La medallista Sayra Laguna, atleta de judo y sambo, es extrovertida y jovial, pero no se lleva bien con la gente muy “confianzuda”. Recientemente vivió una odisea de 32 días para poder volver a su casa en Managua, desde California, EE. UU. Quería despedirse de su bisabuela, pero la anciana murió cuando ella seguía varada en la frontera de Guatemala con Honduras.
¿Qué olor la traslada a su infancia?
El olor de la tierra mojada.
¿A quién admira?
En el deporte a una japonesa que se llama Kaoiri Matsumoto. Fuera del deporte, a Michele Obama.
¿Sin qué invento no concibe la vida?
El internet.
¿Le gusta bailar?
No (ríe). Para nada. Ni sentada. Y eso que cuando era niña estuve en un grupo de danza.
Lo más loco que ha hecho.
Irme en furgón desde California hasta Guatemala. No pensé en nada. Solo en irme. Fueron casi cinco días.
El mejor consejo que le han dado.
Mi mamá me dijo que luchara con todas mis fuerzas bajo las circunstancias y adversidades que la vida me podía presentar.
Un apodo.
A mi familia le dicen los Caitudos. A mí no porque saben que me enojo y les contesto feo, desde chiquita.
Lo que más odia hacer.
Lavar los trastes (ríe).
¿Está enamorada?
Me están comenzando a enamorar (ríe).
¿Se arrepiente de algo?
De haberle contestado mal a mi mamá una vez.
¿Cuál es su recuerdo más triste?
Ver a mi tío Esteban caer cuando se murió, en el patio. Un infarto, hace como 21 años. Él tenía 22. Siempre ando su foto en mi cartera.
¿Cuál es la meta que tenía para 2020 y que ya no va a poder cumplir?
Seguir estudiando, viajar, competir para ir a las Olimpiadas. Iba para tercer año de Ingeniería agraria.
¿Cómo fue volver a casa y ya no encontrar a su bisabuela?
Duro, porque por eso hice el viaje desde que salí de California. Ella y Dios saben todo lo que pasé para poder llegar a tiempo. Tengo paz en mi corazón porque hice lo que pude.
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