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LA PRENSA/AGENCIA

Melodías para monjes

Georg Philipp Telemann (14 de marzo 1681-25 de junio 1767), autor de 39 series anuales de cantatas religiosas y motetes, 44 pasiones, 32 composiciones para la introducción de los predicadores, 33 conjuntos musicales, 20 composiciones para orquesta, solos y coros, 12 composiciones para honras fúnebres, 13 para ceremonias nupciales...

Por Joaquín Absalón Pastora

Georg Philipp Telemann (14 de marzo 1681-25 de junio 1767), autor de 39 series anuales de cantatas religiosas y motetes, 44 pasiones, 32 composiciones para la introducción de los predicadores, 33 conjuntos musicales, 20 composiciones para orquesta, solos y coros, 12 composiciones para honras fúnebres, 13 para ceremonias nupciales, cerca de 300 oberturas francesas y suites de orquesta, innumerables piezas líricas (serenatas, cantatas dramáticas, ofertorios) 40 óperas, cantidad indescifrable de música de cámara (sonatas, tríos, cuartetos, piezas para clavecín y hasta para nadar en el agua sumergido por la tentación de sus compases.

Con semejante polifacética y desbordante heredad en todos los géneros de la música, con ese monumento de opus acumulados muchos de los cuales no están compilados, se ignora si tiene algunos mirando a la perennidad, testimonios consagrados por la calidad, la cantidad y la rigurosidad. ¿Por qué no se nos habla más a menudo de él con la constancia y admiración que se tiene de otros de su misma índole? Handel, Bach y Telemann hacen un gran trío.

A partir de junio de este año los monjes conmemoraron su fallecimiento en los conventos erguidos en su melancolía con la luz de la vela, edificados en lugares que Sartre bien pudo haber reunido en “la República del silencio”, pero en el caso del compositor, en el continente pues fue en Europa donde más se hizo calistenia auditiva de la redondez prolífica dejada.

Se le escuchó aisladamente en las salas de órgano por donde su majestad anduvo con tanta reiteración y solemnidad, en esos escenarios de tímida apariencia donde los principales protagonistas son el ejecutante y el creador, fuera de otras muy selectivas emisiones en salas de cámara y de otros caseros hospedajes.

Lo que más sobresalió en el intento de valorarlo o revalorarlo —rescate que con certeza junta méritos— fue la circulación mundial de un CD extensivo y manufacturado con todo el sentido de la palabra para un autor milenario que no puede, no debe ser devorado por la injustificada exclusión, ese fantasma callado que ronda alrededor de tantas cabezas ilustres.

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Aparece en la evidencia bien elaborada el Tafelmusik de Telemann. En una sola exposición están presentes todos los géneros de la música y al decir todos no se requiere la individualización de los estilos. El resumen aflora grandioso en una sola exposición, en un solo prodigioso cuadro, ignorada la tendencia común de la fragmentación. Los autores del proyecto felizmente concluido no expresan la sensación de haber unido retazos, muchos de los cuales como ocurrió en su tiempo con el francés Satie, quedaron tirados en el piso.

Tafelmusik (música para la mesa 1733) enseña a la unidad temática sin distingo del género, la búsqueda fundamental es encontrar en la reunión la placentera alucinación de que todo lo que está ahí es el barroco aireado del músico alemán, algo así como una cápsula, como una síntesis.

Esta pieza marcó la conclusión de décadas de debates en los cuales participaron los adocenados puritanos de siempre y los escasos liberales de la época que no se constriñen ni se rebelan por los novedosos sabores que se le pongan a un menú que puede ser actualizado, simplemente porque el barroco se presta, accede a la modificación, sin romperlo desde luego.

La interpretación ha llegado a mis manos con una dedicación de amigos melómanos de San Francisco, California, asiduos a concurrir a los conciertos en los conventos o por las madrugadas como los testimoniados en la Catedral de Colonia, Alemania donde el organista teje una visión retrospectiva de siglos con solo el pedalco del órgano.

Retrato en plumilla  de Telemann.
LA PRENSA/CORTESÍA

* Crítico de música

La Prensa Literaria

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