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LA PRENSA/ARCHIVO.

La fábula del sueño del mendigo

Yo no quiero una tienda de tabacos Virginia ni otra vida que no desafíe el delirio.

Yo no quiero una tienda de tabacos Virginia

ni otra vida que no desafíe el delirio.

Lo que yo necesito es tener otro pasado:

una vida de marinero en la mar virgen

con una estrella púrpura que me hable todos los días.

Loras, tucanes, oropéndolas en el Mombacho y en la cordillera de Amerrisque.

No quiero tener inmensos vacíos en mi maldito corazón

que siempre está en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Hay que mirar para atrás para que el futuro pueda alterarse.

Una vida como la de mi niñez es la que esperaba

pero ahora los ángeles que se me aparecen son de papel

y el mundo es una ruina humana con el telón sobre la nuca.

Dios lo ve todo porque Dios está en todas partes,

pero no vio cuando mi vida tomó el atajo por Nicaragua,

un país que aparece y desaparece ante los ojos de todos.

Tengo un país sin aura que no puede retener la felicidad por un instante.

Amo a una patria bella y tonta como a una bailarina de porcelana

que tiene la boca abierta y abultada por el estupor.

Y siento que otros la quieren con pasiones rústicas

y como si fuera una perra de nadie.

Con grasa y sangre la quieren.

En el suelo la quieren para que todo le duela.

No la ven que la vida se le sale por los ojos.

Anoche soñé un sueño,

soñé que yo no quería una tienda de tabaco Virginia,

soñé que mi patria y yo éramos mendigos

y que limosneábamos estrellas en las calles para comer y vestirnos,

soñé que la gente nos ponía estrellas quebradas en la mano,

pedazos de sueños traicionados, mentiras reparadas,

palabras rencas con muletas y vendajes, discursos con cachivaches,

y que en la madrugada nos habíamos puesto a contar nuestra fortuna

y que se la habíamos llevado a un relojero para repararla

y que el relojero no las había devuelto hecha un reloj con otro pasado,

y que andrajosos mi patria y yo nos habíamos despertado sin frío.

NOS ECHARON DEL PARAÍSO Y AHORA TENEMOS LA TAREA DE MATAR

Nos echaron del Paraíso

y ahora tenemos la tarea de matar.

Somos criaturas primitivas arruinándose la vida,

robándole sangre a un cadáver.

Se vive como un barco insignificante en medio del océano

siendo un transeúnte desconocido.

Fuimos elegidos para yacer en el fondo de la alegría

con un cisma en el corazón borrando el cielo con fantasmas.

Desde que nos echaron del Paraíso

el mar llueve sobre el cielo,

la tierra se hunde en el mar

y se disuelve en un adiós lejano.

Este maldito mundo se agrandó como los pájaros,

como los trenes gigantes y las ramas de corales

y vivimos tapando angustias con helechos de canciones.

Nos robaron el paraíso y la tierra se pobló de comadrejas.

Si la felicidad pasa por el prójimo,

si solo se puede llegar a Dios a través del prójimo,

de quién soy prójimo si tengo tantos prójimos sin dicha?

Yo seré la grama de la tumba de mi prójimo

y la muerte será la puerta estrecha

por donde se otorguen los dones de la vida.

Aquí sólo crece la ilusión de los suicidas.

Esta extraña realidad es un animal rabioso

escondido en los rincones de un montón de nada.

Oigo el escándalo de mis pensamientos

y la música de guitarras secuestradas

en esta colonia humana de serpientes.

La tierra, el aire, el agua y el fuego

se marchitan en gavetas, cajas y cobertizos,

pero en una ceremonia desesperada por la vida

continúo con el magín lleno de versos,

aunque siga mi corazón loco de hierro y arcilla

como una oveja devorada.

RETABLO DE LA NOCHE

A mi amigo Miguel D´Escoto


 


Ahora baja la noche a tejer y destejer incertidumbres y soledades,

baja con ruidos dentro de mi hasta la nobleza de los árboles

y todo lo calla en el secreto sobrenatural de lo sagrado de la muerte.

Baja con la Nebulosa de la Hormiga, con la Nebulosa del Ojo de Gato,

con la Nebulosa del Cisne que es un burbujeante océano de hidrógeno

con pequeñas cantidades de oxígeno y azufre;

se teje como una cordillera de colores y sombras y luceros

en la imagen de la noche estrellada como una cuna estelar,

se hila en la Constelación de la Serpiente

como una ventana abierta en medio de la noche estrellada

para que entren racimos de jóvenes estrellas íntimas y solas

en un verso que se apodera de mi vida como una tormenta,

en un verso que me hace perder la belleza de la impaciencia.

La noche desdeña el realismo porque ama la magia

que puede inventar un jardín de piedras crueles, silencios,

acantilados duros, celos, malicias, inundaciones y huracanes

para que el poeta lea poesía en voz alta

y ponga rosas mendigas en el pelo de su amada

y los versos lo dejen sin tiempo para ordenar las ideas.

La noche se come las palabras

para que la belleza nos vuelva ciegos y podamos verlo todo

sin que se nos corrompan el alma y el verso

cuando viajamos al primitivo humus de los instintos.

La guerra espiritual de los viejos hechiceros

es para que la lucidez de la poesía sea un don y no una desgracia

y podamos reconocer el rastro de los pájaros en la miel

y nos gusten los momentos de calma antes de la tormenta,

es para que los sueños no continúen convirtiéndose en baratijas

y la realidad no abra su puerta para dejarnos morir afuera de la poesía

con arañas y serpientes en una desolada y mugrienta calle

de esta ciudad que es la tierra de mis antepasados.

La Prensa Literaria

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