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El día de los muertos y el paraíso de la memoria

La celebración el 2 de noviembre del Día de los Fieles Difuntos, como lo llama la Iglesia católica, o Día de los Muertos como se dice popularmente, es un acontecimiento humano universal.

Todos los pueblos del mundo lo celebran. Algunos lo llaman con otros nombres o lo celebran en otras fechas. Pero en todas las culturas humanas la gente recuerda y rinde tributo a la memoria de sus seres queridos.

El eminente poeta y escritor alemán que vivió en los siglos 18 y 19, Johan Paul Friedrich Richter (1763-1825) dijo para la posteridad que “la memoria es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados”. Alude a la expulsión del Paraíso Terrenal de nuestros primeros padres, por haber cometido pecado, según el Génesis bíblico. Pero también a la realidad de que mientras recordemos y honremos a nuestros seres queridos que fallecieron, ellos siguen viviendo en el dominio de nuestra memoria.

Por su parte, el filósofo e historiador rumano de las religiones, Mircea Elíade (1907-1986), definió la muerte como “el retorno al estado seminal de la existencia”, que perdura mientras el recuerdo de la persona fallecida esté presente en la memoria de los demás.

De manera que, paradójicamente, la celebración del Día de los Muertos que se hace de manera muy especial cada 2 de noviembre, es al mismo tiempo una celebración de la vida. Porque los difuntos, mientras sean recordados seguirán viviendo. Y cabe en este orden recordar el precepto evangélico de San Juan, acerca de lo dicho por Jesús: “El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”.

También es oportuno en este día recordar lo dicho por el papa Francisco acerca de que “el recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización están en Dios”.

Pero no es sólo por razones religiosas que se debe recordar siempre a las personas muertas. También por deber moral y motivos sociales y políticos, es justo y necesario conservar en la memoria el recuerdo de todas las personas que se dedicaron a hacer el bien, ya fuese por caridad, por solidaridad humana o por amor a la patria, a la libertad y la dignidad humana.

En fin, el Día de los Fieles Difuntos, o Día de los Muertos, no es una jornada de tristeza ni de lamentaciones. Es un día de traer a la memoria recuerdos hermosos de nuestros seres queridos que se fueron, así como de gratitud a todos los que de una u otra manera se dedicaron en vida a hacer el bien a los demás.

Y en este orden, recordar con devoción a los mártires de abril de 2018, que murieron por la causa noble y superior de la lucha por la libertad de todos los nicaragüenses.

Editorial
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