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Los padres

Siempre me he preguntado, por qué hay día de las madres y día de los padres y por qué no existe el día de los hijos. La única respuesta que puede venir a mi mente, aparte de una muy fría que es el negocio que esto representa, es porque nosotros “los padres” no dejamos de celebrar la existencia de nuestros niños. Todos los días de nuestra vida, cada momento, cada segundo, en cada uno de los corazones de quienes tenemos la dicha de ser padres, están nuestros muchachos, cada uno de ellos en un lugar especial, con una actitud diferente, sin importarnos sus características físicas, ni su carácter, cada hijo con su “genética única” son el más preciado regalo que de las manos de Dios hemos recibido.

Siempre me he preguntado, por qué hay día de las madres y día de los padres y por qué no existe el día de los hijos. La única respuesta que puede venir a mi mente, aparte de una muy fría que es el negocio que esto representa, es porque nosotros “los padres” no dejamos de celebrar la existencia de nuestros niños. Todos los días de nuestra vida, cada momento, cada segundo, en cada uno de los corazones de quienes tenemos la dicha de ser padres, están nuestros muchachos, cada uno de ellos en un lugar especial, con una actitud diferente, sin importarnos sus características físicas, ni su carácter, cada hijo con su “genética única” son el más preciado regalo que de las manos de Dios hemos recibido. Nosotros celebramos “su existencia” de la misma manera que nuestro corazón late y nuestros pulmones se llenan de aire, por necesidad, por ser parte nuestra, no por obligación o por el qué dirán.

Existen circunstancias en la vida de muchas personas, en este caso me incluyo, en que la distancia y el tiempo se interpusieron entre “los padres y los hijos”, circunstancias que muchas veces no han sido elegidas por nosotros pero nos ha tocado vivirlas, y nos han robado sin merecerlo, sin desearlo, sin poder controlarlo, ese roce diario de un beso, un apretón de mano, un abrazo, un “te quiero hijo con un te quiero papá”, al despertar o al acostarnos, un hasta luego, ese primer diente, la primera rasurada, el primer beso y cuando el amor llega por primera vez a ese corazón juvenil e inocente y no hemos podido estar allí en presencia, no hemos podido ofrecer ese hombro amigo, no sólo de padre sino de compañero de camino. Y te preguntas, por qué, por qué a mí, todo eso te hiere, te entristece, te adormece el alma, te llena de dolor y muchas veces de sentimientos retorcidos, y solamente la presencia de Dios en tu vida te hace comprender ese destino que se dice no está en nuestras manos cambiar, sino más bien aceptar.

Quiero aclarar, a quienes va dirigido mi mensaje de amor, que aunque mi ser físico no ha estado con ustedes, ustedes siempre han estado en mí, he seguido sus pasos con el GPS de mi corazón, he sentido la angustia diaria del reproche silencioso de sus por qué, de sus dudas provocadas por esa farsa que les impusieron como cierta, he querido gritar al mundo que los amo más que a mi vida y que los necesito más que la vida misma, pero estoy aquí impotente de brincar esa barrera por no hacerles daño.

Llegará el momento, espero no sea demasiado tarde, quizás ya es demasiado tarde, que podamos recuperar esos momentos robados, esas experiencias que ya serán historias y que cuando las oiga de los propios labios de mis hijos, nos harán reír y nos harán llorar, pero estaremos los “3” unidos como siempre debió ser, 3 corazones en uno, 3 vivencias concentradas en ese instante, 3 historias dirigidas a un mismo final, nuestro encuentro, nuestro renacer, nuestra vida en equipo, un equipo de “3”. Mis hijos René Elías, Juan Pablo y yo, el motivo de mi diario vivir, el mayor deseo implorado al Creador día a día desde que fueron míos, son Ustedes mis hijos, esencia de mi alma, quienes me mantienen con vida y con el deseo de continuar, y es ese amor que ustedes desconocen, y que de mi corazón nace lo que me guía para dejarlos vivir y hacer sus vidas, aunque no pueda yo ser parte de ella, ustedes son la vida mía.

Le doy gracias a mi Padre del cielo, por regalarme los mejores hijos, no cambiaría un ápice de ustedes, los amo como son con todo mi amor.

La Prensa Literaria

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