Luis Alvarenga
Trata de mirar al cielo, ave pequeña,
mientras la ciudad presta sus sábanas para envolver tu muerte.
¿Cómo pudiste salir
de la manga de un sábado?
¿Debo contar tu fábula, decir algo como:
“Érase un ave pequeña, príncipe en el aire,
la que en el día de manos reposadas irrumpió
concitando los deseos,
amarrando la ira al carruaje de las mareas?”
Un nuevo cielo, empeñado en no parecerse al de ayer,
busca que lo cruces con los ojos diminutos.
Una tierra nueva, empeñada en nunca llegar,
mueve el sábado en que te afanabas
en desembarcar en la tierra sembrada de puñales.
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