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La imagen acababa de cumplir 382 años de estar en Nicaragua cuando fue quemada. LA PRENSA/ ARCHIVO

La Sangre de Cristo: la imagen que sobrevivió a tres terremotos y un incendio

Es la más venerada del pueblo católico nicaragüense y hoy se erige, convertida en carbón, en una representación de un pueblo oprimido por una dictadura. Esta es su historia.

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Acostumbrado a restaurar cada año la imagen de la Sangre de Cristo de la Catedral de Managua, el artista plástico Rodolfo Ocampo resume así lo que ha pasado con ella: “Lo que quedó es un tizón”. Y es así como lo dice Ocampo, un hombre de 80 años de edad que hoy se resiste a hablar de cómo retocaba la imagen que, según él, era de caoba. “¿Para qué voy a hablar si ya no existe?”, le dice a la revista DOMINGO.

Después de la quema que sufrió la Sangre de Cristo el pasado viernes 31 de julio, en “tizón” quedaron 382 años de historia, desde que en 1638 la imagen llegó a Nicaragua procedente de Guatemala y la instalaron en un templo llamado Veracruz, ubicado donde hoy está el obelisco dedicado a Darío, detrás del teatro, cuando Managua “no llegaba ni a pueblo” y solo servía como tránsito entre León y Granada, según escribió el religioso Bosco Rodríguez.

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En “tizón” quedó la devoción que el pueblo católico de Nicaragua siente aún por la Sangre de Cristo. “Estamos adoloridos”, dice William Pérez, de 61 años de edad, un devoto que por muchos años dirigió la congregación de los Caballeros de la Sangre de Cristo, un grupo de hombres que velaban por la imagen.

A sus 67 años de edad, monseñor Silvio Fonseca dice que no recuerda haber vivido un ataque más grave a un símbolo religioso que representa la fe de todo un pueblo.

En “tizón” también quedó un patrimonio cultural e histórico, añade Fonseca.

La imagen

Todo mundo dice que la imagen llegó de Guatemala. Pero nadie sabe quién la talló. El escultor quedó en el anonimato. El artista plástico Rodolfo Ocampo lo único que alcanza a decir es que escultores como los que tallaron la Sangre de Cristo ya no existen “ni en Guatemala”. “Tal vez habrá unos cuantos en México. Muy pocos”, explica.

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Muchas de las imágenes que están en las parroquias y catedrales de Nicaragua fueron talladas en Guatemala. Una de las ciudades de ese país, Esquipulas, es considerada la “Tierra Santa” de Centroamérica, y es donde más se ha desarrollado el arte sacro en la región, explica el religioso Bosco Rodríguez, en su libro Santos Cristos de Managua.

De hecho, el más antiguo Cristo crucificado de Centroamérica fue tallado en Esquipulas por el joven de origen portugués Quirio Cataño y es reconocido como El Cristo Negro, Nuestro Señor de Esquipulas. En Nicaragua, el crucifijo más antiguo vino de España, cerca de 1528, y fue un regalo del obispo Juan de Arias Dávila a su sobrino, el gobernador de Nicaragua, Pedro Arias Dávila, por lo que la imagen es conocida como el Cristo de Pedrarias.

La imagen en una de sus procesiones. LA PRENSA/ CORTESÍA

Cuando en julio de 1638 la Sangre de Cristo llegó al templo de Veracruz, cerca del parque central de Managua, en esa capilla ya se veneraba al Señor de los Milagros, una imagen que aún existe y se supone que tiene unos 400 años de antigüedad, o sea, es más antigua que la Sangre de Cristo.

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Ambas imágenes permanecieron en ese templo hasta que en 1844 un terremoto derrumbó el edificio y la Sangre de Cristo fue llevada al templo de San Miguel. Alrededor del año 1906 la imagen habría sido trasladada a la capilla San Antonio, de donde debió salir debido a su también destrucción por otro terremoto, el de marzo de 1931.

Tras su posterior estadía en la iglesia de San Sebastián, la imagen fue llevada a la reconstruida capilla San Antonio, de donde debió salir nuevamente por otro terremoto, el de diciembre de 1972.

