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Es cuentacuentos desde hace nueve años y asegura que le encanta contarlos, pero que le ha costado sentarse a escribirlos. Creció escuchando los cuentos de su mamá, los de Lencho Catarrán, los de Pancho Madrigal y producciones radiales de Radio Corporación. Su primer cuento fue Maíz pujagua. Le encanta la cumbia y asegura que en un momento de su vida quiso ser monja, pero no pudo por desobediente.
¿Cómo se describiría en tres adjetivos?
Alegre, soñadora y cuestionadora.
¿Cuál fue su juguete preferido cuando era pequeña?
Un balón de futbol.
¿Qué animal le gustaría ser?
Un colibrí.
Refrán favorito.
Lo que se hereda no se hurta.
Música favorita para bailar.
Las cumbias.
Si no fuera cuentacuentos, ¿qué sería?
Pedagoga de educación especial.
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Un hábito vergonzoso
No soy muy obediente. Siempre he sido contestona y cuando quise ser monja, en el aspirantado, me dijeron que no podía serlo y yo contesté ¿por qué? Por eso, me dijeron (ríe).
¿Ha estado a punto de morir?
Sí, casi me ahogo un primero de enero de 2014 en la laguna de Apoyo.
¿Algún talento oculto?
Soy muy graciosa. De niña me pagaban para contar chistes.
¿Qué comida no puede rechazar?
La tortilla, porque con lo que me la pongan me la como.
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Un sueño no cumplido.
Tener mi propio espacio cultural, donde las niñas y niños tengan un espacio de creación, de recreación, un espacio multifuncional.
¿A qué personaje, vivo o muerto, le gustaría conocer?
Ángeles Mastretta, es una escritora mexicana y muchas de las historias que cuento son de ella.
Un mensaje para los nicaragüenses.
Que despertemos la conciencia, que ocupemos esta pausa para encontrarnos, reivindicarnos y trabajar como una sola nación.