Hanzel Lacayo
Hoy ha llamado mi madre.
Me ha dicho que ha perdido todos sus cabellos.
Un corzo metálico respira ahora por ella en este instante
y he pensado en su calvicie,
incapaz también de respirar por mi propia cuenta.
Es calante la calma en mis venas.
Sonaba a ave, de quien no soy jaula.
Lamento la condición de erigirme
en una paleta de carne
y no en su malva que augure:
lloverá sin mojar, nevará sin helar;
pero aquí está tu fuego, muy joven:
azufre, astilla y fricciones.
Yo quise que mis ojos enunciaran:
lluvia cae, descosiendo el desierto para ella.
Quise plantar un hijo de sangre
con la seca voluntad de una espada
que no puede partir una flor de una estocada.
Quise violetas, y no el siena de sus ocres.
Quiero bañar a mi madre,
estrechar su brezo seco: mis únicas flores.
Quiero ser un dedo que inmute al viento,
aunque no señale las verdades;
una cara que borre a cercén otras caras,
un universo sombreado por su estela;
sangre de sus llagas con que remojar mi pan.
Al saberte triste, he empezado a respirar sangre.
Tu recuerdo moreteó todos mis huesos
maquillando la belleza con óleos invisibles.
Ahora, en mi piel no me calzo como en un dedal
no puede caber todo el mundo para evitar ser herido.
Como una mano hecha sólo de una uña viva: florezco.
Como una pala que jamás se atrevería a excavar: descubro.
Como nadie que recordaras haber visto de frente: recreo.
¡Nada tiene color ni dimensión
en este cuarto blanqueado!
Si yo también he de morir:
¡Quiero que me entierren en ti y no en la tierra!
Managua, Nicaragua, 1984. Ha publicado los poemarios Discrepancias y A Contenciones, Conspiraciones. Obtuvo primer lugar en el I Premio de Poesía en Homenaje a Rubén Darío por Número imaginario y primer lugar en el I Concurso de Cuento: UCA Literaria por Tres señales.
Cuando el dolor es obvio y la madre está presente
María del Carmen Pérez Cuadra
Conozco un dolor muy grande
Uno que abre y revienta por dentro
Uno que mancha de rojo y humedad la piel de mi cara
Uno que calienta y agita con fuerza el interior de mi carne
Uno que me hace decir cosas que no quiero en voz muy alta
(O sí, sí quiero pero no quiero que lo sepan.)
Conozco un dolor que se asoma desde el décimo piso
De un edificio del último mundo
De una ciudad cualquiera en este planeta.
Mi mundo, mi ciudad diminuta.
Mi dolor es todo y no es nada
Pero no es prestado. Es auténtico.
Lo sufro, lo soporto y ruego que pase
Espero a mi madre
Quiero que llegue y que me diga mientras me acaricia
Como si yo fuera un animal herido:
Ya pasó, María. Todo va a estar bien, María. El dolor pasa, María.
Es que la debilidad de mi madre es el amor a los animales.
Jinotepe, Carazo, Nicaragua, 1971. Obtuvo en 2003 una mención de honor en el I Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres Mariana Sansón, con Diálogo entre Naturaleza Muerta y Naturaleza Viva más algunas respuestas pornoeroticidas. En 2005 volvió a recibir una mención de honor en el Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres Mariana Sansón por Monstruo entre las piernas y otras escrituras antropomorfas. En 2008 obtuvo el primer lugar del Concurso Nacional de Poesía Inédita El Cisne, convocado por el Instituto Nicaragüense de Cultura y la Alcaldía de Ciudad Darío.