Con la muerte repentina cuatro comerciantes en el mercado La Mascota de Diriamba, muchos tramos permanecen cerrados y los vendedores que asisten, refieren que lo hacen por necesidad y porque tienen que pagar deudas, a pesar de que exista el temor de contraer la enfermedad el coronavirus.
Eliú Aguilar es uno de ellos. Él vende ropa usada por el sector norte del centro de compras. “Hay tramos que llevan diez y tres días que no se abren. A veces algunos se cierran tempranos y la gente se va las 12:00 del mediodía”, comenta.
Su esposa, era quien administraba el negocio, pero ahora lo hace él, usando mascarilla y lavándose sus manos constantemente con alcohol, jabón y agua. “No podemos enfermarnos los dos y por cualquier cosa me voy yo al hospital y se queda ella cuidando a los niños. Hay temor a contagiarnos, claro que sí, porque nadie es inmune al virus, pero si aprendemos a cuidarnos, pienso que podemos seguir trabajando”, destaca el marchante.
Para mantener las medidas higiénicas, cuenta que cuando retorna a su casa, llega a bañarse y cambiarse de ropa.
Grandes pérdidas
Antes de que se reportara el primer caso de coronavirus en Nicaragua, según Aguilar, a diario vendía en ropa entre 800 y 2000 córdobas. Ahora no llega ni a la mitad de esas cifras. “Los clientes que deben, no están viniendo a abonar y los cobros no se detienen. Nosotros esperamos que los bancos de un respiro por lo menos de unos cuatro meses, hasta que esto medio se normalice. Nadie quiere quedar mal y lo que más nos preocupa es que se nos manche el record crediticio y no poder aplicar a nuevos préstamos”, añade.
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Otro que siente temor al contagio del Covid, es Álvaro García, vendedor de perecederos y de artículos ferreteros. La muerte de los marchantes, asegura que le afectó demasiado y que de ahí ha tomado con seriedad las recomendaciones higiénicas que se han dado a conocer a través de los medios de comunicación social y redes sociales. También le preocupa que la Intendencia hasta el momento, no haya fumigado las instalaciones del centro de compras.
“La gente ya no quiere entrar aquí por la misma pandemia, tiene miedo y al parecer se queda en sus casas, porque después de las 12:00 del mediodía, aquí ya no hay nada. Es poca gente y las ventas se han bajado. Todo esto es un riesgo y Dios es el único que está con nosotros”, confía García.
Las deudas y la búsqueda de alimento para él y su familia, es lo que también lo obliga a asistir a diario al mercado. Igualmente a Leyser Ruiz, vendedor de huevos.
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Entre el miedo, la fe y las medidas
En un recorrido que LA PRENSA realizó en dicho mercado se pudo corroborar que tramos del sector de la ropa usada, carnes y tiendas de ropa y de artículos varios, se encuentran cerrados. Marchantes de perecederos y de los que sobreviven de la venta de tortillas también se han ausentado.
Donald Saballos, quien se dedica a la elaboración de joyas, cuenta que los módulos se empezaron a cerrar desde la semana pasada y que varios de sus amigos que tomaron dicha iniciativa, le comentaron que lo hicieron para autocuarentenarse. Hay otras personas que se resguardaron desde este recién pasado lunes. “Si esto se pone más feo, creo que debemos de suspender labores y cada quien para su casa”, señala el orfebre.
En dicho mercado, la mayoría de marchantes usan tapabocas por su seguridad y los que no, argumentan que les estorba y que Dios los protegerá del virus.