Rubén Darío
V
Bota, bota, bella niña,
ese precioso collar
en que brillan los diamantes
como el líquido cristal
de las perlas del rocío
matinal. Del bolsillo de aquel sátiro salió el oro y salió el mal.
Bota, bota esa serpiente
que te quiere estrangular
enrollada en tu garganta
hecha de nieve y coral.
XLIV
Amo los pálidos rostros
y las brunas cabelleras,
los ojos lánguidos y húmedos
propicios a la tristeza,
y las espaldas de nieve,
en donde, oscuras y gruesas,
caen, sedosas,
las gordas trenzas,
y donde el amor platónico
huye, baja la cabeza,mientras, temblando,
se mirala carne rosada y fresca.
XLVIII
Besando con furia loca
la boca de un niño ajeno,
miro yo a la virgen cándida
y no sé lo que comprendo.
¿Qué es ese brilo en los ojos?
¿Qué es en el rostro ese incendio?
¿Qué es ese temblar de labios?
¿Qué es ese crujir de nervios?
Para ser a un niño… a un niño…
esos besos… esos besos…
XVIII
Cantaba como un canario
mi amada alegre y gentil,
y danzaba al son del piano,
del oboe y del violín.
Y era el ruido estrepitoso
de su rítmico reír,
eco de áureas campanillas,
són de lira de marfil,
sacudidas en el aire
por un loco serafín.
Y eran su canto, su baile,
y sus carcajadas mil,
puñaladas en el pecho,
puñaladas para mí,
de las cuales llevo adentrola imborrable cicatriz.
Ver en la versión impresa las paginas: 2