Antes de recalar definitivamente en la nueva Catedral de Managua, adonde fue llevada en 1993, la imagen estuvo primero en la parroquia de Monte Tabor y luego en la iglesia Pío X de Bello Horizonte.

Bosco Rodríguez publica una descripción de cómo era la imagen, que ahora está calcinada: representación de Cristo en la Cruz, tallada en madera policromada, de la época del siglo XVII, de autor desconocido. Su cabeza está cubierta por una cabellera y una corona de espinas; también luce algunas veces un hermoso resplandor adornado, que es colocado encima de su corona de espinas. Color de piel morena, sangrando de sus manos y pies, exactamente donde está clavado en la cruz, presenta una herida profunda debajo de la tetilla derecha con abundante sangrado concentrado en un mismo punto sin regarse mucho sobre el costado de la herida. Sangrando de la nariz y la boca cuya sangre baja hasta la barba, además de diversas heridas en partes del cuerpo y los flagelos en la espalda. Su cintura cubierta por un manto de tela. La cruz también es tallada en madera. Presenta talla de racimos de uva y hojas de acanto; es de forma cilíndrica”.

William Pérez era un niño cuando su papá lo llevaba a la capilla de San Antonio a ver la imagen. “Me daba miedo”, recuerda Pérez, quien después se convirtió en uno de los grandes devotos de la Sangre de Cristo.

El valor monetario de la imagen es incalculable, explica monseñor Silvio Fonseca, pues se trata de un signo religioso de los católicos nicaragüenses, que encarna la historia de un pueblo y su fe. “Es la herencia de toda una historia nacional”, dice Fonseca, quien considera que pudo ser patrimonio cultural, a como las Naciones Unidas ha declarado a algunas catedrales.

Procesión en los años 70. LA PRENSA/ CORTESÍA

La teóloga María López Vigil lamenta el daño causado a la imagen de la Sangre de Cristo: “Con la quema de esta imagen se pierde un valioso patrimonio histórico. Duele también el que se haya atentado con tanta saña contra un símbolo que ha acompañado al pueblo de Managua durante siglos, consolando, dando esperanza y fortaleza. Esto causa un profundo dolor, aún en quienes no son católicos, ni siquiera creyentes. Porque los seres humanos somos una especie simbólica. Eso significa que los símbolos a veces tienen más poder que las realidades. Todos somos muy sensibles a que se atente contra los símbolos, especialmente contra los símbolos religiosos que vinculamos con Dios”, indicó.

“Milagrosa”

En la entrada de la capilla en donde estaba la Sangre de Cristo dentro de la nueva Catedral de Managua, William Pérez se ubicaba a ver cómo los devotos católicos llegaban a pagar sus promesas a la imagen.

Se trataba de jóvenes que habían sido acuchillados o baleados y lograban sobrevivir. O de madres recién alumbradas que llegaban con sus bebés para agradecerle a la imagen porque el parto había salido bien y el niño o niña nacieron sanos.

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El mismo Pérez dice que es “un milagro” de la Sangre de Cristo, porque en mayo pasado se contagió con Covid-19 y aquí está “contando el cuento”.

Uno de los milagros más famosos de la Sangre de Cristo ocurrió cerca de 1863, cuando la imagen estaba en el templo de San Miguel. Unos músicos fueron por el lago de Managua a tocar a Tipitapa y cuando regresaban, de noche por la misma vía, se desató una tormenta que estuvo a punto de hundir la pequeña embarcación. Los músicos se acordaron de la imagen y le rezaron. La tormenta se calmó y ellos llegaron a salvo. Desde entonces la banda de músicos acompañaba a la imagen en sus procesiones y actos religiosos.

A la Sangre de Cristo se le atribuyen innumerable cantidad de milagros, tantos que el doctor Armando Arce Paiz le comentó en una entrevista al periodista Mario Fulvio que la imagen era rica en bienes, por los pagos de los promesantes.

“(La imagen) recogía bastantes limosnas. Poseía una corona, un pectoral y millares de exvotos (objetos que se cuelgan en la pared) de oro macizo, tres grandes clavos de plata. Además, en ese tiempo (inicios de los años 1900) sus devotos acostumbraban a legar a la imagen casas, terrenos y otros bienes. De ese modo, la Sangre de Cristo era dueña de las haciendas de ganado El Caimito, El Hato, El Laurel y El Charco, entre otras”, comentó Arce Paiz.

