Verónica Arana, en su propuesta de danza contemporánea El Laberinto de las Juanas, integra a las bailarinas Wendy Montiel Marenco, Marjoire Hernández Mejía y Katherine Portobanco Marenco.
Al mismo tiempo, dirige y danza en una visión inspirada sobre la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz, una monja mexicana, poeta y dramaturga que alcanzó ciertos privilegios en la educación y la literatura, su vida estuvo atrapada por los dogmas y las normas de una sociedad patriarcal y de patrones colonialistas.
Una presentación que indaga sobre la búsqueda de una mujer que se enfrenta a los convencionalismos, dicho de otra manera hurga sobre las diferentes mujeres que habitan en Sor Juana, los contrastes entre una vida en libertad y una vida de encierros, la libertad de expresarse frente a la censura por su condición de mujer.
Para Arana, en El Laberinto de las Juanas, una mujer es un papel blanco donde todo el mundo quiere poner su marca, donde se imprimen las huellas y las humillaciones.
Es, a partir de este fuerte sentimiento que cuestiona las agresiones y vejámenes históricos y presentes, que la obra en sus movimientos, gestos dramáticos, uso de máscaras blancas vestidos blancos y negros, tijeras, papel fragmentado, y música barroca, explora las ansias de emancipación de la mujer y de la humanidad.
Fuente dramática
La dramaturgia trabajada en conjunto con Maira Bonilla, exhibe en su entrada a una bailarina vestida de blanco y con manchas sangrantes. La denuncia está impresa de manera dramática y trágica, al igual que las interrogaciones sobre si fue violada, si acababa de parir o fue agredida.
El horror, el dolor, y la frialdad son evidentes en cada expresión gestual de las manos y rostro, en el transcurrir de la historia. Es claro que Arana, conocedora de la dramaturgia y antropología teatral de Eugenio Barba, explota la fortaleza expresiva de esta técnica, que busca a fuerza de movimientos sensuales y violentos contar una historia que impacte. Su drama explora el realismo duro con fuerte carga simbólica.
Las contradicciones no dan espacio a mundo conciliatorios. El bien y el mal están expresados directamente, fuerzas recreadas por igual con sus vestidos, de tonos blanco y negro, el diálogo entre ambas fuerzas es irreconciliables, a pesar de compartir espacios de poder relativos.
La mujer y los campos
En lo personal y fuera de la obra, Arana, reconoce el avance de la mujer en diferentes campos de la vida social, económica, científica, cultural y política, pero alerta que la violencia contra la mujer, la naturaleza, se rearma como un tsunami con nuevos ingredientes que demanda constantemente las aspiraciones de la mujer en un duro laberinto de sufrimiento que va y viene en el tiempo.
Esta coreografía de 32 minutos se estrenó la primera vez el dos de octubre del 2008, en los espacios del teatro experimental Pilar Aguirre. Y su segunda edición como performance, al compartir historia y espacios con un recital de poesía con las escritoras Zyanya Mariana, Blanca Castellón y Marta Leonor González, que se integraron y portando velos blancos, leyeron poemas ineditos alusivos al tema de la mujer, la emancipación y los dilemas existenciales de la vida y la muerte.