Viendo una luz de neón bajo la lluvia
con ojos cansados y con una imaginación de poca monta
ensuciada con basura espiritual.
Sintiendo que odio lo perfecto,
que la lujuria es mi reino
y que el tiempo destruye lo que amo.
Sabiendo que la entrañable soledad desencadena los sueños,
que el legítimo yo sabe a sal lúgubre
sin salir de mi corazón,
y que una basura no abandona el basurero.
Toda la vida en el espejo es atravesar el día,
desaparecer en la noche,
quizás buscar demasiado.
Y cuando despierto vuelvo a convertirme en un desgarrado
con las cicatrices perdurables que me hicieron lo soberbio de la ira
y una relación de amor tan destrozada.
Un enloquecido mar nos quita la memoria y revuelca la pureza con el lodo.
¿Quién cantó lo altivo y esbelto del frenesí?
Nadie toca violín en las calles de Nicaragua,
no hay ningún organillero que cante su tristeza
en este abismo de jazmines.
El gris salvaje de mi país haciéndome cobarde,
y rodeándome con la tormenta.
Me duele donde está dañado mi corazón.
De lo seguro a lo incierto soy parte de su crimen.
Se escucha el ruido del derrumbe
en estos caminos tremendamente confusos en un mazo de rosas.
Aunque para extraer la alegría de la vida
tengamos que abrir un agujero en el cielo
y romper, golpear y matar.
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