Un teólogo que prefiere el anonimato, porque afirma que estos temas pueden herir susceptibilidades, dijo a la revista DOMINGO que a veces se suscita “una especie de guerra” entre la feligresía acerca de las imágenes, reclamando que algunas son más milagrosas que otras.

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“No es la sangre aislada la que hace el milagro. Toda la crucifixión de Cristo es la expresión de la redención del pecado y de la muerte. La fe que se expresa a la imagen, en realidad es una fe dirigida a Cristo. No es propiamente la imagen. La fe es una cosa profunda. Tu fe te ha salvado, dijo Jesús. La lucha de las imágenes no tiene sentido”, indicó el teólogo.

La última morada de la Sangre de Cristo. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

La también teóloga Michelle Najlis señala que el pueblo católico nicaragüense le ha tenido mucho respeto y devoción a la imagen de la Sangre de Cristo. “¿Milagrosa? Son las creencias de cada persona que deben ser respetadas”, expresa Najlis.

La teóloga María López Vigil también recuerda que los cristianos católicos son quienes tienen una gran reverencia por las imágenes. “Lutero y los cristianos protestantes rechazaron las imágenes. También las rechazan los cristianos evangélicos. Son los cristianos católicos los que les atribuyen milagros”, asegura.

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Para monseñor Silvio Fonseca la quema de la imagen “es una pérdida del pueblo de Dios” y es “una guerra contra la Iglesia católica”. Según Fonseca, la Iglesia no puede estar separada del pueblo, por lo que el “acto terrorista” trasciende más allá de lo que hasta ahora se está analizando.

Por último, una devota que este miércoles llegó a la Catedral a presenciar los destrozos indicó: “Personalmente, veo en el Cristo calcinado, que resistió el fuego y no se derrumbó de la cruz, la Nicaragua que sigue resistiendo a la dictadura. Y veo en el rostro que ya no tiene el Cristo el rostro de todos los asesinados, los torturados, los presos, los exiliados, el rostro de las madres de abril… Nos veo a todos nosotros. Por eso, creo que no debería repararse esta imagen hasta que en Nicaragua iniciemos un camino de libertad y de justicia”.

La Sangre de Cristo

El dogma cristiano afirma que Jesús vino a morir para salvarnos, cumpliendo así el designio de Dios, su Padre, explica María López Vigil.

“Cristianos de todas las denominaciones cuestionan esta formulación, basada en los sacrificios de sangre del Antiguo Testamento y lo ven así: Jesús no murió, lo mataron porque nos enseñó una imagen de Dios muy novedosa y nos enseñó a vivir”, analiza Vigil.

Managua, Nicaragua. 31/07/2020.Imagen de la venerada Sandre de cristo recibe un cobarde atentado cuando un sujeto entro a la capilla y lanzo una bomba molotov, quemando por completo la capilla y la imagen de mas de 300 años. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

En el caso de la imagen de la Sangre de Cristo que fue quemada, Vigil indica que solo en Nicaragua se le llama así a la imagen de Jesús crucificado y es la que despierta más devoción y más impacto.

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“Es la imagen de un torturado. La muerte en cruz la emplearon en gran escala los romanos, que la consideraban el suplicio más cruel y denigrante que existía. La reservaban para los extranjeros y solo en escasas ocasiones se crucificaba a ciudadanos romanos. Era la pena de muerte que sufrían los esclavos. A los hombres libres se les podía crucificar por delitos de homicidio, robo, traición y, sobre todo, por rebelión política contra Roma. Roma crucificó a millares de judíos cuando Israel era una provincia del imperio. Era costumbre desnudar a los crucificados para así aumentar su humillación. Siglos de historia, de cultura y arte han limpiado de horror la imagen de esta horrenda tortura. Ver en Jesús, un guiñapo ensangrentado colgado de un palo, la revelación del amor de Dios resultó un escándalo en la historia de las religiones”, señala la especialista en temas religiosos.

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