Hace dos años Fátima Villalta dejó Nicaragua. No quería “hacer una estancia en el Chipote”, como le pasó a un par de sus amigos debido al contexto político del país. La autora de Danzaré sobre su tumba reside en México, donde trabaja en un nuevo libro y codirige el proyecto digital Hora Cero.
¿Hay algo que extrañe de Nicaragua?
El acento.
¿Qué piensa cuando escucha la palabra “Managua”?
En atardeceres y en Franz Galich.
El último libro que leyó.
El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
¿Sin qué invento no concibe la vida?
Sin el refrigerador.
Un gusto culposo.
La serie de Luis Miguel.
Una película que la haga llorar.
Moonlight.
Un pasatiempo de cuarentena.
Tejer.
Una palabra favorita.
Chocorrón.
¿Cuál es su recuerdo más triste?
Cuando me fui de Nicaragua.
¿Y el más feliz?
Cuando gané un premio de novela (Danzaré sobre su tumba, en 2011).
¿Qué es lo que más odia hacer?
Dormir menos de ocho horas.
¿Un sueño todavía no cumplido?
Ir a la Costa Caribe de Nicaragua.
¿Cuál ha sido para usted la parte más dura de la pandemia?
Ver cómo en otros países se toman medidas mínimas y en Nicaragua ninguna.
Si pudiera hablar con la pareja presidencial, ¿qué le diría?
Que no van a quedar bien parados en los libros de historia.
Un mensaje para los nicaragüenses.
La solidaridad y la empatía es lo que nos hace más fuertes.
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