entiendo lo que me dice antes de morir.

El mito de Sísifo

Mi país se llama Sísifo y tiene 200 años de estar desesperado.

Al amanecer pregunto por las estrellas de Sísifo

y los astros me responden que desde hace muchos siglos

se deshacen en cuarzos desperdiciados en volcanes dormidos

y que los despales inmisericordes de su verde cabellera

se ven desde el cielo como cicatrices en el cuerpo de la tierra.

Mi corazón hace que mi pulso desaparezca.

Sísifo tiene dos lados: uno hacia la luz y otro que da a la oscuridad.

Entra y sale de prisión. Es prisionero y carcelero.

Es un cuerpo despojado de todo. Esta muerto y respira.

Avanza en la neblina sin saber para dónde,

con una pesada carga que lo sangra y desgarra,

con ideas rotas, quebradas, y muertas

y con una historia que no tiene milagros.

Me dieron un Sísifo con una estrella vacía,

con un manantial seco y un jardín mudo,

que hace música a la luz de la luna

con porras y cacerolas y un balde de sapos y culebras.

Oigo la voz de Sísifo como si yo mi propia voz lamiera

al borde de la entrada que es el borde de la salida.

Sísifo huele a esperanza perdida.

Cuando manda cartas escribe su nombre en la arena del mar

y cuando hace examen de conciencia

encuentra el esplendor de sus cenizas.

Millares de mujeres jóvenes en el mundo

Millares de mujeres jóvenes en el mundo

día a día salen al bullicio de las calles para ser felices,

para que el aire interior de sus colmenas no las asfixie.

Ellas pisan demasiadas mariposas en los tejados

y comen frutas de cristal y caballos y bestias y luceros salvajes

y hacen un acuerdo con la vida sin saber quién pone el precio.

Para sufrir hay que desear. Para no sufrir no hay que desear.

Yo las siento salir a esas pájaras felices cuando casi es la mañana.

Siento su aroma cuando se desprenden de las angustias,

de los llantos e insomnios

que hacen la albañilería de sus casas como una piel viva,

cuando sueño que una de esas bellezas desinhibidas

va a enamorarse de mis versos,

que ellas y yo no vamos a quedar en las márgenes opuestas del río,

que los ríos de ellas y el mío nos caen del cielo con torbellinos

y fluyen del infierno y no llegan al mar,

y que nunca es tarde para subvertir la inocencia

de este monje florista enamorado que soy

para dejarlas entrar debajo de mi piel por una puerta secreta de urgencias

aunque pase el resto de mi vida en duelo y luto de mí, o resucite.

La Prensa Literaria

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