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“Un escritor nunca debe pensar en el Nobel”

Mario Vargas Llosa resulta más afable de lo que parece con su rostro duro de cabello entrecano. Tan cordial luce, que resulta difícil asociarlo al enérgico escritor de “derecha” que es en política o, peor aún, imaginarlo dándole un puñetazo a su colega colombiano Gabriel García Márquez.Después de más de diez años, el escritor peruano ha regresado a Nicaragua para recibir una condecoración del Gobierno. Dice que encuentra el país cambiado. “Me han impresionado las nuevas construcciones. Creo que la ciudad (Managua) se ha modernizado y crecido mucho. Y da la impresión que hay una vida económica bastante intensa”.

En el 2006 Vargas Llosa estuvo de visita en Nicaragua

Fabián Medina

Mario Vargas Llosa resulta más afable de lo que parece con su rostro duro de cabello entrecano. Tan cordial luce, que resulta difícil asociarlo al enérgico escritor de “derecha” que es en política o, peor aún, imaginarlo dándole un puñetazo a su colega colombiano Gabriel García Márquez.   
Después de más de diez años, el escritor peruano ha regresado a Nicaragua para recibir una condecoración del Gobierno. Dice que encuentra el país cambiado. “Me han impresionado las nuevas construcciones. Creo que la ciudad (Managua) se ha modernizado y crecido mucho. Y da la impresión que hay una vida económica bastante intensa”.

   
Vargas Llosa es uno de los mejores escritores contemporáneos del mundo. Nunca ha recibido el Premio Nobel de Literatura y tiene la “seguridad absoluta” de que nunca lo recibirá, a pesar de su extensa y reconocida obra. Autor de Conversación en la catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973) y La fiesta del chivo (2000), entre otras, Vargas Llosa ha hecho su vida de escándalo en escándalo. En 1955 se casó con su tía Julia Urquidi en medio del estupor familiar. Se divorció ocho años más tarde, y de ese episodio quedó la novela La tía Julia y el escribidor (1977).

En 1950 entra, obligado por su padre, al Colegio Militar Leoncio Prado, de Lima, y de su paso queda La ciudad y los perros (1963) que se convirtió en un libro prohibido en Perú. Mil ejemplares de la edición peruana habrían sido quemados en el patio del colegio militar.

En 1976, durante la premier de Los sobrevivientes de los Andes, en México, le dio un puñetazo en la cara a Gabriel García Márquez, sin que hasta ahora ninguno de los escritores haya explicado las razones que originaron esa enemistad que dura hasta el día de hoy.

En medio de la ajetreada agenda que cumple en su visita a Nicaragua, Vargas Llosa se dio tiempo para visitar LA PRENSA y hacer esta entrevista donde acepta hablar de todo, menos de su vida privada.

¿Cómo está su relación con Gabriel García Márquez?

No tengo ninguna. Hace muchos años que no lo veo. Es un tema que preferiría que no tocáramos…

Le hacía esta pregunta porque Mario Vargas Llosa ha vivido saltando de polémica en polémica y una de ellas es su ruptura con García Márquez…
No busco yo las polémicas. Realmente no soy un polemista profesional, simplemente como defiendo ciertas opciones con mucha convicción, eso me acarrea a veces polémicas. No las busco y no creo que sean muy útiles las polémicas (ríe). 

 
Me refería a escándalos que han habido en su vida: de joven, cuando se casa con su tía, luego con su prima… el caso García Márquez…

Sí. Pero todo eso pertenece a la vida privada, y yo creo que la vida privada es algo que uno tiene que defender. No permitir que la invada la curiosidad periodística.

Aunque de alguna manera usted expone su vida en las novelas…

Es lo que hacemos los escritores. Los escritores nos alimentamos de nuestra memoria, de nuestros recuerdos. Somos como esos personajes del San Antonio, de Flaubert, el Catoblepas, que se van comiendo a sí mismo.

¿Pero no es una contradicción que usted haga pública su vida privada en sus novelas, y no me permita a mí indagar sobre ella?

No, porque las novelas son un mundo aparte, donde el material autobiográfico, que yo creo que siempre se utiliza, es un ingrediente más entre otros. Y la novela debe ser juzgada por sí misma y no por las materias que sirvieron de materia prima al escritor. De todas maneras yo mi vida personal no la expongo públicamente. Hay escritores que lo hacen y además les encanta hacerlo, incluso es una vena dentro de la literatura, pero hay escritores que no, nuestra vida personal no la exponemos, y la defendemos como un derecho a la privacidad.

