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Caballo con frutas. Mario Madrigal Arcia. LA PRENSA/Archivo.

Detrás del retrato

Asómate por el brillo de la ventana escucha la voz con el siseo de tus ojos. Asómate por el terciopelo del ocaso; ¿ Acaso la transitoriedad de la trémula regia juventud nos anonada como un cactus seco en el roquedal ? ¿ Aun cuando fulgor del porvenir adonece aunando lo vivido? Pues no hay escombros […]

Asómate por el brillo de la ventana

escucha la voz con el siseo de tus ojos.

Asómate por el terciopelo del ocaso;

¿ Acaso la transitoriedad de la trémula regia juventud

nos anonada como un cactus seco en el roquedal ?

¿ Aun cuando fulgor del porvenir adonece aunando lo vivido?

Pues no hay escombros que atrasen a la voz del hálito inefable.

¡ Miradla ! resaltada en el proscenio, su guiño es persistente

Cierto, las figuras son escenas a solas, no monólogo

en la intimidad persuadida, sino lo que ya albergamos

dulcemente en el umbral del camino,

el camino allá lejos donde se alza el clamor de la nostalgia.

Ahora, presintiendo que siempre está lo mejor porx venir no me ofusco

en el contorno, eso que sin intermisión expone a la memoria

(al recorrido tan solo por el regusto del pasado

¿Quién aliviana mi locura ?

¿ O a ese falto en la válvula mitral y deficiencia de la aorta

que languidece y tétrica asoma la sospecha del mañana?

Los milagros se recatan por sí solos; ajeno a su invisibilidad

está la fe expresada a través de la predestinación.

De repente te ves transitando junto a los remilgados;

atenazados por el juramento de la añoranza, no más que sombras

desgarbadas, laceradas por la fútil felicidad.

¿Tuviste oportunidad de apreciarle su esbelta aparición?

Porque tu sed venía de lejos con la superflua manía

del escape, traías la expresión del sueño furtivo, alado .

Y salí al remolino que se peina entre las nubes.

El aire del malinche rememora las llamas para la construcción

de alquimia y aureolas; creía indagarlo con la indefectible esperanza.

Al alba sonaron guitarras y timbales para entonces entumecidos

por el ron; horizontes y crepúsculos desvestían al arroyo de los deseos;

golondrinas empinadas prolongaban la percepción de la vida,

airosa meciéndose sobre tu melena flotante. Justo en la savia

de jazmines y begonias, en tanto el firmamento caprichoso reasignaba

rutas a cuerpos frágiles y alucinantes.

Ahí estaba el niño con su inocencia vencida, hurgando

en sus anhelos el ardid para agasajar lo desconocido

y pugnar la mística ancestral y adentrarse a sus corazones,

en límpidos días estivales. Pedirle a la historia de hoy

el fruto de ayer: ¡ un instintivo árbol de flores nocturnas !

¿ Y los calcetines de oro de la casa en zancos de Chichigalpa ?

Su búsqueda era simplemente porfiar un emblema;

no prestarle cabida al vértigo del futuro. O

perforar con el hoz del aprendizaje hasta el fondo

la piedra filosofal, precisaba acertar en la benigna

interpretación de un destino. Eran los días del poder.

Proseguir con el ímpetu del encantamiento

a la exigencia existencial echada caprichosamente

sobre la hierba primaveral como reina dueña de preces

y sacrilegios. Como carnero enmarañado a la fuerza de Baco,

amanecidos al resplandor del azul y blanco;

Momotombo, de terrible visión protectora, nos placía

como a prestidigitadores de un interior iluminado,

criaturas atareadas por imaginaciones, desandando

la avenida Bolívar al desaliño de Verlaine.

Rimbaud escala los muros con el puño herido.

Una temporada en tierras ásperas y lejanas

es el péndulo temporal hacia el infierno.

Al fondo de la periferia rondaban las biografías.

Célebres a los que muchos evocaban y plagiaban sus laberintos.

Así, de lecturas embelesantes con muchachas de Chavannes

a orillas del mar, y en el otro extremo fantaseando

las horas de campo con Pizarro, en la iglesia de Gisors

y Vang Gogh en su cama de tubos de Arles dando rabietas

rendido a su oreja perdida, preludio de su esquizofrenia.

