Francisco de Asís Fernández
BABEL
A Carlos Mejía Godoy
A Luis Enrique Mejía Godoy
En Babel no existía el tiempo ni se conocían las orillas.
Dijo Yahvé: los primeros ochenta millones de años fueron difíciles,
tenían que reconocerse con todos sus defectos y diferenciarse de los animales.
Era la tierra toda de miles de lenguas y dialectos y de muchas palabras diferentes,
aunque en su marcha por el mundo nunca pudieron hablar como los pájaros,
siempre guardaban secretos, tenían juegos violentos, rencores y muchas cicatrices.
Vivieron una realidad rota.
En la desmesura de mi amor les di la libertad,
poblaron el mundo y se juntaron en la inmensa llanura de Senaar.
Con su pensamiento trunco rompieron su compromiso con la realidad
y se dijeron unos a otros: Vamos a construir una ciudad
con ladrillos de barro y betún como cemento
y una torre cuya cúspide toque al cielo y nos hagamos famosos.
Entonces bajé a la tierra para ver la ciudad y la torre
que estaban haciendo los hijos de los hombres.
Y dije:
He aquí muchos pueblos con muchas lenguas que se han propuesto esto
y nada les impedirá llevarlo a cabo.
Voy a ayudar a los hijos de los hombres
haciendo que todos ellos hablen una sola lengua
y se entiendan y se amen.
Y se pusieron los hombres como perros enloquecidos a hablar una sola lengua
y a entender lo que todos decían.
Ya no se pudieron guardar secretos.
Todos se traicionaron y se dijeron la verdad viéndose a los ojos
y les dio vergüenza la mentira.
Nadie soportó la verdad y empezaron a matarse los unos a los otros
y a quitarse la vida hasta que la tierra quedó deshabitada.
Cuando volvió a crear Yahvé a los hombres en la tierra
y los sacó de sus madrigueras
los creó con ojos incapaces de reconocer la verdad.
Y los creó hablando muchas lenguas diferentes para que nunca se entendieran.
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