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El escritor albanés Ismail Kadaré acaba de obtener el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Kadaré recurre a Don Quijote

Galardonado con el Premio Príncipe de Asturias, el narrador, ensayista y poeta Ismaíl Kadaré representa la cima de la literatura albanesa, que sin olvidar sus raíces, traspasa fronteras para alzarse como una voz universal contra el totalitarismo

El escritor albanés Ismaíl Kadaré ha recurrido al más universal de los personajes de las letras españolas, Don Quijote, para reivindicar la “independencia” de la literatura, y ha asegurado que el insigne hidalgo salido de la pluma de Miguel de Cervantes fue el único que consiguió detener al régimen comunista de su país.

Kadaré, que ha sido en encargado de agradecer la concesión de los premios Príncipe de Asturias 2009 en nombre de los galardonados, ha destacado que su país y España, excepto una breve amistad en el siglo XV, no tuvieron nunca la menor relación, aunque la ruptura completa se produjo el siglo pasado, cuando la Albania comunista, distinguida en cuestión de ruptura de relaciones, cortó todo vínculo con España.

“Cuando entre mi país y España no iba ni venía nadie, un caballero solitario, despreciando las leyes del mundo, cruzaba cuantas veces se le antojaba la frontera infranqueable. Ya imaginaréis a quien me refiero: a Don Quijote”, ha declarado el premio Príncipe de las Letras, que ha pronunciado su discurso en su lengua materna.

Ha afirmado que Don Quijote “fue el único al que no consiguió detener aquel régimen comunista, para el que la cosa más fácil del mundo era precisamente detener, prohibir”.

“Don Quijote, ya como libro ya como personaje vivo, era tan popular en Albania como si lo hubiera engendrado ella misma”, ha manifestado Kadaré, quien ha opinado que Don Quijote “traspasaba la frontera albanesa porque era, entre otras cosas, independiente”.

Ha recalcado que “cuando un escritor albanés, por una obra escrita principalmente en un territorio y un tiempo comunistas, recoge un premio de un reino occidental sucede porque la literatura es, por su propia naturaleza, independiente”.

Para Kadaré, a diferencia de la independencia de los Estados, la de la literatura es “global”, y ha considerado que de ahí que también su defensa deba serlo.

A su juicio, la independencia de la literatura y las artes es un proceso en desarrollo, y ha dicho que los seres humanos están acostumbrados a la independencia referida principalmente a los Estados, las naciones e incluso los individuos, por lo que existen dificultades para llegar más lejos.

“Llegar más lejos significa comprender que la no dependencia del arte no es cuestión de lujo, un deseo de perfeccionar el arte mismo, sino un condicionante objetivo, es decir, obligado, porque de los contrario ese universo no se mantendría en pie”, ha precisado el autor de El Accidente , su última obra publicada en España.

Kadaré ha dedicado la parte final de su discurso a reflexionar sobre las relaciones entre la vida y el arte y la literatura.

“Una vez aceptamos que el de la literatura y las artes es un mundo paralelo, referencial, hemos admitido también que es un mundo rival, y, en consecuencia, habremos de admitir que entre esos dos mundos, el de la vida y el del arte, habrá conflicto”, ha explicado.

Ha subrayado que “el combate entre estos dos mundos es más complicado de lo que parece”, y ha asegurado que “la independencia de la literatura y del arte se torna cada vez más difícil”.

“Los escritores estamos convencidos de que el arte no alzará nunca la bandera de la capitulación”, ha proclamado Kadaré.

Por último, ha advertido de que una “diferencia absoluta entre ambos mundos es que mientras que, en su conflicto con el arte, el mundo real llega a tal extremo de furor como para precipitarse a destruirlo, en ningún caso la literatura y el arte atacan al mundo real con intención de dañarlo, sino que, por el contrario, pugnan por tornarlo más bello, más habitable”.

EL GENERAL DEL EJÉRCITO MUERTO (Fragmento)

Ismael Kadaré

“Cuando entraron en la habitación grande, acompañados por el dueño de la casa, todos se removieron, murmuraron, alargaron las cabezas como un seto lleno de arbustos y flores de colores que se reanima inesperadamente con un golpe de viento. (…)

Durante largo rato había observado desde la ventanilla del avión la imagen amenazadora de las montañas. Se diría que sus agudas cumbres fueran a rasgar en cualquier momento el vientre del aparato. Por doquier tierras abruptas. Sombrías laderas que se precipitaban bruscamente bajo la niebla.

En aquellos abismos y barrancos, por toda aquella vastedad invernal se podría bajo la lluvia el ejército que él venía a exhumar. Ahora que contemplaba por primera vez la tierra extranjera, experimentaba con mucha más claridad el turbio miedo que le ocasionaba desde hacía muchos meses la sensación de irrealidad a la que estaba unida su misión.

Su ejército estaba allá abajo, fuera del tiempo, inmóvil, calcificado, cubierto por la tierra, y él había asumido la tarea de alzarlo del barro. La sola idea le causaba temor. La suya era una misión antinatural, en la que la ceguera, la mudez y la absurdidad estarían siempre presentes”.

La Prensa Literaria

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