Un grupo denominado Religiosos y Religiosas Nicaragüenses en la Clandestinidad cuestionó el silencio que el Vaticano y la jerarquía de la Iglesia católica impone a los obispos y sacerdotes de Nicaragua, en un contexto en que todos ellos, tanto dentro como fuera del país, se mantienen en silencio, sin hacer más cuestionamientos a la dictadura de Daniel Ortega.
El grupo clandestino publicó su carta en el sitio web Religión Digital, a través de un comunicado titulado “El silencio del Vaticano y de la jerarquía sobre Nicaragua se aleja de la misión evangélica”.
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Los religiosos cuestionan la evidente orientación que tienen los sacerdotes a ser dóciles frente al régimen. “¿Por qué la Santa Sede exhorta a bajar la voz a los curas y obispos exiliados como Silvio Báez (y Rolando Álvarez)?”, es el principal cuestionamiento destacado en el escrito.
Silencio del obispo Rolando Álvarez
Este reclamo llega 10 meses después de la excarcelación y destierro del obispo Rolando Álvarez y otros 17 sacerdotes que estaban presos por criticar a la dictadura de Ortega y su esposa Rosario Murillo. Principalmente monseñor Álvarez era popular por cuestionar todos los días a la dictadura Ortega Murillo, hasta que fue detenido en agosto de 2022.
El obispo Álvarez demandaba la liberación de los presos políticos y pedía que se realizaran elecciones libres y justas, lo que disgustaba al régimen.
En febrero de 2022, tras negarse a ser desterrado de Nicaragua, Álvarez fue condenado a 26 años de cárcel bajo la acusación de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas”.
En enero de 2024, Álvarez fue excarcelado y enviado a Roma, pero eso no significó que reanudara sus apariciones públicas. El obispo Álvarez no ha aparecido públicamente, ni tampoco ha dirigido algún mensaje al pueblo que exigía todos los días su liberación.
Mientras que el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, quien vivía en el exilio desde 2019 por la persecución y amenazas de muerte de los simpatizantes de Ortega, también era conocido por sus sermones críticos contra la dictadura desde el exilio. Sin embargo, Báez ya no habla en público.
Parroquias sometidas a la vigilancia permanente
El grupo de Religiosos y Religiosas Nicaragüenses manifiesta en su mensaje que tratan de compartir “algo de lo que estas comunidades en resistencia en distintas partes de Nicaragua están sintiendo actualmente y que la falta de la libertad de expresión, democracia y Estado de derecho impide que se sepa”.
“Este silencio propagado por la Santa Sede y practicado por la jerarquía nicaragüense frente a la dictadura brutal de la pareja Ortega-Murillo es un silencio que deja triste y desesperado al pueblo pinolero, que lo único que tiene en estos tiempos de persecución religiosa es la fe y la esperanza, frente al asedio y la persecución que viven las comunidades parroquiales que son sometidas a la vigilancia permanente, el acoso silencioso y la visita casi semanal de agentes de la Policía de Nicaragua, tanto uniformados como oficiales de la inteligencia, realizan labor de intimidación”, enuncia el escrito.
Solo hay silencio
El grupo también señala que “tal silencio tanto del Vaticano como de la jerarquía se aleja de la misión evangélica”.
“Como ha dicho desde su exilio la abogada y defensora de derechos humanos, Martha Patricia Molina: “¿Por qué soportar incluso que desmantelen una diócesis entera como la de Matagalpa? Agravios tras agravios y ese silencio que inicia a sonar desde el cardenal Leopoldo Brenes”.
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“Jesús nunca se calló frente a múltiples amenazas… y mucho menos cuando autoridades atacaban a sus seguidores y las y los más vulnerables… mujeres, niños, enfermos… Hasta el mismo Vaticano a veces ha exhortado a las y los jóvenes latinoamericanos a ‘salir a las calles’ para reclamar sus derechos'”.
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El grupo manifiesta que “este silencio expone al pueblo diariamente a una violencia más y más brutal”.
“Las violaciones a derechos humanos en Nicaragua son opacadas por el poder de los grandes medios de comunicación y la agenda geopolítica. Viviendo en medio de comunidades victimizadas, somos testigos de la decepción sentida por tantos nicaragüenses frente al silencio y aparente indiferencia, incluso de la clase política tradicional que asume posturas alejadas de la realidad comunitaria, local y nacional”.
El mensaje agrega que si la razón de este silencio “es el cálculo erróneo de que el silencio salvará a largo plazo a la ‘iglesia institucional’, además de contradecir el mismo evangelio, tal cálculo ignora la experiencia de siglos: dictaduras totalitarias interpretan el silencio como ‘luz verde’ para continuar y profundizar la opresión”.
Según la carta, esta fue enviada desde “algún lugar de la Arquidiócesis de Managua”.