Por Carlos Tünnermann Bernheim
Cuando muera, mi amor
búscame en el aire fresco de nuestra terraza.
Yo estaré siempre acompañándote
en la suave brisa de la tarde
y los dulces trinos de los pájaros
que pueblan las ramas de los árboles
y que juntos disfrutamos.
Cuando muera, mi amor,
búscame en las tiernas madrugadas
que entre rezos y susurros
tanto te gustaba compartir.
Cuando muera, mi amor,
búscame en el triple beso
con que sellaba tus labios
noche a noche
antes de entregarnos al sueño.
Cuando muera, mi amor,
búscame en nuestros hijos y nuestras hijas
y en la sonrisa de nuestros nietos y nuestras nietas.
Búscame, amor, en todo lo bello que Dios nos dio.
Búscame en la Divina Misericordia de Jesús,
y seremos “tú y yo” siempre.
Managua, mayo de 2011.
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