La Fundación del Español Urgente (Fundéu) escogió el vocablo populismo como la palabra del año 2016.
Fundéu es una institución sin fines de lucro cuya misión es “impulsar el buen uso del español en los medios de comunicación”. Fue creada en España en 1975 por iniciativa de la agencia española de información, EFE, cuenta con el asesoramiento de la Real Academia (de la lengua) Española (RAE) y trabajan en ella eminentes lingüistas, lexicógrafos, periodistas, correctores de textos y traductores.
Al explicar por qué populismo fue seleccionado como palabra del año 2016, el coordinador general de Fundéu, Javier Lascuráin, dijo que “parecía claro que en un año tan político como este, con acontecimientos de importancia global como el “Brexit”, la victoria electoral de Donald Trump y los diferentes procesos electorales y plebiscitarios en América y España, la palabra del año de Fundéu tenía que venir de ese ámbito”.
Fundéu recuerda que originalmente la palabra populismo tenía el significado de “tendencia política que pretende atraerse a las clases populares”, sin embargo con el paso del tiempo adquirió una connotación bastante negativa, que se aplica en general “a políticos de todas las ideologías, pero que tienen en común la apelación emotiva al ciudadano y la oferta de soluciones simples a problemas complejos”.
En realidad, populismo es igual que demagogia, que consiste en la práctica política amoral de ganarse la simpatía popular mediante promesas que por lo general nunca son cumplidas. Eso es lo que ha ocurrido en Nicaragua, por ejemplo, con los megaproyectos populistas del Gran Canal, Supremo Sueño de Bolívar, Tumarín y otros que según las promesas del orteguismo traerían la plena felicidad a todos los nicaragüenses.
La demagogia, o el populismo que básicamente es lo mismo, constituye una “degeneración de la democracia —explica también el diccionario de la RAE—, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder”.
Pero en Nicaragua el populismo no es solo una palabra cuyo sentido es necesario conocer para fortalecer el conocimiento del idioma. En Nicaragua el populismo es un régimen autoritario encabezado por Daniel Ortega, que se caracteriza por hacer promesas falsas y realizar obras fachadistas y diversionistas, en vez de promover las transformaciones estructurales que necesita el país. Pero sobre todo, el populismo orteguista ha causado el socavamiento de las instituciones democráticas, la perversión del poder público y la pérdida de valores fundamentales de la democracia, como las elecciones limpias, la alternabilidad en el poder y la independencia de la justicia.
La democracia, dice Rodrigo Borja, es la participación consciente de los pueblos en las tareas de interés público, mientras que el populismo es la antidemocracia porque se basa en la intervención emocional de las masas, las que son arrastradas como rebaño por un caudillo populista que las seduce con halagos y promesas ilusorias.
De manera que si para los países hispanohablantes en general el populismo es solo la palabra del año, en Nicaragua es una odiosa realidad que en algún momento los mismos nicaragüenses tendrán que decidirse a cambiar.