- Declaración de amor y empatía en tiempos de crisis
En memoria de Adán Smith
Quijote del bienestar humano y los sentimientos morales
Cuando nuestras tristes canciones enfunden coros en los que mar y cielo
despeñen liturgias en los planos de la aurora
habremos de volver,
disgregados en monótonas vertientes por donde la sangre convoque
el destino final de los Siglos,
con la esplendorosa virtud que inmunice desvencijadas amenazas, derruidas,
ante bengalas de las florecientes sucesos,
con las respuestas en la mano
y las preguntas sorprendidas como un frío desvanecido por la antorcha,
daremos nuestros ojos abiertos al asombro de la primavera.
En cuerpo y alma
tenderemos nuestros brazos decisivos como raíces, más tiernos que la compasión
para saludar a una inmensa barca que flote sobre las aguas.
Otros negarán con sus mustias ojerizas y sus rumiantes desazones
estos justos y alborozados días:
aquellos mudos de inocencia,
díscolos sempiternos de la envidia, testarudos varones de la sepultura y el libro roto.
Pero los pájaros sacarán al Sol sus tempraneras ramas,
sus alas aferradas trenzadas a la repatriada luz. Por eso,
disgregaremos estos parques de árboles olvidados,
silenciados por una muda guitarra adormecida en el ineluctable viento de la
edad perdida,
aquella de falsas bondades,
de frugales estipendios enaltecidos en la era del aparente ideal,
en la labriega avidez del trigo
descompuesto en las entrañas del molino
( sin cesta para un Pan sin Pan para una mesa.
Cómo destruir esta pesadilla vuelta miseria entre sordas cavilaciones
cómo hacer crecer estas flores en los sueños de otros,
de aquellos que cortarán gozosos
las espigas del progreso con las indulgencias venideras en la naciente estrella
con qué elegida estrategia trazaremos el nuevo día
con qué radar capturaremos la estatuaria sonrisa aparcada en la historia,
para que en las sudadas banderas de los delantales callejeros escancie la risa de la
brisa para que en la asoleada espalda del vendedor y su herrumbroso pronóstico de endeble corteza
anide la proteína
para que en las multitudes hambreadas no haya pañuelos que sollocen,
¡cómo domar a las fieras del engaño, a los devotos agoreros de la epidemia
cómo enarbolar este razonado sentimiento, este mandato alumbrador,
(floración de desprendimientos,
con sensibles,
crepitantes torrentes amatorios
cómo controlar estas ansias
enardecidas en la jubilosa masa del reino humano
estas ofrendas de amor a la humanidad
rutilante y esparcida por el mundo con un grito claro en sus verticales alegrías,
en este trance macabro
de la desolación bursátil a la emotiva libertad natural del regocijo.
¡Cómo pulverizar esta crisis que envenena con tarántulas de pánicco
el aterido caos de la pobreza, la angustia reportada en el creciente índice de la miseria
que transita entre calles, surcos
y facturas que conspiran en los padrones del desvelo y el desempleo,
en esta brecha del sobresalto de la tiniebla doméstica
al galope del aura alzada en la cresta de la nueva vida!
Es algo que viene aún en el desgarrado porvenir,
también en medio de la agrupada depresión y sus agravantes noticias,
junto al himno de la perseverancia,
en el resplandor colectivo de la pauta matutina
en la briosa aptitud fundada por éticas voces esparcidas por estepas y esquinas
en el destacamento de paz y su milicia de cenzontles,
(ángeles suspendidos en la telegrafía del presente
y en el hombre mismo, trayéndonos en la empatía y en el sudario de su pecho,
la melodía prometida.
Managua, 2009