Si existiera un Reino mágico solo para nosotros
donde no fueramos prisioneros,
un universo inventado con acuarelas y palabras, cosquillas y frutas,
y el Sol dándose contra las paredes para iluminarlas;
un sistema sideral sin mujeres que lleven en el bolso el hacha y el amor,
un planeta en donde el hombre y la mujer
se dicen lo que nadie dice con el aroma de las palabras
y con guiños nutritivas;
un principio del mundo en donde los poetas escribamos poesía
sabiendo que vamos a morir
pero pensando en que somos eternos;
una luna con vida llena de pecados capitales como balcones con flores
y niñas bien hormonadas haciendo sombreros con las plumas del cuervo de Poe,
con la energía salvaje de la belleza que se escucha a sí misma.
Si no hubiera nadie para oscurecer el agua
atrapado en las cañerías entre el cielo y el infierno.
Si hubiera un Reino del día que no arroje cuerpos a la noche
para que la maréa de la noche se los trague,
un Reino que no te ponga contra las cuerdas del suicida
y a la mujer no le desprenda todas sus flores,
yo quisiera volver a nacer allí
para tener la luz de las estrellas inclinándose al sol,
una realidad detrás de la apariencia,
una naranja brillante
para poder esperar aunque tenga en contra a la esperanza.
Pero entre este mundo y el otro
está la enorme basura de la noche y del día,
atáda como el bien y el mal con el hilo azul de los sueños,
y yo toco su piel y puedo sentir su vida.