Unas 80 familias campesinas, de unas 40 comunidades en Madriz, en su gran mayoría indígenas, producían a la semana bellísimas piezas elaboradas de forma artesanal, que ya no pueden vender ante la falta de compradores, principalmente turistas extranjeros.
Las piezas son de arcilla o barro, tule, cabuya de penca, manila, madeja o hilo, cartón, madera, jícaro, bambú, fécula de pino, mármol o marmolina y tusa de maíz, entre otros materiales encontrados en las zonas de sus municipios, en su mayoría indígenas, tales como San José de Cusmapa, San Lucas, Telpaneca y Totogalpa, localidades del departamento de Madriz.
Hace unos cuatro años, las autoridades orteguistas de la Alcaldía del municipio de Somoto, cabecera del departamento de Madriz, construyeron a un lado de la delegación del Instituto Nicaragüense de Turismo (Intur) un mercado exclusivo para la exposición y venta de piezas de artesanías de esos municipios, pero ahora ese mismo centro es ocupado para otras finalidades ante la ausencia de turistas extranjeros, muchos de los cuales regresaban de visitar el famoso Cañón de Somoto.
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“Hace poco estaba el mercado de artesanías de Somoto, pero muchos de los que estaban ahí fueron poco a poco abandonando el local, porque casi no vendían sus artículos o piezas, y ahora parece que las autoridades de la Alcaldía y del Intur han ido entregando los módulos a propietarios de negocios dedicados a otras actividades”, expuso José Gonzalo Hernández Cáceres, presidente de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur).
También algunas tiendas de artesanías han ido desapareciendo de sus lugares de venta como el caso del puesto ubicado dentro del Hotel Panorámico y otras que estaban en las avenidas principales y muy cerca al supermercado Palí de la ciudad de Somoto.
Tanto las autoridades del Intur de Madriz como de la Alcaldía de Somoto se han esforzado en promover en cada feria gastronómica que realiza el Gobierno central la artesanía local, sin mucho éxito por la poca asistencia de compradores a estas actividades que buscan reactivar la economía de la zona.
En las profundas y lejanas montañas indígenas de San Lucas, municipio de Madriz, se encuentra casi oculta en la comarca de Lomas Panda, jurisdicción de la comunidad de Río Arriba, una casita construida hace 65 años, de adobe de tierra embadurnada con barro colorado y tapada con lamosas tejas. Aquí se aloja el tallercito rústico de artesanía de cuatro hermanas que labran a mano bellas piezas de barro y madero que han acumulado en viejos estantes porque las ventas últimamente han estado malas, desde hace tres años.
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Doña María Martha Hernández Muñoz, de 75 años, y sus tres hermanas Ángela, Magdalena y Carmen, de la comarca de Lomas Panda, comunidad de Río Arriba, forman parte de ese grupo de 80 familias campesinas, de 40 comunidades indígenas de los municipios de San José de Cusmapa, San Lucas, Totogalpa y Telpaneca, en Madriz, que llevan años elaborando y produciendo piezas de artesanías de arcilla o barro, tule, cabuya de penca, manila, madeja o hilo, cartón, madera, jícaro, bambú, fécula de pino, mármol o marmolina y tusa de maíz.
“Las ventas han estado malas y estamos produciendo menos piezas que antes. Hacíamos a la semana unas cuatro y ahora unas dos, y tenemos bastantes acumuladas en los estantes. Esperamos que salga alguna feria y participar en las ventas”, dijo una de las artesanas consultadas que pidió no revelar su nombre para evitar molestias en las instituciones del Gobierno y de las alcaldías de San Lucas y Somoto por sus declaraciones.
Otra artesana que resiente las malas ventas es doña Estebana Morales Pérez, de 74 años, quien elabora tapetes de tule en una de las comunidades indígenas del municipio de Totogalpa, donde junto con su familia tienen un tallercito que han conservado a través de los años.
“Este tallercito viene de generación en generación desde hace 60 años. Yo lo heredé de mis abuelos y padres. Las ventas están malas y por eso nos estamos dedicando a otras actividades del campo para producir comida y la crianza de animales (gallinas y cerdos) para vender en el poblado y ayudarnos a sobrevivir”, dijo.
Don Rafael Ponce Martínez, de 73 años, artesano del barro en la comunidad de Santo Domingo, zona del municipio de Telpaneca, en Madriz, dijo que ha dejado de elaborar piezas porque las ventas se cayeron, “ahora estoy dedicado a la siembra de maíz y frijol. La pandemia del coronavirus vino a empeorar la situación económica de nosotros los artesanos”, dijo.
La gran mayoría de las 80 familias campesinas dedicadas a la elaboración de piezas de artesanías, de unas 40 comunidades indígenas de los municipios del departamento de Madriz, dedican parte de sus actividades a la agricultura en pequeñas parcelas de tierras (no mayor a las cuatro manzanas), en la que cultivan maíz y frijoles.