Por Jimmy Avilés Avilés
…Porque al principio era el hablar y como “hablando se entiende la gente”, es típica la escena de tertulias familiares en que el abuelo rodeado de nietos, entre anécdotas, retazos de su vida, aventuras amorosas y trances difíciles, se pasa la noche “habla que habla ”, que la experiencia y sabiduría de los años no lo hace “hablar por hablar”. El cansancio canoso lo detiene y con el tiempo solo recordamos que “habló y habló ”.
Y como “por hablar no se paga”, la mayoría de nuestras expresiones al respecto denota lo mucho que lo hace el nicaragüense en tono de sentencia moderada, refiriéndose a los que abusan de su interlocutor se comenta en pasado que “habló hasta de más” o con fastidio por aburridor él “habló hasta decir quitá”, haciendo énfasis en el acento final.
El “como” que condiciona es usado para establecer por comparación la semejanza de quien:
“Habla como contratado”,
“Habla como un condenado”,
“Habla como una lora”.
A estos calificativos de “hablantines” se le suman los que: “Hablan hasta por los codos”, “Hablan más que una jolota tuerta”.
No por mal-hablados, estos mismos cuando se expresan y refiriéndose con desdén a la chismosa del barrio la tildan de “piripipí”, que de casa en casa anda “gurú gurú”, onomatopéyicas que junto al “se soltó, para pa pa”, a la hora del pleito contemplan el comentario posterior del vecindario; primero la estuvo “chifleteando”, después: “Era una tronera”, “Le puso una tabaquera”, “Le dijo hasta de lo que iba a morir”.
Onomatopéyica menos agresiva, pero burlón y despectivo es el “solo es puro bla bla”, que le cargan a los “chagüiteros”.
Y hasta aquí “¡habló el burro!”.
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