LOS POBRES
Los pobres son muchos
y por eso
es imposible olvidarlos.
Seguramente
ven
en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.
Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.
Pueden
destruir el aire como aves furiosas,
nublar el sol.
Pero desconociendo sus tesoros
entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio.
Por eso
es imposible olvidarlos.
BAJO UN ÁRBOL
Este hombre sin pan, ese sin luces y aquel sin voz
equivalen al cuerpo de la patria,
a la herida y su sangre abotonada.
Contemplen el despojo:
nada nos pertenece y hasta nuestro pasado se llevaron.
Pero aquí viviremos.
Con la linterna mágica del hijo que no ha vuelto
abriremos de par en par la noche.
De la nostalgia por lo que perdimos
iremos construyendo un sueño a piedra y lodo.
Guardamos, los vencidos, ese sabor del polvo que mordimos.
LAS SALES ENIGMÁTICAS
Los Generales compran, interpretan y reparten
la palabra y el silencio.
Son rígidos y firmes
como las negras alturas pavorosas. Sus mansiones
ocupan dos terceras partes de sangre y una de soledad,
y desde allí, sin hacer movimientos, gobiernan
los hilos
anudados a sensibilísimos mastines
con dentaduras de oro y humana apariencia, y combinan,
nadie lo ignora, las sales enigmáticas de la orden superior, mientras se hinchan
sus inaudibles anillos poderosos.
Los Generales son dueños y señores
de códigos, vidas y haciendas, y miembros respetados
de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
La eternidad y un día
Se hace tarde, cada vez más tarde.
Ni el viento pasa por aquí y hasta la Muerte es parte
del paisaje.
Bajo su estrella fija Tegucigalpa es una ratonera.
Matar podría ahora y en la hora en que ruedan sin amor las palabras.
Solo el dolor llamea
en este instante que dura ya la eternidad
y un día.
¿Qué hacer?
¿Qué hacer?
Alguien que siente y sabe de qué habla
exclama, por mejor decir, musita —hagamos algo pronto,
hermanos míos, por favor muy pronto.
RECUERDOS NÚMERO 1-2
Mi primer recuerdo
parte de un farol a oscuras y se detiene
frente a un grifo público goteando hacia el interior de una calleja muerta.
Mi segundo recuerdo
lo desborda un muerto,
una procesión de muertos violentamente muertos.
EL AIRE QUE NOS QUEDA
Sobre las salas y ventanas sombreadas de abandono.
Sobre la huida de la primavera, ayer mismo ahogada
en un vaso de agua.
Sobre la viejísima melancolía (tejida
y destejida largamente) hija
de las grandes traiciones hechas a nuestros padres y abuelos:
estamos solos.
Sobre las sensaciones de vacío bajo los pies.
Sobre los pasadizos inclinados que el miedo y la duda edifican.
Sobre la tierra de nadie de la Historia: estamos solos
sin mundo,
desnudo al rojo vivo el barro que nos cubre, estrecho
en sus dos lados el aire que nos queda todavía.
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