Joe Morgan/Tomado de ESPN
Una y otra vez he dicho que Willie Mays es el mejor jugador que yo he visto. Pero, Mays siempre dice que Roberto Clemente es el mejor jugador que ha enfrentado. Y mucho otros están de acuerdo.
Además de sus extraordinarias habilidades en el campo de juego, Clemente era como un caballo purasangre. Igual que los purasangres galopan con dignidad y orgullosos, Clemente tenía la misma actitud, cuando caminaba, cuando corría las bases, cuando jugada en los bosques. Además de ser un jugador especial, uno sabía que estaba particularmente orgulloso de ser puertorriqueño.
Cuando hablaba con Clemente, me emocionaba, igual como me ocurría cuando tenía contacto con los grandes jugadores. El solía llamarme “Joey”. Y aunque nuestras conversaciones siempre eran sobre el beisbol, siempre había algo que le molestaba, fuera su espalda o un tobillo o lo que fuera. Pero, esas eran las situaciones en las cuales Clemente se crecía como jugador.
Su hit número 3,000 por poco nu
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nca ocurre. Clemente no iba a jugar en el último partido de la temporada regular. Él quería esperar hasta le temporada de 1973, pero los Piratas lo convencieron de que jugara porque pensaban que los fanáticos se merecían ver a Clemente llegar a la meta.
Aunque su hit número 3,000 fue contra los Mets, jugué contra Clemente en su último partido porque los Rojos se enfrentaron a los Piratas en la Serie de Campeonato de la Liga Nacional de 1972. En el Three Rivers Stadium, le pegué a una pelota por el jardín derecho que Clemente brincó para atrapar contra la cerca. La pelota acabó rebotando encima de la pared y se fue para un cuadrangular. Recuerdo haberme quedado atónito porque pensaba que Clemente la iba a atrapar.
La defensa de Clemente era quizá la parte más impresionante de su juego. Tenía un brazo fuerte que exhibió en muchas ocasiones. Recuerdo cómo tiraba la bola al cuadro, una bala por debajo del brazo. Y con su velocidad le llegaba a todo y utilizaba una atrapada de canasta, como hacía Mays.
Como bateador, a pesar de que Clemente ganó cuatro títulos de bateo, la gente pensaba que no era tan bueno como Mays o Aaron porque no era un bateador de poder. Las críticas le sirvieron de combustible y Clemente salió en 1966 y pegó 29 cuadrangulares para ser el Jugador Más Valioso de la Liga Nacional. Dos años después, estaba pegando menos de 20 jonrones por temporada. Clemente quería enviar un mensaje: él podía batear jonrones si quería, pero esa no era su forma de jugar. Clemente prefería pegarle por el bando opuesto.
Clemente tenía 38 años cuando murió trágicamente, pero todavía le quedaba mucho beisbol. A pesar de que ya no podía jugar todos los días, ganó un Guante de Oro y bateó para .312 en su última temporada.
Era propio que las Grandes Ligas comenzaran un premio anual por labor humanitaria y le pusieran el Premio Roberto Clemente. Él murió tratando de ayudar a víctimas de un terremoto en Nicaragua y él significaba todo para la gente de Puerto Rico. Yo he ido a Puerto Rico y he visto el impacto que él ha tenido en el pueblo.
Su esposa, Vera, una vez me hizo el cuento de cómo ella conoció a Roberto. Ella era más o menos una debutante, de una familia de clase alta. Y cuando Roberto la conoció, fue a su casa y le dijo a su mamá que acababa de conocer a la mujer con quien se iba a casar.
Vera lo idolatraba y su hijo, Roberto Clemente Jr., me dijo que ella nunca se volvió a casar. Eso te dice qué tipo de hombre era Roberto.
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