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LA PRENSA/ARCHIVO

Los efectos económicos del coronavirus en Latinoamérica: materias primas y remesas a la baja

Si las materias primas ya estaban en 2019 lejos de los precios que tuvieron hasta 2014, la llegada del coronavirus ha agudizado su desplome. Leé el análisis de Juan Carlos Martínez Lázaro, profesor de economía de IE University

La pandemia del coronavirus va a golpear de forma importante a la economía de Latinoamérica. Según acaba de pronosticar el FMI en su Informe de Primavera, el PIB de América Latina y el Caribe experimentará una contracción del 5.2 por ciento en 2020, una caída desconocida en los últimos setenta años. Para hacerse una idea, la mayor contracción acaecida desde 1951, tuvo lugar en 1983, cuando la actividad económica disminuyó un 2.8 por ciento, mientras que, en 2009, el año de la Gran Recesión, sólo retrocedió un 2 por ciento.

Hasta ahora, el coronavirus no ha afectado a los países de la región con la misma intensidad con la que lo está haciendo en la mayor parte de Europa o en Estados Unidos. Esto puede significar que lo peor aún no ha llegado o, que las medidas de confinamiento que se tomaron en la mayoría de los países con prontitud, están sirviendo para controlar la expansión del virus.

Pero, independientemente de lo que pase en el frente sanitario, lo que está claro es que la actividad económica se va a ver muy afectada. Las medidas de confinamiento y el parón de una parte significativa de la producción, están provocando efectos devastadores en muchos sectores e industrias. Lo mismo está ocurriendo en todo en el planeta, pero a Latinoamérica le va a impactar en mayor medida por varias razones.

En primer lugar, por el punto de partida. América Latina fue el territorio con un menor crecimiento en 2019, apenas un 0.1 por ciento. La disminución del precio de las materias primas, la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la crisis argentina  y el estallido social que afectó a varios países durante   el otoño pasado, pasaron factura a unas economías  que, en su mayor parte, venían perdiendo fuelle desde que finalizó el superciclo de precios de las materias primas, allá por 2014.  Como dato ilustrativo, el PIB per cápita del conjunto de la región, pasó de crecer un 2 por ciento anual en el periodo 2000-14 a caer un 0.6 por ciento de media entre 2015-19.

Si las materias primas ya estaban en 2019 lejos de los precios que tuvieron hasta 2014, la llegada del coronavirus ha agudizado su desplome. Por ejemplo, el precio del cobre ha caído más del 15 por ciento desde principios de año y el barril de petróleo cotiza muy lejos de los casi 70 dólares con los que finalizó 2019, a pesar de los recortes de producción recientemente acordados entre los miembros de la OPEC y otros productores. Además, no sólo se reducen las exportaciones de materias primas. También las de manufacturas, por la interrupción de muchas cadenas globales de producción y por el parón económico de los países destinatarios. La caída de las exportaciones de materias primas y de manufacturas y, el desplome del turismo por la imposibilidad de viajar, están produciendo una disminución muy importante de los ingresos fiscales y un deterioro de los saldos comerciales en todos los países de la región.

Otro problema añadido va a ser la disminución de las remesas, que llevaban diez años aumentando según el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla).

En 2019, casi alcanzaron los 100.000 millones de dólares, de los que alrededor del 80 por ciento provinieron de Estados Unidos. Los países que recibieron mayores cantidades en 2019 fueron México con 36,000 millones de dólares, Guatemala con 10,508 millones de dólares, República Dominicana con 7,087 millones de dólares  y Colombia, que alcanzó una cifra récord de 6,773 millones de dólares.

Hasta la fecha, veintidós millones de trabajadores en Norteamérica han solicitado subsidios de desempleo y, probablemente, muchos eran mexicanos, guatemaltecos, dominicanos o colombianos. Para ellos, ahora será más difícil seguir mandando dinero a sus familias, lo que reducirá los niveles de consumo en sus países de origen. Y eso sin contar con los cientos de miles de inmigrantes ilegales que se están quedando sin ingresos de ningún tipo.  Diversos estudios pronostican que la caída de las remesas rondará al 20 por ciento durante 2020. En el caso de México, el BBVA estima que podrían descender un 17 por ciento este año.

Al igual que en Estados Unidos, el desempleo está aumentando rápidamente en América Latina. Con un problema añadido: las elevadas tasas de informalidad. Debido a las medidas de confinamiento, muchos trabajadores del sector informal no pueden desarrollar su actividad, lo que les priva de ingresos y, al no poder acceder ni a ayudas ni a subsidios, les deja en una situación muy delicada. Como consecuencia, los niveles de pobreza y de pobreza extrema van a verse notablemente incrementados.

Por último, Latinoamérica se enfrenta, al igual que otras regiones emergentes, a una importante salida de capitales. Desde principios de año, más de 90,000 millones de dólares han abandonado los mercados emergentes de bonos y acciones, debido a una mayor aversión al riesgo y a la desconfianza sobre los efectos que la pandemia tendrá en esas economías.

La fuga de capitales, unida a las menores entradas de divisas por exportaciones, turismo y remesas, dibujan un panorama preocupante, que se podría traducir en tensiones financieras para hacer frente a los pagos de la deuda externa. Además, las ayudas fiscales y el mayor gasto sanitario que todos los gobiernos están afrontando, así como  la disminución de los ingresos tributarios por la menor actividad económica, van a tensionar mucho las cuentas públicas. Aunque los niveles de deuda se mantienen en general controlados, salvo en Argentina y Brasil, la crisis va a provocar un sustancial incremento de la misma.  De hecho, un número importante de países ya han entablado contacto con el FMI para explorar vías de ayuda que eviten entrar en una espiral de impagos.

Se esperaba que, en 2020, la situación económica en América Latina fuese mejor que en 2019, pero la llegada del coronavirus ha trastocado todo. El impacto económico va a ser muy importante y, podría ser aún mayor, si la epidemia alcanzase la intensidad que está teniendo en otros lugares del planeta. Los sistemas sanitarios no tienen la dimensión de los de los países desarrollados, ni sus gobiernos poseen los recursos necesarios para minimizar las consecuencias económicas y sociales. Por eso, además de prescindir de la frivolidad a la hora de hacer frente a la pandemia, va a ser muy necesaria la ayuda internacional para evitar el colapso financiero de la región.

*Profesor de economía de IE University

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