Y ¿cuántos auscultaban La tierra Baldía

o maravillados Whitmanianos bañándose

en la fuente del Canto a mí Mismo, mientras otros

aullaban a lo Ginsberg? ¿o hipnotizado rilkeano

imitando sus bigotes hurgando en la florescencia de sonetos

de Gaspara Stampa ?. En la canicula parisina César Vallejo

urdía su fallecimientoen las pédulas del Sena.

Cada día más adeptos a los Cantares de Pound.

¿dond están los intercambiadores de sonidos

con el Yunque de las fuerzas ?

Norma y Coquito ajetreadas & divertidas

sirviendo el café o la cerveza a los trotasueños.

June Beer conmovida con sus grades ojos abiertos a la curiosidad

traza lo que habría de ser la obra onírica de su vida.

El poeta Macfield le extiende su precordial gesto Abisinio

en un estuche de la rosa azul que prodigó el río de su niñez.

Y Jenny Kelly con su peculiar candor incipiente y venturoso

escuchando al frutero de Leonora Carrington.

Como Venus del trópico se alza Yadira entre los peces de colores;

lustrina calzada en pasos menudos, erguida y diáfana cruza

y fulgor de ocarina en sus miradas en mi ánimo se propaga.

Todo bullía como fluye la pasión en los amantes.

Excitante libación se trenzaba en la cafetería la India.

Y los perezosos del parque se aferran a la mañana bucólica

No se gastaron todas las sonrisas, ni la gratitud

de las lágrimas. Poseímos lo que tenía que ser dado;

frenesí y gozo cuánta presencia del amor.

Porque amor es júbilo, se regocija y nunca es poseído.

Se basta a sí mismo. Aceptamos lo que la vida tenía que darnos,

con el contemplativo desaliñado de la juventud que creíamos

(extensamente interminable

Ardían los sótanos del cielo. Surgían heridas

desde las recónditas ansiedades de la sensación, y si algún día

la sangre henchida cayó sobre infecunda paridad,

es apenas la faz incrédula de la comunión.

Afuera el hombre explorando las honduras de la luna.

Y aquí en el anverso Allegro energico e passionato

& brasieres guindado de las narices de Kansdisky.

Nos sentábamos en las banquinas de Bellas Artes

henchidos a la brisa del Xolotlán.

Darío en la constante del Gran Arcano desde su mármol

italiano con nidos emigrantes, fúnebres ramos

y los frescos racimos, nocturnos y fatales.

La Copa de Oro sobre la Gracia Sensitiva

¿volverán altas llamas de estas brasas? ¿ mozalbillos

alegóricos, surgentes, revoltosos con el mixto

verso mítico bajo sus brazos ?

Acudíamos a las vertientes del Gran Príncipe y a la Vanguardia

en procura del vaticinio, para luego irnos a nuestra reviviscencia

desdeñosa y profunda. Al libro se le agotaban las páginas

Rostros y amores extraviados como flores anochecidas.

¿ & el ángel que prevenía, acaso imperceptible

como el guiño del ojo detrás del retrato ?

No. Sólo absoluta nada. El día ilusionista era suficiente.

Hasta que la vehemencia de los ciclos acalló el festín;

descendiendo al abrazo del tiempo irrumpió

el penitente sin párpado, el aprendiz de adulto sin bacinete.

Cayeron los disfraces del mundo rápido,

cernidos a la volubilidad fragmentada de la vida:

Excepto: ¡ mira la voz !

haciéndote señas para encumbrarte a un extraño,

y lejano refugio; tu verdadera y final posesión.

¡ Cuánto más fértil la energía de la madurez:

la experiencia de la siembra en su furor !.

Aberraciones acrecentadas, cabellera plateada

& el fuego renovando el arisco peregrinaje, ¡ por vida !

Asómate con afán templado al embeleso.

¡ Mira ! incerteza y sombra se hunden en la charca:

¡ está caldeando la fragua de la creación !

enseñoreándose en el fulgor del alma.

La Prensa Literaria

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