¿Usted mantiene alguna relación con el mundo de la izquierda, digámosle, “dura”?

Yo tengo algunos amigos de izquierda, gente sensata que no convierte a la política en el único criterio para juzgar a las personas y para mantener relaciones en el mundo. Yo tengo amigos que piensan muy distinto a mí. Y son amigos excelentes. No tengo ningún inconveniente en tener ese tipo de amigos. Ahora, hay fanáticos que no admiten que uno disienta de sus opiniones y entonces automáticamente traducen las diferencias políticas en enemistades personales. Ésos son los fanáticos.

¿Y usted, qué tan tolerante es?

Yo soy muy tolerante. Hago un esfuerzo constante de tolerancia porque creo en la coexistencia en la diversidad. Sería el mundo muy aburrido si hubiera homogeneidad.

Le preguntaba esto porque a veces se le siente a usted como de derecha “dura”. ¿Qué es lo que llama usted derecha dura?

A los que no ceden nunca en los planteamientos tradicionales de la derecha. Por ejemplo, la libertad para mí es fundamental. Yo no cedo, no hago concesiones en ese campo…

Hay personajes a los que usted no les daría la mano.

Sí. Hay personajes profundamente despreciables. Yo no le daría la mano a Fidel Castro, por ejemplo; no le daría la mano a Fujimori; no le daría la mano a ningún asesino, a ningún personaje que haya utilizado el poder para enriquecerse…

¿A Hugo Chávez?

Tampoco le daría la mano. Bueno, ya me dijo que si yo iba a Venezuela me recibiría con plomo (ríe a carcajadas).
 

¿A Daniel Ortega?

No, a Daniel Ortega (sí), yo le conocí. Le he entrevistado. Incluso cuando vine aquí hace muchísimos años para escribir unos reportajes, estuve bastante con él. Tengo que decir que tuvimos conversaciones cordiales…

¿No entra en su lista de despreciables?

No. No, porque creo que no es el caso. Hay una diferencia, el sandinismo llamó a elecciones y respetó un veredicto negativo del pueblo nicaragüense. Para mí, eso establece una diferencia bastante importante, considerable, entre el sandinismo y el castrismo. Daniel Ortega salió pacíficamente del poder porque los nicaragüenses votaron contra él y eligieron a doña Violeta. Eso es una distinción. No se puede juzgar todo en blanco y negro.

El triunfo de Evo Morales en Bolivia hace parecer que hay un auge de los gobiernos de izquierda en Latinoamérica…

Yo creo que hay que hacer una distinción. Hay una izquierda que está jugando el juego democrático en América Latina y eso es muy respetable, aunque uno no sea de izquierda. Lula, en Brasil; Tabaré Vázquez, en Uruguay, están jugando el juego democrático, respetando la legalidad, respetando la libertad e, incluso en el campo económico, haciendo unas políticas pragmáticas que están muy distanciadas de lo que fue la política de izquierda. Eso a mí no me parece que vaya a amenazar para nada la democracia en América Latina.

El problema es que hay otra izquierda, una izquierda demagógica, que no parece haber entendido la lección de la historia y que propone las mismas recetas que han fracasado una y otra vez en todos los países donde la izquierda intentó aplicarla: cerrar fronteras, nacionalización de empresas, dirigismo económico, políticas que, además, llevan irremediablemente al empobrecimiento y a la destrucción de la vida democrática. Creo que es el caso de Venezuela. El señor Hugo Chávez para mí es una persona que está promoviendo un tipo de populismo que ha sido catastrófico en la historia de América Latina.

Sus políticas son las políticas que fueron las del general Velasco en el Perú, por ejemplo, cuando la dictadura militar. Y creo que, como en el caso del Perú, va a conducir a un desplome de la democracia en Venezuela. El problema es que Chávez tiene estos sueños megalómanos, bolivarianos, y que está usando los petrodólares que tiene en abundancia para promover por América Latina ese tipo de opciones extremistas que, creo, son extremadamente peligrosas para el futuro de la democracia y el desarrollo económico de América Latina. El caso de Evo Morales es muy inquietante, desde luego. Ha tenido una mayoría arrolladora. Espero que no sea un acto suicida de los bolivianos.

¿No se le hace difícil, don Mario, seguir dividiendo el mundo en izquierdas y derechas?

