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Al sonar de las marimbas…

Don Camilo hizo el milagro de dar a la canción nicaragüense un sello de autenticidad. Puede ser que en las tres huastecas mexicanas, se cante a la tierra y se rasgue la guitarra de manera parecida, pero ellos tienen su propio son. El nuestro, el de Camilo es el son que hace vibrar a los […]

Don Camilo hizo el milagro de dar a la canción nicaragüense un sello de autenticidad. Puede ser que en las tres huastecas mexicanas, se cante a la tierra y se rasgue la guitarra de manera parecida, pero ellos tienen su propio son. El nuestro, el de Camilo es el son que hace vibrar a los nicaragüenses tanto aquí como en el exterior, es la música que nos identifica como nación y que nos une como sociedad. Hay tantas cosas que nos separan y tantas otras que nos aproximan, sin embargo la música de Camilo desde Chontales hasta Chinandega llega y llena nuestros espíritus de identidad, lo mismo da, que se escuche en el Coco o en el Río San Juan, en Corinto o en Bluefields.

Corrían los primeros días del cuarenta y ocho. Mozalbete yo de quince abriles, tuve la satisfacción de conocer a Camilo en casa de don José Santamaría, músico de profesión, maestro de conocimientos, en una velada musical, con Juan Velásquez Prieto, todos chinandeganos, medio bohemios y atados entre sí por su afición musical.

Don José, desde el piano motivó a los compositores invitados y Juan Velásquez cantó su Laguna de Bluefields y con especial ternura interpretó Chinita Corronga. Camilo por su parte, inició con un bolero mareño, que mi memoria musical ha guardado hasta la fecha y así reza: “Terminó aquel dorado sueño de abril… nunca más, las horas que se fueron vendrán…culpa fue de tantos besos que yo te di… del amor que fue nuestro pecado mortal…Si la vida nos hace sufrir, la separación… ya no vale la pena vivir… esta maldición… Pero yo sufriendo siempre tengo que amar… por que al fin para eso Dios me dio el corazón…” Esa canción bolero ( bolerito) como le decían los maestros, caló en mí el deseo de hacer música y descubrí que como aficionado, también podía aportar al cancionero popular.

Años después, muchísimos años, más de sesenta, reencontré a Camilo en la Biblioteca del Banco Central, acompañado del musicólogo Joaquín Absalón Pastora, quién escribió la biografía de Camilo y sin duda el más autorizado para hablar sobre él. Camilo para entonces ya era preso del Alzahaimer y no recordaba haber escrito su bolero Sueño de Abril, hoy quiero en su memoria escribir esta nota, no sólo para recordarlo, si no también para que quede por escrito un pedazo de su inspiración.

Camilo fue un nicaragüense excepcional, alegre, chispeante, manejaba los nicagaraguismos con malicia y delicadeza a la vez. Sabía decir las cosas cuando hablaba de “Doña Inés” o “el machetón” del nandaimeño, nunca una palabra vulgar, una palabra de más. Todo exacto y correcto, era un hombre de buena nota musical y de buena alma.

Camilo hoy entra a un lugar privilegiado, donde sólo los grandes suelen llegar, era una persona humilde y su humildad le sumó amigos y admiradores siempre. El luto de las marimbas y de los sones se escucha más fuerte que nunca. El zapateo de la danza nica también está de luto, cada nota musical está de luto, cada sombrero al aire está de luto, los caballitos chontaleños están de luto y el folclore nacional también está de luto, pero un luto alegre, bullanguero, luto de sones y alegrías como Camilo, de valses y boleros, donde suenan tacones y palmas… y “al sonar de las marimbas se desborda Monimbó…”

La Prensa Literaria

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