Hay matices, es verdad. Hay matices que hay que tener en cuenta. Mire el caso de Chile. Está dejando el gobierno Ricardo Lagos, que es un socialista y sin embargo ha hecho una política que no es nada socialista en el campo económico. Puede haber tenido un énfasis en lo social, lo que me parece a mí muy positivo. Pero en el campo económico ha llevado una política liberal que ha sido muy beneficiosa para Chile: de estímulo a la empresa privada, de apertura de fronteras, de respeto a las leyes de la oferta y la demanda, de difusión de la propiedad privada y todo eso ha hecho de Chile un país que está a la vanguardia del desarrollo en el continente. Esa izquierda es bienvenida.
 

¿Y una izquierda como la que representa Daniel Ortega?

El sandinismo de Daniel Ortega no ha aprendido la lección. Sigue un poco aferrado a unos modelos que son completamente anacrónicos. Está mucho más cerca de Fidel Castro o de Hugo Chávez que de Ricardo Lagos o de Lula. Mucho me temo que Nicaragua, que ha pasado por una experiencia tan catastrófica no sólo por el fracaso económico del sandinismo, sino, además, por la violencia social y la guerra civil que produjo, sería verdaderamente una catástrofe para el país, para Centroamérica, para América Latina, que hubiera una regresión de esa índole.

¿La campaña en la que usted participó como candidato le dejó muchas secuelas en su vida de escritor?

No. No. Las secuelas… simplemente fue un esfuerzo enorme, que tuvo un aspecto muy hermoso, yo creo muy idealista, generoso, y al mismo tiempo siniestro, terrible, porque conocer la política desde adentro, en una campaña electoral, en un país que además vivía una experiencia terrible, de terrorismo, de un terrorismo tan fanático como el de Sendero Luminoso, me puso en contacto con un tipo de violencia que yo no conocía. Pero bueno, aprendí mucho sobre mi país, sobre la política, y aprendí mucho sobre mí mismo. Descubrí que yo no soy un político, que carezco enteramente de las actitudes de un político. Lo cual no significa que uno no deba hacer política. Uno tiene la obligación moral si es que quiere que las cosas mejoren, que un país cambie. Yo participo a través de lo que escribo, a través de lo que opino, pero no volveré a participar en una política profesional. Nunca más.

¿No lo frustra nunca haber recibido el Premio Nobel a la Literatura, a pesar de su extensa y reconocida obra?

En lo absoluto. Creo que un escritor nunca debe pensar en el Nobel. Creo que un escritor si recibe el Nobel debe estar muy contento y si no lo recibe también. Pero de ninguna manera ser candidato al Nobel, porque yo creo que eso estropea la prosa y empobrece a un escritor.
 

¿Honestamente, nunca lo ha esperado?

Honestamente, nunca lo he esperado, y yo le diré que tengo la seguridad absoluta de que nunca lo voy a recibir (ríe).

UN NICA EN LA VIDA DE VARGAS LLOSA

Durante sus años como periodista, Mario Vargas Llosa hizo amistad con un periodista nicaragüense que luego inspiraría uno de sus personajes en la novela Conversación en la catedral y aparecería también en el libro biográfico El pez en el agua (1993). 

  
“En la novela hay un periodista que está inspirado en un periodista nicaragüense que conocí cuando yo era periodista muy joven en el Perú. Se llamaba Norwin Sánchez Genie. Fue un periodista de un diario que era muy popular. Él llevaba la página policial, a la que le dio un carácter muy llamativo. Fue una página muy popular en esos años. Le estoy hablando de los años cincuenta. Y fuimos muy amigos con Norwin Sánchez. Yo lo quise mucho. Éramos compañeros de trabajo, él un poco mayor que yo. Y luego lo perdí de vista. Regresó a Nicaragua, entiendo que dejó el periodismo y se dedicó más bien a una vida profesional, no sé si relacionada con la Economía o con el Derecho”.

Cuenta Vargas Llosa que la primera vez que vino a Nicaragua hace más de diez años, quiso saber qué había sido de su viejo amigo, y se enteró que había muerto de una forma que bien habría sido sacada de su página policial: en una riña de cantina. 

  
“Murió trágicamente, entiendo que en un bar, en una cantina. No sé exactamente los detalles, pero sí que fue una muerte trágica. Porque la primera vez que vine a Nicaragua lo primero que hice fue tratar de localizarlo y alguien que lo conoció mucho me contó que había muerto en una riña noctámbula”.

La Prensa Literaria

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